Los rasgos identitarios*
04 Febrero 2024

Por Pedro Luis Barcia

Como se sabe, Borges era declarado minarquista, deudor de Herbert Spencer, con su lema: “un máximo de libertad individual y un mínimo de Estado”. Pero en el argentino dicho individualismo es deficiente, incompleto.

Dice: “Nuestro individualismo sería un buen rasgo, pero no sé si hemos sabido aprovechar ese rasgo; yo creo que no”.

Una primera afirmación fuerte en esta pieza es: “El argentino es un individuo, no un ciudadano”. El individuo es lobo solitario, no tiene sentido de solidaridad, ni comparte nada. El mal efecto capital es que es anómico. Como he dicho la anomia se radica entre nosotros por dos razones: los argentinos no cumplimos con las normas mínimas de convivencia ya ello se le suma que los gobiernos no hacen cumplir dichas normas, con lo que genera impunidad. Con ello se afinca la naturalización de la anomia.

El principio del bien común es desconocido entre nosotros. Por eso no es un ciudadano, no sabe convivir en la polis.

Un segundo apotegma, digamos así, que Borges asienta en la brevedad de este ensayo es: “El argentino no se identifica con el Estado”.

Lo ve como enemigo. Cruz se suma a Fierro contra la partida. Por eso, el robo al Estado no lo siente como delito. Sin advertir que, a la larga todos somos perjudicados por esta estimación. “Su héroe popular es el héroe solo que pelea con la partida”.

“Se dirá que los rasgos que he señalado son meramente negativos o anárquicos; se añadirá que no son capaces de explicación política. Me atrevo a sugerir lo contrario. El más urgente de los problemas de nuestra época es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo (...) el individualismo argentino, acaso inútil no perjudicial hasta ahora, encontrará justificación y deberes”.

Dice en otro sitio: “Robar dineros públicos -para los argentinos- no es un crimen, por consiguiente, el contrabando y la coima son operaciones que merecen respeto y, sin duda, envidia” (Borges y Ferrari, Reencuentros. Diálogos inéditos. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999, p. 112).

*Fragmento de La identidad de los argentinos.

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