La humorista porteña Xamila Denis, cuya popularidad viene en rápido crecimiento gracias a sus videos de Instagram y TikTok, en los que responde a consignas del público, presentará sus monólogos hoy a las 21 en Puerto Cultural Libertad (Las Piedras 1.850), como parte de su gira nacional.
Una de las propuestas que publica en las redes lleva el título: “Contame un problema. Soluciono todo”. Cada día recibe miles de consultas. Por ejemplo, alguien escribe: “No sé si mi gata está gorda o embarazada”. Y Xamila responde: “El problema de que tu gata esté embarazada es cuando te das cuenta de que hasta tu gata tenía más vida social que vos. Viste que la gata te mira como diciendo: ‘¿Por qué no aprendés? Yo subí a la terraza, dos gritos tuve que pegar. Vos vivís subiendo fotos en culo y ni un fueguito te mandan’”.
Con una experiencia de diez años en el stand up, durante la cuarentena Xamila no podía trabajar como lo hacía habitualmente, así que se dedicó a hacer crecer su presencia en las redes. Hoy en día, la gente que va a verla en los teatros en cada ciudad que visita ya la conoce a través de Internet. Y aunque recorrió gran parte de la Argentina, es la primera vez que llega a las provincias del norte. “Me voy a quedar unos días en Tucumán, como lo hice en Salta, para poder conocer”, dijo.
- ¿Cómo es el intercambio con la gente en internet?
- La dinámica que propongo en las redes es una cajita de preguntas que se arma a partir de una consigna que yo tiro, como por ejemplo: “Contame algo bueno, lo transformo en malo”. La gente responde a eso y yo salgo en un video tratando de hacer algún chiste respecto de lo que puso el público. Me sorprende mucho la cantidad de gente que participa, en forma anónima. No tengo tiempo para responder, por semana, más de diez o veinte. Pero me llegan miles por día. No me da tiempo ni a leer todos los que llegan. La gente se emociona mucho cuando ve que uso la que mandaron.
- ¿Eso se da así en tu show?
- A mi espectáculo lo fui armando en los últimos años. Iba a distintos shows que se hacían en bares, algunos a la gorra, otros con entrada, pero como éramos varios comediantes hacíamos diez o veinte minutos cada uno. Ahí el público me pedía que fuera a actuar a sus ciudades. Entonces comencé a estirar ya con mi espectáculo. Es una hora y veinte, o un poco más. La duración depende de si la gente se engancha. Si bien son monólogos que ya están escritos, a veces surgen cosas de improvisación con la gente porque quieren opinar o contar cosas relacionadas con el tema del monólogo. Se pueden dar dinámicas similares a las que hago en las redes. De pronto estoy hablando sobre las cosas que te pueden pasar en una primera cita y hay alguien del público que quiere compartir su experiencia, entonces nos enganchamos con eso. El desafío es estar afilada y tratar de rematar con humor.
- En tu vocación de humorista influyó que lo escuchabas a tu abuelo contar chistes.
- Así es. Tiene que ver con que yo desde chiquita vivía con mis abuelos y mi madre. Mi mamá trabajaba todo el día, mis abuelos estaban jubilados, y mi abuela siempre estuvo muy enferma. Creo que mi abuelo trataba de levantar el ánimo todo el tiempo haciendo chistes. Eso me quedó muy adentro. Soy una persona que no estoy de mal humor nunca. Me lo dice mi novia a veces: “¿Cómo puede ser que nunca te vea de mal humor?” Si me enojo por algo, se me pasa a los diez minutos y ya estoy haciendo un chiste.
- ¿Ejercitabas ese humor en el colegio y otros ámbitos?
- Sí. Siempre todo dentro de mi grupo de cercanía, porque soy muy tímida. Si la profesora hacía una pregunta y yo tenía que hablar en público, me ponía roja de vergüenza. Conviven hasta hoy en mí la timidez y, por otro lado, el buen humor. Me ayudó un poco tomar clases de teatro, pero sigo siendo tímida. No soy la extrovertida que llega a una fiesta y se pone a hablar con todo el mundo. Me cuesta mucho. Subirse a un escenario es otra cosa muy distinta.
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