Un clima de internas y de escándalos puertas afuera es lo que se ve sobrevolar por estos días sobre el referato argentino en el fútbol. La situación que se vive no es sencilla: hay hechos concretos que inducen a sostener que la actividad pasa por uno de los peores momentos de su historia, algo que inquieta a todo el ambiente, dada la envergadura que tiene la actividad en estos días, convertida en un fenómeno de masas y en un negocio a gran escala para todos los sectores sociales involucrados.
En rigor, las complicaciones vienen desde hace mucho tiempo, y se hicieron más difíciles recientemente. Para los fanáticos, lo que está sucediendo puertas adentro tiene un correlato en una serie de actuaciones lamentables en los campos de juego. Por citar situaciones ocurridas en el torneo de Primera, en Atlético saben bien de qué se trata esto. No hay que ser muy memorioso para recordar la temeraria tarea de Fernando Espinoza en un partido con San Lorenzo, en abril.
Un punto alto de la polémica actual se dio en los últimos días luego de que el juez de VAR, Diego Abal, fuera despedido por el grosero error que cometió estando al mando del sistema tecnológico de apoyo desde el video en el partido Gimnasia-Sarmiento. Abal desconoció el reglamento y cobró offside en un tiro de esquina. Después de varios días de fuego cruzado, la AFA lo echó. Lo extraño es que es poco habitual que alguien sea marginado de su trabajo por un simple error. En el medio se dio otro motivo para la baja: hace tres años que cumplió el tope de edad. Para muchos, incluyendo a ex árbitros, esto último es una mera excusa, una declaración para moderar lo vergonzosa que fue la decisión de Abal, que perjudicó a todo el fútbol argentino.
Hay voces que también se escuchan con insistencia sobre que la llegada del VAR no hizo más que complicar un panorama ya de por sí enrarecido. Se habla incluso de manipulación para perjudicar a ciertos árbitros. Lo singular del caso es que el VAR no genera en ligas importantes polémicas como las que aquí se plantean. Y eso que estamos hablando de la actual campeona del mundo.
Se sabe que los árbitros, atendiendo a su obligación de tomar decisiones instantáneas en función a las situaciones que ocurren en las canchas, pueden equivocarse, acertar, ser cuestionados o ser llamados por el VAR. Ser insultados bajo las normas del insólito folclore que imperan en el fútbol no se debe naturalizar. Mucho menos entrar en una espiral de sospechas, rumores y lucha de intereses.
Se entiende que en la función de hacer cumplir la ley del fútbol, los jueces son una parte clave de un juego que sin ellos no podría existir. De allí es que recuperar su investidura, con más capacitación, medidas preventivas y acciones concretas sobre su formación, se hace imperativo por parte de las autoridades de influencia. Al mismo tiempo, lo que está sucediendo abre a la reflexión sobre lo que la justicia (en este caso deportiva) hace y ha hecho para propender a una función más participativa, colaborativa, abierta y transparente.