Carlos Duguech
Columnista invitado
El listado de los candidatos a tan preciado galardón se mantiene siempre en reserva por parte del Comité Noruego que lo otorga cada año. De tal modo que hay un enjambre de informaciones de toda naturaleza referidas al tema. Algunos medios aventuran nombres como si hubieran leído, de reojo, en las listas bien resguardadas. Es, de todos modos, la clara la tendencia que se orienta al agrupamiento de posibles candidatos, todos ellos vinculados al tema “del momento”: la guerra que viene soportando Ucrania desde Rusia. Por ello uno de sus protagonistas entre los candidatos, sería el presidente de Ucrania -desde mayo de 2019- Volodimir Zelenski, Desde la guerra de Rusia contra Ucrania (24 de febrero de 2022) -incluidas las amenazas y presiones previas- era casi previsible que las nominaciones al Nobel de la paz debían tener esa vinculación.
Obama, un “adelantado”
Apenas asumido como presidente de los EEUU el 20 de enero de 2009, Barack Obama visitó Praga el 5 de abril de ese año, para un encuentro con líderes de la Unión Europea (UE). Frente a una multitudinaria participación popular pronunció un discurso que, mirado desde el punto de vista de la naturaleza del contenido que se quería expresar, era casi inusitado. ¿Y qué dijo el presidente afroamericano de la superpotencia nuclear estadounidenses que llamó la atención y provocó tanto entusiasmo en semejante multitud checa? Un párrafo sobresaliente del discurso: “Como la única potencia nuclear que ha utilizado el arma nuclear, Estados Unidos tiene la responsabilidad moral de actuar”. Seguidamente expresó ante más de 30 mil personas en Praga: “Hoy afirmo, claramente y con convicción, el deseo de mi país de buscar un mundo sin armas nucleares”. Y siendo consciente de lo que decía, agregó: “No soy ingenuo, este objetivo no se logrará rápidamente; puede que yo no lo vea en vida”. Extraña saber que el Nobel de la Paz, del que ya había más de 300 nominaciones que se estaban evaluando en el Comité Sueco del galardón en 2019, le fuera otorgado a Obama. Sus méritos se evaluaron a partir de su discurso en Praga de ese mismo año. Nunca nadie antes, como presidente de los EEUU o secretario de Estado de ese país, se puedo saber que se asumiera la responsabilidad de ser EEUU el primer y único país en bombardear con armas nucleares y a la vez proponer la eliminación de esas armas. Eso le bastó al Comité Nobel de Noruega para desplazar a los nominados de una larga lista (cerca de 300) y privilegiar al “recién llegado” Obama, por lo trascendental y absolutamente novedoso de su exposición en Praga. Fue así que fue consagrado Nobel de la paz 2019.
A comienzos de cada año se reciben las propuestas para la candidatura al Nobel de la paz, todo lo cual hace suponer que el Comité Nobel noruego ya tiene designada a la persona u organización que anunciará en el transcurso de esta semana.
El Nobel 2023
Como se sabe, los Nobel de Física, de Química, de Fisiología (o Medicina) y de Literatura o el más nuevo de Economía (instituido en 1968) se otorgan desde organismos de Suecia. Y a diferencia del Nobel de la Paz desde Noruega, los que se otorgan desde Suecia lo son por obra realizada. El de Noruega por la paz es una especie de reconocimiento por lo que se hizo o por lo que se está haciendo por la paz. Es un formidable aliciente para las personas u organizaciones que están en el camino orientado hacia la paz.
El “Chernobil” evitado
En el transcurso de las acciones guerreras en Ucrania que generaron víctimas civiles, destrucción de infraestructuras y de altos edificios de vivienda por los bombardeos rusos, se produjo, además, un abandono de hogares por familias ucranianas desesperadas por los bombardeos rusos. Para una apreciación del impacto –no de los misiles sino en lo social- de esta acción guerrera lanzada por la Rusia de Putin, leemos la información oficial del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados(ACNUR) que consigna una cifra harto dramática: 8,2 millones de personas abandonaron Ucrania.
