Como ciudadana preocupada por la situación del país y, específicamente de nuestra provincia, he leído con interés y admiración el exhaustivo y lúcido análisis del columnista Gustavo Wallberg, “Una mala razón para seleccionar el candidato preferido” (0705). Aunque personalmente tengo muy buenas razones para no seleccionar a reconocidos personajes de la política comarcana, este artículo viene a confirmar y aclarar conceptos en forma razonada lógica y bien documentada. Las consecuencias de la administración de la provincia están a la vista de todos los tucumanos: hemos pasado de ser históricamente la joya del Norte, en su faz cultural, productiva, académica y social, faro del desarrollo y el progreso en el Norte del país, a estar hay en el lugar más atrasado. Una mirada a las provincias hermanas que nos rodean nos da la pauta del gran disvalor sufrido por la nuestra: sin obras públicas, caminos, rutas y emprendimientos de ninguna naturaleza. Sin embargo, somos todavía una provincia rica y recibimos importantes aportes de las arcas nacionales, financiamiento para obras de cualquier magnitud que deberían realizarse en ella: ¿Dónde están esos dineros? Somos, según informes oficiales, la segunda provincia que menos invierte en obras públicas, destinando sólo el 6% del presupuesto a ese rubro. El columnista nos habla, entre otros aspectos de la tarea compensadora que cumple la Nación al ayudar a una provincia que lo necesita, con el fin virtuoso de igualdad y disminución de diferencias en las condiciones de vida; lo que implica, con referencia a la nuestra por un lado, que el Gobierno provincial es inútil para el desarrollo, con la población pagando impuestos para mantener gobernantes que no aportan a su bienestar; por otro, que esta ayuda sería temporal, porque la ayuda está en la senda del desarrollo y pronto lograrás un bienestar sostenido, lo cual supone la existencia de un plan general de subsidios en su correspondiente plan de obras que impulsaron la actividad económica; ello justificaría el gasto de la Nación en Tucumán; pero esto no se cumple, no hay plan de nada. El recibir esta ayuda, además de afectar el resto del país porque todo está interconectado (ejemplo: provincias no beneficiadas) libera ese dinero del presupuesto provincial, el que puede ser utilizado en gastos eficientes que benefician a la provincia o ser direccionados para otros gastos menos de lo asignado para los fines propuestos y, en este caso, los dineros sobrantes son redireccionados a conveniencia de los administradores de la Provincia. El analista concluye que el hecho de que Tucumán sea favorecida por la Nación estriba en la capacidad de los administradores para: pedir y pedir (él usó el término “manguear”) en vez de dedicarse a ser buenos y funcionarios. Los tucumanos merecemos tener buenos gobernantes, honrados y eficientes que propicien, a través de sus senadores, diputados, abogados, intelectuales, etc., la participación de la Provincia en el diseño de planes de desarrollo regionales, que garanticen un financiamiento local virtuoso y no lucrar con las ayudas y el trabajo de otros para su bien personal.
Marta Elena Rojas
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