La oposición es parte del problema

La oposición es parte del problema

Resultó ser que la oposición, finalmente, era parte del problema. Ha quedado evidenciado a partir del resultado de los comicios del domingo pasado. Y, sobre todo, a partir de las reacciones de los referentes de las principales fuerzas que son adversarias del peronismo en su versión actual.

El problema central de la Argentina, hoy, está dado por las políticas que lleva a cabo el cuarto gobierno kirchnerista. Los argentinos lo saben y por eso Sergio Massa, el ministro de Economía de esta gestión, protagonizó la peor elección del peronismo en toda su historia. Como candidato a Presidente por Unión por la Patria obtuvo apenas el 36,7% de los votos.

· En 1983, cuando el peronismo conoce por primera vez la derrota en las urnas, en elecciones libres de proscripciones, Ítalo Argentino Luder obtiene el 40,2% de los sufragios, contra el 51,8% de Raúl Alfonsín (UCR).

· En 1999 le tocará perder a Eduardo Duhalde, con el 38,3% de los votos, contra Fernando de la Rúa (Alianza UCR-Frepaso), que logra el 48,4%.

· En 2015, Daniel Scioli lidera la primera vuelta con el 37,1%, secundado por Mauricio Macri (Cambiemos), quien logra el 34,2%. En el balotaje se invierten las posiciones: Macri es consagrado Presidente con el 51,3% de las voluntades, contra el 48,7% que obtiene Scioli.

· Ni siquiera las presidenciales de 2003 absuelven el pésimo resultado del domingo pasado. Néstor Kirchner termina siendo Presidente de la Nación con el 22,3% de los sufragios porque Carlos Menem, que lo había aventajado con el 24,5%, desiste de presentarse en segunda vuelta. Pero si a esos votos sumamos los de Adolfo Rodríguez Saá (14,1%), el resultado es que el peronismo, a través de sus tres candidatos, sumó el 60,9% de los votos. La Justicia, ese año, le permitió al PJ eludir la interna (era el país del “que se vayan todos” tras el fracaso de la Alianza) y presentar sus tres candidatos por separado.

Correlativamente, el votó que apoyó propuestas contrarias al peronismo sumó casi el 54% de los votos. Suficientes para consagrar un triunfo en primera vuelta.

· 30% fue para Javier Milei, de La Libertad Avanza.

· 23,8 fue para Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio.

Si más de la mitad de los argentinos que fueron a votar se pronunció contra el actual Gobierno, pero el que terminó primero es el oficialismo, pese a lograr sólo un tercio de los sufragios en la peor performance electoral desde el 24 de febrero de 1946, el resultado no es ya responsabilidad del pueblo, sino de la oposición.

El pasmo

El fracaso de esa oposición, visible para los argentinos a lo largo de todo este extenuante año, ha sido su infinita incapacidad por conseguir forjar alguna mínima unidad. Incapacidad que la llevó a un paroxismo inimaginable: dividir sus propios votos y permitir el éxito de la propuesta del Gobierno. Es decir, el triunfo de los responsables de las políticas que configuran el problema del país.

En Juntos por el Cambio se abocaron, con fervor fratricida, a librar una pelea intestina encabezada por Bullrich, de un lado, y por Horacio Rodríguez Larreta, del otro. Todo derivó en una vieja fórmula radical: ganar internas para perder las generales. Resultó que tanto un sector, como el otro, se enrostraron todos los males, como ni siquiera el peronismo lo había hecho. Ni las virtudes se salvaron: el pluralismo de Rodríguez Larreta fue traducido como debilidad o cobardía. La buena gestión en seguridad de Bullrich fue resignificada como mano dura antidemocrática.

En La Libertad Avanza, en tanto, se graduaron de insultadores profesionales. Y sin el menor criterio. Prefirieron al sindicalista Luis Barrionuevo antes que a Rodríguez Larreta, a quien comparaba con una alimaña: “Rodríguez ‘Larrata’”, lo denigraba. Pero no sólo rompieron con eventuales aliados futuros: hasta demonizaron al Papa Francisco y propusieron romper relaciones con el Vaticano.

¿De verdad querían ganar los comicios? ¿En serio creyeron que así era como se podía?

Lo que provoca pasmo es que, tras el desastre, profundizan el cataclismo. Contra la certeza matemática de que la unidad es la vía, no logran unificar un criterio, cualquiera sea, ni siquiera después de desbarrancar por culpa de la división. Es difícil de conseguir tanta pasión por el fracaso.

· Juntos por el Cambio ha dejado de existir. Ya no están “juntos”. Del cambio mejor ni hablar.

· Los principales líderes del PRO han manifestado su apoyo a Javier Milei.

· Los principales referentes de la UCR han publicado un documento proclamando la neutralidad, pero en las entrevistas individuales aclaran que van a votar a Massa.

