“Preso o enfermo en cama, sabrás quién te ama”, dice un refrán que solía repetir mi padre. Y no hace falta irse muy lejos para responder esta pregunta. Porque no se trata de que estando en esas condiciones te vengan a visitar desde otras provincias, ni que vengan a verte familiares y amigos a los que no ves desde hace muchos años, etc. Si desglosamos el refrán, encontraremos que se refiere principalmente a los familiares y amigos más cercanos, puesto que está en sus manos tenderte una mano (valga la redundancia) para auxiliarte en tus necesidades que, seguramente, son más que abundantes. Por algo, Jesucristo dijo: “todo lo que hiciste a los necesitados, a mí me lo hiciste”, cuando le preguntaron: “¿cuándo te vimos preso o enfermo en cama…?”. Todo va bien en el ámbito familiar y en el círculo de amigos mientras coexisten la libertad y la buena salud. Pero, cuando aparecen la enfermedad o el encierro, como por arte de magia estos dos sectores –familiares y amigos- desaparecen. Y si se quedan, especialmente los familiares más cercanos, lo hacen bajo una tirantez y enemistad que tornan casi imposible la armonía. Es cierto que al hecho de ir preso muchas veces lo buscamos, pero esto no quiere decir que con el encierro las necesidades personales desaparezcan. En cambio, el llamado a la caridad que Dios nos hace, es constante, y no se asienta en prejuicios ni juicios humanos que son limitados.

Daniel E. Chavez 

chavezdaniel04@gmail.com