Alberto Ponce: “Desde 1930, el filme ‘Matrix’ fue la única ruptura en el cine”

El editor contó cómo se hizo el documental “El Juicio” que se concibió hace 10 años. Un montaje de archivo donde no existe narrador. Hubo 33 versiones de guión. El director en tanto dueño de la película.

“EL JUICIO”. El trabajo se hizo con un archivo de 530 horas del proceso, para presentarlo en sólo tres horas.  “EL JUICIO”. El trabajo se hizo con un archivo de 530 horas del proceso, para presentarlo en sólo tres horas.

“Desde los formalistas rusos que decidieron experimentar sobre el montaje, el lenguaje cinematográfico ha evolucionado poco, y algunos piensan que se detuvo en 1930. Se pudo haber modificado la forma de actuar, de filmar, pero los elementos del lenguaje y del montaje son los mismos, como las elipsis y el montaje paralelo, por ejemplo”.

Las afirmaciones de Alberto Ponce (foto superior) podrán sorprender al gran público, pero la sustenta en sus seminarios internacionales, sus estudios, su capacitación y sus décadas de oficio. “Tal vez la única ruptura interesante es ‘Matrix’, que plantea por primera vez un recurso tecnológico que afecta el recurso narrativo. Es en esa escena en la que la cámara se detiene y gira alrededor del personaje que está quieto; desdobla el espacio y el tiempo de la narración, pero en relación al espectador”, sostiene durante una entrevista con LA GACETA. “Esa es la única novedad en el lenguaje desde 1930 para acá”, añade.

Ponce es egresado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños de Cuba en la especialidad de montaje, y ha dictado cursos, talleres, seminarios y conferencias en Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, España, México, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Editó más de 80 largometrajes en 12 países y colaboró con directores como Leonardo Favio, Pino Solanas, Damián Szifrón, Adrián Caetano y Diego Lerman, entre otros, y ha escrito “La película manda: conversaciones sobre el montaje cinematográfico en la Argentina”.

¿El montaje es igual a la edición en la actualidad?, se le preguntó. “Sí, claro, antes había una pequeña diferenciación entre el editor de la televisión y el montajista de cine, pero eso ya se superó. En un tiempo se decía que el editor era el apretabotones, solamente el operador, y el montajista el que tomaba decisiones artísticas estética sobre la película. Pero ya pasó. Hoy es lo mismo”, respondió.

- ¿Quién es el dueño de la película?

- ¡Qué tema ese! Con la producción de las películas en términos capitalistas, el dueño es el productor, eso se ve en la entrega de los Oscar. Cuando premian a la mejor película suben los productores. Pero para los que estuvimos formados en el cine de autor, el dueño es el director: en ese sentido, y por suerte en la Argentina, eso está instalado. Cuesta tanto hacer una película aquí, lleva años escribirla, hacer el guión buscar apoyos, el director es el autor sin dudas. Muy pocas realizaciones son hechas por productoras.

En un texto que escribió para la Sociedad Argentina de Editores Audiovisuales, sintetizó que los montajistas “no somos ni más ni menos que un instrumento que a veces podrá ejecutar la melodía principal como solista y otras, acompañar, sin desafinar la gran sinfonía del cine”.

El cuentito

Durante la semana pasada Alberto Ponce mantuvo un diálogo y debate con alumnos de cine de la UNT de la cátedra específica que dirige Juan Mascaró.

En la charla on line precisó que el montaje es “cómo contar el cuentito”. Pero agregó, a modo de lección, “incluso para los filmes de ficción: hay selección, jerarquía, orden y al final, el ritmo”. “Hablamos del arte de contar el cuentito y luego buscás cómo reforzar la emotividad”, explicó durante el extenso intercambio con los estudiantes.

“Si el director no sabe a dónde va, no vamos a ningún lado”; “deben abrirse los archivos para conocer más información de la que se tiene”; “el sumo del montajista es una película de archivo porque tenés que hacer hablar hasta las piedras”, fueron otras de sus frases. Con estas y otras en el mismo sentido, Ponce habló sobre el montaje y debatió con los alumnos, haciendo eje en el documental “El juicio”, que se estrenó en la Berlinale y que se difunde en los cines argentinos (en Tucumán se la proyectó hace dos semanas en el Espacio Incaa).

Mientras reiteraba que el montaje es contar el cuentito, dijo que “te tengo que tener agarrado tres horas en la silla y no te podés aburrir con esta película”. “No hay que aburrir, esa es la consigna -reiteró-. El 80% del montaje de ‘El Juicio’ se hizo por zoom, por la pandemia”. Con extremas precisiones describió cómo se hizo la película y que el primer armado duraba ocho horas y media; hubo 33 versiones de guión, por lo que fue mutando. Las 90 jornadas que duró el juicio a las juntas militares de la última dictadura argentina fueron enteramente filmadas en U-matic, a dos cámaras, por la TV Pública.

De 11 a 530 horas

Para que se tenga dimensión de la película, hasta antes del filme lo que se había difundido del proceso de 1985, lo que circuló, eran 11 horas. Entre la idea del director Ulises de la Orden de hacer “El Juicio”, y el día del estreno pasaron 10 años; y cinco de ellos fueron para obtener el material. Se trabajó con 530 horas que estaban digitalizadas en la Universidad de Salamanca y en el Parlamento de Noruega, además de la Fundación Memoria Abierta; pero que no se prestaron en el país. Fueron grabadas por ATC, mal copiadas en VHS, y llevadas por los propios jueces para su resguardo al Parlamento noruego.

Durante siete meses el pequeño equipo visualizó el material ocho horas de lunes a viernes. “Un película documental, antes que documental es película; una cosa es la realidad y otra el arte. La manipulación de las imágenes para nosotros es no hacerle decir a una persona lo que no dijo. Lo que hacemos es construir un relato. Pero el material manda, la película te dice lo que querés. La pausa en la narración es fundamental”, sostuvo el editor en el debate on line.

Durante el relato con los estudiantes, Ponce reclama por la apertura de los archivos en el país que permita conocer más información de la que se tiene.

Para 1986, cuando terminaba el juicio, Raúl Alfonsín le pidió al dramaturgo Carlos Sominaglia (quien ayudó a Julio Strassera a escribir del alegato final y aparece en la película de Santiago Mitre), a realizar un gran proyecto. Pero se canceló cuando llegaron las asonadas militares y la muerte del teatrista.

El proceso a Eichmann

“El Juicio” sigue el mismo procedimiento al que recurrió el documentalista israelí Eyal Sivan en “El especialista”, en donde trabajaba exclusivamente con el material grabado del juicio al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, donde todo transcurre dentro de la sala del juicio y que recurrió a archivos de muchos años atrás con 350 horas de grabación. Otras referencias fueron “El fascismo corriente” y “La Spirale”, mencionó Ponce.

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