La política debe dar el ejemplo

El momento y las razones esgrimidas no pueden resultar efectivos en el contexto de profunda crisis que padece la comunidad.

21 Diciembre 2023

El aumento de la dieta de los legisladores, conocida después de un tratamiento prácticamente secreto en la Cámara, ha generado malestar y debate en la comunidad. Referentes del oficialismo dieron diferentes explicaciones en un intento de aplazar el ruido generado, y otros de la oposición aseguraron que no sabían que se había tratado ese tema en la sesión. La novedad opacó el anuncio del vicegobernador de hace unos días de que se había disminuido el gasto general de la Legislatura.

Las razones han apuntado a un “sinceramiento” y a “poner punto final a la hipocresía”, tanto con el argumento de que la gente pueda saber cuánto gana un legislador como la comparación de sus ingresos con los de empleados legislativos. Esos debates, que podrían tener lugar en un contexto diferente de decisión sobre la escala de los ingresos en el sector público, no pueden resultar efectivos en el contexto actual de profunda crisis y de angustia de la comunidad a la disgregación del sistema por efecto de la inflación desbocada y la suba de precios constante, sumado todo a la incertidumbre por lo que viene. Genera irritación que haya un sector del mundo político que tiene la potestad de aumentar sus ingresos mientras el resto de la comunidad está maniatada por la impotencia.

Frente a esto, poco es lo que se puede argumentar, porque al generalizar la situación de crisis queda más en evidencia la injusticia. Un concejal hizo una comparación compleja al pedir que no se estigmatice y dijo que “un legislador no puede vivir con $ 700.000, si para no ser pobre en Argentina se necesita $ 450.000”. Suena como un sofisma, porque hay muchos sectores que se ven obligados a vivir con menos de esa suma, como los jubilados y los docentes, entre muchos otros que tienen que esperar decisiones del poder (los pasivos) o hipotéticas mejoras en lejanas y difíciles paritarias (los docentes). Hubo un dirigente que directamente desafió a quienes se aumentan sus dietas a que prueben vivir con el sueldo de una docente.

Esto genera preguntas sobre la organización de la pirámide salarial en el Estado, de acuerdo a paritarias por sectores y a normas discrecionales en otros. Antes hubo una ley de enganche que establecía niveles y distribuía equitativamente y que se derogó por diferentes razones, al igual que el ajuste por inflación que tenía el Estado tucumano hasta hace poco. Ese debate acaso se debe dar, así como la razón de los ingresos de quienes están en los cuerpos legislativos: ya se ha dicho que no se pueden justificar los montos que reciben en función de las supuestas ayudas discrecionales que tienen que dar a la gente que les va a pedir.

Las justificaciones para los aumentos no pueden darse en un contexto de crisis como el actual. Bien dice el ex presidente uruguayo José Mujica que el bien común al que tiende la política y la administración del Estado nos ampara, pero que a veces “la política se desvía porque se mezcla con otras cosas que tenemos adentro, como la vanidad, la ambición”. Conocido por su modo de vida austero y por su valoración de la política y los partidos, Mujica es un ejemplo de los modos que deben marcar la vida pública. Uno de ellos es la discreción de los actos públicos y el sentido del momento en que se debe actuar. Hay que cuidar las formas de hacer las cosas, sobre todo en una sociedad azotada por los problemas, que siente que, aunque en democracia todos deberíamos ser iguales, cabe la ironía de que en ciertos casos “algunos son más iguales que otros”. En sus diálogos, Platón decía que el objeto de la política es el “bien del alma” de los ciudadanos, es decir la virtud. La política debe dar el ejemplo siempre, porque si no se degrada con ella la vida en la sociedad.

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