Históricamente, el tiro fue, y es, un deporte con mucha tradición en Tucumán. Son muchos los grandes tiradores nacidos en nuestra provincia, en décadas pasadas, e incluso en la actualidad. Pero hubo un año en particular en que la provincia recibió lo mejor de lo mejor en la disciplina: 1981, cuando fue sede del Campeonato Mundial de tiro al plato.
El país ya había recibido mundiales de tiro en dos ocasiones: 1903 y 1949. Ambos fueron en Buenos Aires, y contaron con distintas categorías. En 1981, fue la última vez que Argentina recibió el evento, y si bien los eventos de tiro al blanco móvil fueron, nuevamente, en Buenos Aires, Tucumán recibió las competencias correspondientes al tiro al plato, que fueron dos: foso olímpico y skeet.
El evento fue una verdadera revolución para la provincia. Más de 120 tiradores, provenientes de 28 países diferentes, llegaron para participar del evento, según consignan las crónicas de LA GACETA de ese entonces. El Tiro Federal albergó las dos competencias: la de skeet, que se llevó a cabo del 25 al 27 de octubre, y la de foso olímpico, del 30 de octubre al 1 de noviembre. Además, hubo un acto inaugural, donde cada delegación desfiló con su bandera, que se realizó en el Palacio de los Deportes y que tuvo una multitud en las tribunas.
“Un país tiene que esperar por lo menos 25 años para ser sede de un Mundial de tiro. Para Tucumán, fue algo extraordinario”, recuerda Hugo Diamante, miembro del Comité Organizador del certamen. “El público que vino fue impresionante. Era una época donde uno pedía silencio y se callaba todo el mundo, y a la gente le gustaba el tiro, miraba. Fue todo muy lindo”, agregó.
En la competencia de skeet, el ganador entre los hombres fue el soviético Tamaz Imnaishvili. Con 27 años, conseguía el primero de sus tres podios mundiales, aunque el logrado en Tucumán sería su único título; nueve años después, fue bronce en Moscú, y en 1993, en Barcelona, ya representando a Georgia, fue medalla de plata. La gran ilusión local era Firmo Roberti, subcampeón mundial apenas tres años antes; sin embargo, el cordobés radicado en Tucumán terminó en el puesto 47°.
Justamente, en torno a Imnaishvili, hay una anécdota reciente, cuenta Diamante. “Hace 2 años, un socio del Tiro Federal, Fernando Vidal, fue a Rusia, y se lo encontró al tipo, que era instructor de tiro y juez. Entonces, a través de un intérprete, le preguntó si se acordaba de Tucumán, y el tipo le dijo que sí, y me describió a mí. De mí no se iba a olvidar nunca, porque estábamos en plena Guerra Fría, y lo trataba bastante mal”, recuerda, divertido, el tirador tucumano.
En la rama femenina del skeet, la ganadora fue la china Wu Lanying, en lo que fue el único podio mundial en toda su carrera. En juniors, por su parte, ganó otro soviético, Anatoly Federov. En esa categoría, hubo una medalla para Argentina, y para Tucumán: Alejandro Díaz fue bronce. Un tirador cuyo paradero, para la comunidad del tiro tucumano, es una incógnita. “Era hijo de Alejo Díaz, tirador amigo nuestro. El padre falleció hace mucho, y Alejandro no sé dónde está; no volvió nunca más al club, no lo vimos por la calle. No sabemos dónde está”, contó Diamante.
También en skeet, en la competencia por equipos, Italia se quedó con el título entre los hombres, China entre las mujeres, y la Unión Soviética entre los juniors, superando por cinco aciertos al equipo argentino, que obtuvo la medalla de plata. Por otra parte, en foso olímpico, el soviético Alexandre Asanov fue campeón entre los hombres, ayudando también a su país a conseguir el título por equipos; la canadiense Susan Nattrass, una verdadera leyenda, ganó entre las damas, obteniendo su sexto título consecutivo, y el penúltimo de su carrera (volvería a campeonar 25 años después, en Zagreb); y el estadounidense Billy Cole se consagró entre los juniors.
Más allá de lo estrictamente deportivo, el Mundial dejó muchas anécdotas para el recuerdo. Algunas de ellas las recuerda Diamante, con mucha claridad, y una en particular le quedó muy marcada: la presencia de Mark Wayne Clarke, general del Ejército de los Estados Unidos, que tuvo una participación destacada en la Segunda Guerra Mundial, y que llegó a Tucumán como jefe de la delegación norteamericana.
“Era un tipo encantador, hablé con él muchas veces. Un día, yo estaba descansando, y vino a felicitarme por los platos; me preguntó dónde los compramos, y le dije que los fabricamos acá. Me pidió ver la fábrica, se vino con una máquina fotográfica. Donde hicimos los platos era un galpón inmundo, había pintura naranja por todos lados, porque los pintamos ahí, y el tipo, muy serio, me preguntó si podía sacar fotos. Parecía que estaba viendo un submarino atómico”, relata Diamante.
Justamente, el haber fabricado los platos en la provincia fue algo inédito, y también motivo de orgullo, asegura Diamante. “Fabricamos cerca de 75.000 platillos de arcilla. De ese número, entre entrenamientos y competencia, calculamos que habíamos tirado cerca de 50.000 platos en el Mundial. Nos quedaron platos como para tirar tres años más acá en Tucumán”, señala.
Otro suceso divertido que recuerda Diamante tiene que ver con una costumbre que, en ese momento, todavía no estaba tan arraigada en la cultura argentina: Halloween. “Los norteamericanos organizaron una fiesta en la cantina del club, y nos invitaron a todos. Yo no fui, porque terminaba el día agotado, pero mucha gente fue. Acá no sabían lo que era una fiesta de Halloween, y la pasaron de diez”, subrayó el tirador tucumano.
Poco más de 42 años pasaron ya de aquel evento, que convocó multitudes en el Tiro Federal. Nada menos que un Mundial en Tucumán. Hoy, parece difícil imaginarlo, pero sucedió, y fue un verdadero éxito.