Alex Guersman, el actor tucumano que triunfa en Londres

Se formó en actuación en Estados Unidos y trabaja en series en Europa. Los comienzos en el teatro musical y la importancia de poder jugar.

Alex Guersman, el actor tucumano que triunfa en Londres
09 Enero 2024

Alex Guersman se define como un artista curioso hacia la vida. A los 15 años, se grababa recitando textos en inglés y a los 23 se codea en Europa con actores y actrices reconocidos en series y películas. El tucumano está de vuelta transitoriamente en su provincia para regresar a fin de mes a Londres, desde donde impulsa su carrera.

“Soy una persona interpelada completamente por lo lúdico, que busca el sentido del juego en todos los ámbitos, no solo en lo laboral sino también en lo social y en las cosas que me conectan con la infancia”, le dice a LA GACETA. Evoca así un momento de su vida que fue crucial en la decisión de estudiar una carrera artística y que hoy le permite hacer todo lo que siempre quiso: explorar la actuación, el canto y la música. Tiene historias que lo atraviesan desde pequeño en el colegio Boisdron, y que pasaron a ser aventuras lejos de la familia y proyectos artísticos a futuro.

Vivir el presente se ha convertido en una filosofía de vida y la actuación tuvo mucho que ver con esto. “La única manera para que eso funcione es que vos estés acá y ahora”, comenta. Y continúa: “la actuación te obliga a estar en el presente, a estar en el momento donde estás, escuchando a la otra persona y viviendo eso que está atravesando el personaje. Otras cosas en la vida te obligan a estar en el pasado y en el futuro, pensando 1.000 cosas a la vez”.

De ingeniero a actor

De chico, Guersman quería ser ingeniero en sistemas porque le gustaban mucho los juegos, pero la vida le tenía preparada una vuelta de tuerca. En su colegio de Yerba Buena tenía dos materias electivas: teatro o cine. La segunda le gustaba demasiado pero no había cupo, y terminó en teatro. Y sin imaginarlo pudo comenzar a jugar, tal como quería desde chico, en un escenario diferente.

“Audiciono para ‘El Hombre de la Mancha’, que era el musical que siempre se hacía ahí y me dan el papel principal de Cervantes -recuerda-. Aunque ya venía viendo películas y grabándome leyendo novelas de Stephen King, ahí supe que quería ser actor”. Al terminar el secundario, en vez del tradicional viaje de egresados, decidió ahorrar para irse de intercambio a Estados Unidos.

En Santa María, California, terminó los últimos seis meses de estudio para luego tomar el rumbo hacia su carrera profesional. “Ingresé al PCPA (Pacific Conservatory Theatre), un programa de dos años de duración. De entre 1.000 personas que se presentaron, quedamos 32 tras un proceso selectivo”, destaca. Volvió y preparó alumnos en inglés para poder pagarse su estadía. Luego, consiguió una beca por excelencia académica y profesionalismo. Interpretó obras de William Shakespeare y el musical “Peter Pan” y logró otros papeles, pero al no tener visa de trabajo optó por irse a Inglaterra con su pasaporte italiano. Allí comenzó otra etapa, con representante y proyectos.

Alex Guersman, el actor tucumano que triunfa en Londres

“Llegó 2020 y la pandemia. Volví repatriado a la Argentina y me quedé seis meses”, describe. Aunque el tiempo jugaba a detenerse, él no quería hacerlo y siguió preparándose. Rodó el corto “Sangre de mi sangre”, de Franco Mirra junto a Lili Juárez (fue premiada por el trabajo) e hizo pruebas on line para una serie en Eslovenia, para la cual fue seleccionado y volvió a Europa. Otra vez se despidió de su padre Gustavo Guersman y su madre Nilda Chiarello.

