En respuesta a las cartas enviadas por el señor Arturo Garvich el 20 de noviembre de 2022 y el 13 de febrero de 2024, cumplo en comentarle lo siguiente: tal como le gusta el señor Garvich hacer un poco de historia, pero siempre con la conveniencia para la defensa de sus ancestros, yo haré lo mismo pero de una manera imparcial. Hay que recordar que el pueblo judío fue liberado por Moisés del cautiverio en Egipto y guiado por Dios a la tierra prometida en una época muy remota, tanto que no sé si se podrá precisar con esa actitud. Bien, después de 40 años de vagar por el desierto los judíos llegaron a la tierra prometida (hay que recordar que fueron castigados por idolatría, siendo esa la causa de su demora en llegar a destino). Al llegar, ¡Oh sorpresa! Se dieron con que la tierra prometida estaba habitada por distintos pueblos (¿entre ellos palestinos?) y no tuvieron más que hacer la guerra contra ellos para ocupar sus tierras. Entonces no llegaron en son de paz, sino que se asentaron en esos lugares a sangre y fuego. (Al respecto, yo siempre me pregunté ¿cómo es que Dios dio al pueblo judío una tierra para que la ocupe a través de lucha y guerras?) ¿Extraño, no? Pero así se narra la historia en el Antiguo Testamento. Conclusión: el pueblo judío en su origen fue guerrero. Así empezó la violencia que caracterizó siempre a esta región. Por supuesto que puede haber otras razones que se agreguen a esta, la principal. Ahora peguemos un salto en la historia y lleguemos a 1948. Tal como narra el señor Garvich, Gran Bretaña se retira de Palestina (sic) y los árabes no aceptan la creación del Estado de Israel. Luego en 1967 Nasser de Egipto, con Jordania y Siria, bloqueó el golfo de Akaba e Israel respondió con la Guerra de los seis días, obteniendo una “impresionante victoria” (sic) anexando Cisjordania y las alturas del Golán (nuevas incorporaciones por la fuerza). Luego en 1992 (embajada de Israel en Argentina) y 1994 (AMIA) los terroristas de Hezbollah causaron muchas muertes, heridos y daños para nuestra lamentación. Pero así como los de Hamas, son terroristas, no son religiosos islámicos. Hay que diferenciarlos porque la religión islámica no tiene nada que ver con estas acciones; es más, las denosta. Y el señor Garvich ha buceado en el Corán pero lamentablemente para buscar los párrafos que puedan respaldar su idea errónea de que la religión islámica es la culpable de la violencia desatada. El origen de la violencia está en el ser humano. Esta guerra se terminará, si es posible, cuando el señor Garvich y yo, así como todos los habitantes de buena voluntad del planeta se transforman en seres pacíficos, cooperativos, solidarios, tolerantes (aún con los intolerantes) y amorosos (el amor tiene que aparecer). Ya sé que es una utopía, pero es la única manera en que la tierra se transforme en un oasis de paz y amor. Es difícil, pero no imposible. Pero no lo lograremos si persistimos en seguir siendo violentos, guerreros y faltos de amor. Y seguir peleando por nuestra quintita sin reconocer a nuestros semejantes como hermanos. Sí, judíos y árabes (palestinos también), rusos, ucranianos, etc. tienen que aprender a desprenderse de los nacionalismos y ver a los demás como personas y tratarlos como tales. ¿Será posible? ¡Ojalá! (palabra derivada de la expresión “Oh Alá”).
Abraham Rahman
25 de Mayo 1.996
S. M. de Tucumán













