Una llamativa corriente de ideas sobre las formas de inclusión a personas con discapacidades en las ciudades se dio en una consulta de nuestro diario a los candidatos a intendente por la capital. La exposición de conceptos, que bien podría replicarse en otras localidades de la provincia, ha servido para visibilizar lo que se hace, lo que falta y se debería hacer y también el camino que se debe recorrer para hacer efectiva una política inclusiva.
En el análisis de la realidad de la ciudad hubo miradas diferentes. Algunas, críticas, señalaron que, sobre todo en la periferia, falta accesibilidad en caminerías, paradas de transporte público, dársenas en las avenidas, plazas, espacios verdes y acceso a las escuelas. También en la necesidad de mayor señalética digital, semáforos inteligentes, plazas inclusivas. Un candidato remarcó en las calles rotas y en las que están llenas de basura. “Con calles destruidas e inundadas por cloacas, colmadas de basurales, ¿cómo hace un vecino en silla de ruedas para transitar?”, se preguntó, además de advertir que algunas de las obras dispuestas, como las rampas, tienen problemas. Por otra parte, también se expuso sobre obras llevadas a cabo en los últimos tiempos, como un plan de señalética en braille en 275 esquinas, la creación del parque inclusivo “El Provincial”, las veredas accesibles con piso podotáctil dentro de la semipeatonalización del microcentro y la inclusión de semáforos sonoros.
Otros candidatos hablaron de la necesidad de consultas a las organizaciones que se dedican a la problemática, a las universidades y a colegios profesionales, para poder realizar las obras adecuadas. Y uno hizo notar en la necesidad de contactos con comisiones de familiares y de personas con discapacidades “para una planificación urbana racional que garantice obras de infraestructura y para el desarrollo de políticas hacia el conjunto de las instituciones educativas y sanitarias”.
Ciertamente, en esto inciden cuestiones que exceden por su dimensión el período de una administración –pavimentar adecuadamente las calles de la capital insumiría bastante tiempo, así como resolver la complejidad y las irregularidades de las veredas- y también involucran a otros actores, además de las autoridades municipales. Cabe señalar, en este sentido, cuán difícil ha sido en los últimos años la relación y las tareas complementarias entre la Municipalidad capitalina y la Sociedad Aguas del Tucumán, en lo que hace a rotura y reparación de calles y veredas para obras de agua y cloacas. El asunto, por cierto, no es exclusivo de la capital. Ya Yerba Buena, ciudad con escasez de veredas, ha encarado un programa para construcción de caminerías, que acaso forme parte de un programa inclusivo, con características limitadas a su área municipal.
Tal vez los conflictos surgidos en las obras tengan que ver con la necesidad de un plan “macro” que guíe las acciones de forma coordinada, con visión de futuro, para que se vayan viendo los cambios ý las mejoras por etapas, en busca de una ciudad realmente más inclusiva. Todo en vista de que, como se señala con frecuencia, la accesibilidad para las personas con discapacidad tucumana no parece ser un tema central en la agenda política. Bueno es que se haya propiciado la discusión al respecto.