En toda la red de informaciones que inundó los sistemas en el mundo vale centrar la atención en un punto de alta significación. La central nuclear de Zaporiyia (de seis reactores) en territorio ucraniano atravesó por una situación que fue caracterizada de “extremadamente frágil y peligrosa”, en palabras del Director General de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), el diplomático argentino Rafael Mariano Grossi. Bueno es señalar que recientemente fue reelegido por aclamación para su segundo mandato por cuatro años más en el organismo internacional con sede en Viena. Su trabajo en el organismo le llevó a ejercer total responsabilidad en la preservación de seguridad para la central nuclear. Se involucró, prescindiendo de traje y corbata y vistiéndose con ropa de trabajo, de seguridad, en las mismísimas instalaciones nucleares amenazadas entre bombardeos y misiles, varias veces. Y hasta de los disparos de armas portables de los soldados rusos. Su oficina en la ciudad de los valses, en clima de tranquilidad, por responsabilidad de su misión fue trocado por el escenario bélico. Apasionado -como es Grossi- por preservar la central para evitar un nuevo “Chernobil” en Zaporiyia. Nadie tanto como él, experto, lo conoce. Un antecesor en el cargo que hoy desempeña Grossi fue Mohamed el Baradei, un egipcio doctorado en filosofía, que fue consagrado junto con la OIEA que lo tuvo como Director General (1997-2009) con el Nobel de la paz por el accionar de la OIEA. Que impulsaba intensamente el uso de la energía nuclear para fines pacíficos.
¿Nobel de la paz 2023?
Desde esta columna hacemos una apreciación de datos y antecedentes: los datos a tener en cuenta por el Comité del Nobel (Noruega) son la extraordinaria gestión en el terreno de los hechos, lejos de las oficinas de la OIEA en Viena por parte de su Director General Grossi. Involucrado hasta con el riesgo de su propia vida en el terreno del área de su competencia, en Zaporiyia.
Su involucramiento fue tal que no sólo se entrevistó varias veces con el presidente de Ucrania sino hasta con el mismísimo Vladimir Putin, en Moscú, en su centro de poder, involucrado como estaba en su plan para asegurar que no ocurriera otro “Chernobil” (esta vez mucho más dramático) por los riesgos del accionar bélico en las cercanías de la multi-central de Zaporiyia.
Si este accionar suma méritos de significación para un Nobel de la paz no se quedan atrás los méritos de Rafael Mariano Grossi a la hora de intentar, como lo hizo, de recomponer al ánimo y la voluntad del gobierno iraní para reinsertarse en el programa elaborado en 2015 (EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido + Alemania) con Irán que lo aceptó para orientar su programa nuclear sólo para uso pacífico. Ya se sabe, Trump, en 2018 no sólo traicionó el propio compromiso de estado (EEUU) sino a los cinco otros países que formaron parte del acuerdo. Aún, en ese clima, Grossi se involucró como gestor de recomposición del plan.
Por estas dos gestiones del argentino Grossi, seguramente, fue que su segundo mandato de cuatro años en la OIEA alcanzo el nivel de aclamación. Puesto en números, tuvo el 100 por ciento de los votos en el organismo. Suma cum lauden.
En tren de pronosticar, pero con los fundamentos que respalden el pronóstico, desde esta columna imaginamos que el Nobel de la Paz 2023 se anunciará como otorgado al argentino Rafael Mariano Grossi y a la OIEA, en forma conjunta.
Adenda: Cuando el 15 de noviembre de 2017 una noticia de tremendo impacto afligió a los argentino -y espacialmente a los familiares y amigos de los 44 submarinistas que tripulaban el “ARA San Juan“- era necesario saber el lugar donde la nave había zozobrado. La unicación fue posible gracias a la gestión de Rafael Mariano Grossi, a la sazón embajador argentino en Austria. Consiguió que con los múltiples sensores de explosiones que abarcan el mundo entero se precisara el lugar del naufragio. Y se hizo.