Su carrera dio un salto cuando se sumó al elenco de “The Split” (serie británica) en su tercera temporada como Gael, un argentino músico que enamora a la hija de la pareja protagonista. Justo él: tucumano y guitarrista... “Fue una experiencia muy buena, con artistas muy establecidos en el medio. A mitad de este año se estrenará una película de terror, género que crecí viendo; entonces siento que Alex chiquito estaría contento de saber que estoy haciendo esto. Luego veremos qué nos depara, porque si hay algo que tiene esta carrera es incertidumbre: podés tener muchos altibajos, muchas olas, pero mientras tanto hay que tratar de pasarla lo mejor posible”, subraya.

El juego como motor

Todos tenemos un niño interior que quiere jugar. Algunas cosas nos permiten hacerlo, como por ejemplo la actuación, porque a través de ella podemos imaginar múltiples escenarios, tiempos y personajes.

Para Alex, cada uno de nosotros “tenemos válvulas en el cerebro que vamos desarrollando a medida que crecemos; nos sirven para filtrar y encasillar cosas, y decir esto pertenece a tal categoría, esto a tal otra”. “El hecho de jugar es abrir esas válvulas y de cierta manera, entrar con curiosidad para ver qué sacamos de cada casilla. Jugar es como tener ese sentido de aventura y de no querer rotular, o no confiar demasiado en las válvulas de la madurez”, dice entre risas el actor.

Se desafía todos los días a jugar pero reivindica que para hacerlo hay que construir las condiciones adecuadas: “cuanto más nos juzgamos, más juzgamos el mundo. Entonces hay que aprender a dominarlo porque el juego triunfa cuando el juicio se encuentra callado en nuestra mente. También hay que entender que nuestra identidad va cambiando. Somos seres maleables que estamos acá de manera temporal”. Así, tenemos la capacidad de “poder decir esto sí por ahora y después no sé”. Dejarnos llevar por la marea del destino sabiendo que las cosas cambian como cambiamos nosotros. “Lo más paradójico es que mientras uno crece, más responsabilidades tiene y más complejo se ve el mundo. Ahí es donde hay que refugiarse en el juego, pero no en el sentido de pretender inocencia sino en el jugar real de poder estar abierto y dejar que el corazón sea permeable a las cosas del mundo. Jugar te devuelve la curiosidad”, reafirma.

Alex refiere luego a la pirámide de Maslow, o jerarquía de las necesidades humanas, una teoría propuesta por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow, que sostenía que a medida que uno va pudiendo satisfacer las necesidades básicas -como comer, beber o vestirse- van surgiendo otras que tienen que ver con la seguridad, la afiliación, el reconocimiento y la autorrealización. Para el actor tucumano, jugar es un privilegio que se encuentra en la cima de esa pirámide. En su caso, no hubiera sido posible sin la contención de su familia y la base primaria necesaria para vivir y existir (como la alimentación). “Por suerte esos eslabones, en mi vida, están cubiertos ya que no tenerlas te impiden jugar”, asegura.

Esa base le permitió irse solo del país a los 17 años. “Estar lejos y sin tu familia te hace armar la coraza del ‘yo puedo solo’ que se disuelve cada vez que vuelvo y te succiona hacia las raíces, en contacto con mi familia y con la naturaleza, que tiene mucho por enseñarnos”, reconoce, y valora “pisar descalzo la tierra, que es el momento en el que más me siento conectado; ser parte del colectivo con la naturaleza me importa mucho y lo trato de ejercer día a día”.

Otro elemento clave en su vida es la búsqueda de justicia y el amor, al que considera la fuerza motriz de todo, más allá de que “tenga capas y manifestaciones pasionales”. “Muchas cosas que pasan en el mundo me llegan, como el dolor y las tragedias. Trato de convertir eso en acciones desde donde puedo y desde donde se me permite intervenir. Somos todos seres humanos que estamos aprendiendo”, sostiene. Y en esa evolución se encuentra inmerso, haciendo de su arte su vida (Producción periodística: Natalia Roldán).

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