Al decir de Aurane en su columna (14/07), fue una “misérrima visita” y, por cierto, demasiado tardía. ¿Quién lo esperaba? Se le atrasó el almanaque. Así de simple. A cualquiera le pasa; pero a un Presidente... ¡Por favor! Con las decenas de asesores que tiene, ¿ninguno le advirtió que el 9 de Julio debía instalar aquí su escritorio y además presidir la celebración del magno acontecimiento de nuestra Independencia? Parece que va a tener que renovar su plantel de consejeros. ¡Y claro! Lo hizo ir donde no debía. Ya se había encargado la Jefa, pues era una cosa de nada inaugurar la llegada de unos caños vacíos del futuro gasoducto ya bautizado con el nombre de su difunto esposo. Le correspondía, como viuda. Entonces, él estaba de más y debe sufrir un duro vacío. No el de los caños, por supuesto. Entonces viajó en su flamante Lear Jet con una poderosa guardia de seguridad (que lo resguardó de los periodistas) y, tal vez con rabia, inauguró algo también vacío: el esqueleto enmohecido de la muy futura Facultad de Bioquímica. Sin pompa, en el mayor silencio, sin declaración alguna. Los periodistas, frustrados y encerrados, ni siquiera lo vieron partir. ¿Para eso vino el Presidente?

Darío Albornoz

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