· Los gobernadores electos proponen que el espacio se declare “prescindente”, lo que significa que quieren negociar personalmente, y no a través de sus partidos, los apoyos previos al balotaje del 19 de noviembre, y los alineamientos posteriores al 10 de diciembre.

· Dentro de ese marasmo, implosionó el PRO. Macri y Bullrich van por un lado, Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal por otro, y los gobernadores del espacio son los nuevos “no alineados”. Por caso, Jorge Macri fue consagrado el martes jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (ese día Leandro Santoro desistió de presentarse en la segunda vuelta); y el miércoles se ocupó de no apoyar la postura de su primo Mauricio, a quien todo le debe.

· En la UCR también habrá fractura, no a nivel dirigencial, sino aún peor. Contra el massismo explícito de sus líderes, son legión los afiliados que entienden que el peronismo es el antónimo del radicalismo, y no una alternativa.

· Milei, que habla de política con la misma inconsistencia con la que atribuye a La Divina Comedia, de Dante Alighieri, una cita de “Inferno”, de Dan Brown, confunde al radicalismo con los circunstanciales dirigentes de la UCR y se dedica a imprecar a Raúl Alfonsín.

La desmovilización

En este contexto, el cuarto gobierno peronista, al que le resulta imposible desde la fuerza de los hechos pedirle el voto a quienes no lo votaron, se dedica a pedir el no voto. Es decir, promover la desmovilización del electorado e invitarlo a sufragar en blanco o a no acudir a las urnas.

· La renuncia de Santoro a disputar el balotaje tiene ese único objetivo. Hasta el lunes pasado, los porteños iban a tener que acudir a las urnas el próximo 19 para definir quién sería el jefe de Gobierno y, de paso, elegir Presidente. Milei, durante la noche del domingo, anticipó su apoyo a Jorge Macri, que había logrado el 49,8% de los sufragios. Es decir, votar a Macri era votar a Milei. Ahora, esa votación se evitó.

· El Gobierno ha dicho esta semana que no va a mover el feriado del 20 de noviembre (Día de la Soberanía Nacional), toda una invitación a viajar ese fin de semana largo a más de 500 kilómetros del domicilio y así tener justificado el ausentismo electoral.

· Hay una fuerte campaña en redes sociales de presuntos votantes de Juntos por el Cambio a quienes les dio una fiebre por filmarse diciendo que van a votar en blanco el mes que viene.

La fórmula

Lo que explota el peronismo gobernante con esta estrategia es el mayor déficit opositor de esta coyuntura. Toda oposición tiene dos grupos de funciones centrales. La primera es controlar y contrapesar al gobierno. La segunda es constituir una alternativa de poder. Eso, aquí, no hay.

Consecuentemente, puede terminar primero en las urnas, gracias a la división opositora, el proyecto político que llevó la pobreza del 35,5%, en 2019, al 40,1% en el semestre pasado. Que llevó la inflación del 53,8% acumulada durante todo ese año, al 140% proyectado para este año. Que llevó el dólar de $ 70 el 10 de diciembre de 2019 a $ 1.000 desde hace una semana.

Puede terminar primero el proyecto político que apedreó el Congreso de la Nación en 2017, para frenar una reforma previsional que actualizaba las jubilaciones por inflación. Luego, cuando fueron oficialismo, los lapidadores concretaron una reforma previsional en el que las jubilaciones se ajustan de manera trimestral, discrecionalmente, y siempre perdiendo contra la inflación.

Puede terminar primero el proyecto político cuya Vicepresidenta es incapaz de condenar el ataque del grupo terrorista pro iraní “Hamas” contra el pueblo de Israel, perpetrado el 7 de octubre. Ella es quien suscribió en 2013 un pacto secreto con Irán, cuyas autoridades, el 8 de octubre, felicitaron a “Hamas” por la masacre contra hombres, mujeres y niños. Por ese “Memorándum de Entendimiento” fue denunciada por el fiscal de causa AMIA, Alberto Nisman, por presunta traición a la patria. El domingo 18 de enero de 2015, Nisman  fue encontrado sin vida en su departamento. La Justicia investiga el homicidio.

Puede terminar primero el proyecto político que logró todo un hito: por primera vez, quien ejerce la Vicepresidencia de la Nación fue condenada por corrupción. En U$S 1.000 millones se estimó el perjuicio contra el Estado en la causa “Vialidad”, por direccionamiento de la obra pública.

Puede terminar primero el proyecto político que hizo jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires a Martín Insaurralde, de profesión paseador de modelos en yates millonarios en el Mediterráneo. Regalos suntuarios mediante.

La fórmula del oficialismo es simple: se puede hacer cualquier cosa en el Gobierno, total al frente está la oposición. Esta oposición, entonces, es parte del problema.

Comentarios