En los últimos días, intercambiamos opiniones por mail con Osvaldo Ferrari sobre su charla con Borges acerca de la identidad de los argentinos. La mirada de Borges, decía Ferrari, contiene una expectativa que deberíamos tener en cuenta hoy: ¨Somos lo que queramos y lo que podamos ser¨.

Este intercambio se dio mientras leía el último libro de Pedro Barcia, que se llama casualmente La identidad de los argentinos y que tiene algunas páginas dedicadas a Borges y su visión de sus compatriotas. En el fragmento que reproducimos en este número aparece una referencia a los diálogos de Borges con Ferrari junto a un análisis, que no puede tener más vigencia en las discusiones políticas -casi existenciales- del presente, sobre la relación que tenemos –y que tenía el propio Borges- con el Estado, el individualismo y la anomia. Por otro lado, el fragmento de la entrevista que precede a estas líneas, en la que Ferrari habla sobre la relación de Borges con el público, ahonda en las ideas borgeanas acerca del individuo y las masas, dialogando con la nota de contratapa sobre Glenn Gould.

El libro de Ferrari encuentra ahora su edición definitiva después de ediciones parciales y conflictos judiciales (María Kodama cuestionó judicialmente su reproducción, hasta que la Corte Suprema falló a favor de los derechos de quien había sido su interlocutor). Reúne, por primera vez en un solo volumen y en castellano, 118 charlas que se emitieron entre 1984 y 1985 en Radio Municipal (el antecedente fue una compilación japonesa a propósito de la cual lo entrevistamos para este suplemento en 2022). En Los diálogos encontramos al último Borges, en la etapa final de su vida, y a un Borges oral que se autoimpone la máxima espontaneidad. Le puso una sola regla a Ferrari: los temas de conversación no se acordarían previamente.

Aparecen, naturalmente, los temas clásicos del escritor como también opiniones acerca de cuestiones llamativas, disparadas por la habilidad y la lucidez de Ferrari para conectar tópicos, intervenir y preguntar. El libro nos ofrece la posibilidad de leer –como si estuviéramos escuchándolo- a un Borges admirable. En tiempos en los que nos asombran los prodigios de la Inteligencia artificial, resulta interesante leer estos diálogos en los que nos deslumbra un cerebro en acción, que parece superar toda escala de procesamiento de conceptos y de formulación de ideas, con una agudeza filosófica y una estética extraordinarias. En el límite de la capacidad humana, más allá de las conjeturables aptitudes de una máquina.

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