Ninguna actividad humana es neutra al ambiente. Siempre habrá un impacto, positivo o negativo, pero impacto al fin. Sin embargo, las regulaciones existentes (leyes, decretos, resoluciones, ordenanzas, etc.) están destinadas precisamente a minimizar aquellos impactos negativos o bien evitar que nos acerquemos a un umbral que puede ser peligroso (en el instante o en el tiempo) para los ciudadanos o para el resto de nuestro sistema vivo. Además también rige el principio de precaución que permite la adopción de medidas protectoras ante las sospechas fundadas de que ciertos productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud pública o el medio ambiente, pero sin que se cuente todavía con una prueba científica definitiva. Quién no entiende esto es porque no lo quiere entender, o porque es consciente que su actividad no se halla trabajando precisamente dentro de las regulaciones existentes. Ya en 1892 el Dr. Próspero García, emitió un decreto que prohibía arrojar vinazas a los cursos de agua por ser contaminante. Ya en siglo XXI todavía se pone en duda si las vinazas son peligrosas o no. Hoy la información existente puede dar cuenta que compuestos químicos tiene la vinaza y cuánto de ello. La composición y la cantidad de los compuestos varía según muchas variables agronómicas y la tecnología que se usa para producir alcohol. Por eso, es necesario conocer al detalle la vinaza que se genera en cada industria. Lo que no queda duda es el olor de un compuesto que posee la vinaza y que se denomina melanoidina y que nadie quisiera tenerlo en una acequia cerca del hogar. La información científica indica que además de sodio, calcio, potasio, magnesio, aluminio, hierro y fósforo, que se mencionan normalmente, existen otros 46 elementos y entre ellos el litio, cromo, vanadio, cobre, cinc, molibdeno, estaño y bario, cuyos efectos en los ecosistemas aún no conocemos. Sin duda un buen ejercicio sería un programa de análisis de las diferentes vinazas, con tecnología química de punta, para conocer a ciencia cierta de que estamos hablando. Si no se lo hace, apliquemos entonces el principio de precaución.
Juan A. González
San Juan 158 - Lules