Últimamente estamos tomando conocimiento a través de documentales de TV y publicaciones sobre un alarmante avance de la ciencia, tanto en Tecnología como en Biología y Medicina, campos donde podemos ver con cierto estupor que se está investigando con la Inteligencia Artificial, como también con la nanotecnología para lograr reproducir el cerebro humano. Lo preocupante del tema es que no vemos por parte de los científicos un concreto interés por contemplar los factores que corresponden a las emociones o los sentimientos humanos, por el contrario se pone énfasis en transformar al hombre en una persona híbrida mediante la fusión de tecnología artificial con biología. Es así que se habla de aumentar la capacidad del cerebro mediante la inserción de chips y también disponer de minúsculos robots producto de la nanotecnología con los cuales supuestamente se podría modificar el genoma humano para corregir posibles defectos genéticos o también para ralentizar el envejecimiento. Con estos logros también se fantasea que seres híbridos harían posibles prolongados viajes espaciales que el ser humano no soportaría para viajar a remotos planetas. Si todo esto no fuera preocupante, sólo nos falta tomar conciencia de que muchas de estas investigaciones tienen el propósito de modificar el cerebro de los soldados con implantes para que no sientan temor y sean más agresivos y eficaces en las guerras. Todo lo expuesto refiere a propósitos alienantes por la incoherencia manifiesta. Por un lado nos alarman con problemas concretos como son el aumento de población mundial, el envejecimiento de la clase trabajadora, el calentamiento global, y por otro, el despropósito de prolongar la vida cuando es obvio el maltrato que reciben los jubilados y los ancianos. Lamentablemente se ha magnificado el papel del pensamiento, que si bien ha permitido el desarrollo de la ciencia y la tecnología, también nos perjudica inventado ideologías que dividen, ya sean de derecha de izquierda o religiosas. El pensamiento divide a los seres humanos porque funciona dentro de un campo cerrado y aislado que nos separa con el Yo, el Tú y Él. La humanidad no tiene paz porque el pensamiento opera también en un área que en que no es necesario. Se alimenta del pasado, proyecta el futuro y sólo altera el presente. En esa área, sólo puede generar ideologías que dividen y crean conflictos. Al respecto, el filósofo y científico Bertrand Russell, en uno de sus libros donde trata el problema de la humanidad, dice: “El pensamiento es tiempo y debe detenerse”. Con ello habrá una mente capaz de tener discernimiento sobre la realidad factual y dejará de repetir errores. Por eso, si una correcta meditación suspende el “diálogo interno”, que es un rollo permanente e interminable que todos padecemos, es probable que en ese espacio vacío de la mente, radique el secreto de una comunión con el misterioso orden matemático del Universo al cual pertenecemos.
Humberto Hugo D'Andrea
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