Todos los días vemos que los precios de nuestros consumos suben al ritmo de la creciente inflación en que nos sumergió el Libertario. Sin embargo, tres de las grandes empresas líderes en cibernética y tecnología anunciaron la producción y venta de unas gafas o antiparras que producen efectos visuales que llaman “realidad aumentada”. Lo cierto es que hasta ahora nadie entiende demasiado bien para que sirven y cuál es su verdadera utilidad. Sin duda, lo cierto es que se fabrican con el fin de entretener y crear adicción como ya ocurre con otros artefactos. Hasta ahora sabemos los que nos informan quienes discurren sobre el aparato, y explican que su costo estará alrededor de 40 dólares. Permitirán todo tipo de entretenimientos y de comunicaciones, y que además se podrá manejar un auto con las gafas puestas con la ventaja de que se verá el entorno con realidad aumentada (¿). Es de suponer el peligro que podría significar que un conductor vaya hablando por celular como hacen todos y además lleve las gafas puestas. Sin embargo, creo que la mayoría de nosotros tendremos que esperar la dolarización prometida por Milei para que podamos comprar una gafa en el kiosco de la esquina y así poder alegrarnos cuando veamos con “realidad aumentada” el monto de nuestra jubilación en el ticket que emite el Banco. Para aquellos que no las puedan adquirir, recomiendo que lean alguno de los libros del antropólogo Carlos Castaneda. Hay quienes niegan la veracidad de lo que cuenta, pero se trata de enseñanzas que el autor recibe de Don Juan Matos, un indio Yaqui chaman del sur de México, quien, después de muchos encuentros y durante años, le enseña el poder alucinógeno de algunas hierbas de Oaxaca como el Mezcal, el Xilosive o la Datura, alguna de las cuales, administradas mediante una adecuada preparación, lo ponían en un estado mental que le permitía experimentar como se ve el mundo cuando la “realidad está aumentada”.
Humberto Hugo D'Andrea
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