La reedición de Suite francesa resucita, una vez más, a la extraordinaria Irène Némirovsky

Se negó a sumarse al éxodo ante la inminencia de la ocupación nazi en Francia y murió en Auschwitz. Suite francesa, su novela inconclusa y obra maestra, sobrevivió gracias a sus pequeñas hijas, que conservaron los manuscritos de su madre, y fue publicada 62 años después de haber sido escrita. Ganó el Premio Renaudot, fue traducida a varios idiomas y despertó la admiración del público y la crítica sobre toda la obra de Némirovsky.

NOTABLE TALENTO. Construyó personajes de conmovedora humanidad. NOTABLE TALENTO. Construyó personajes de conmovedora humanidad.
10 Marzo 2024

Las dos primeras décadas del siglo XX fueron el escenario de tumultuosos cambios políticos y sociales en la autocrática Rusia zarista. En 1917, mientras en Europa culminaba la Gran Guerra, la Revolución bolchevique, liderada por Lenin y Trotski, finalmente ponía en el poder al pueblo, a los siervos, al campesinado, a los miserables. Este largo y sangriento proceso generó una atmósfera invivible para la nobleza y los privilegiados del sistema imperial, que perdieron sus fortunas cuando no la vida. Otros lograron huir a Europa. La familia Némirovsky, por ejemplo, aristócratas judíos de gran fortuna, a comienzos de 1918 emigraron desde Kiev, capital de Ucrania, y tras recalar un tiempo en Finlandia llegaron a Francia siete meses más tarde, promediando 1919. La única hija del poderoso banquero y su mujer, Irène, era una jovencita de 16 años que había sido criada desde la cuna por niñeras, víctima inocente de la indiferencia de una madre dura y frívola, que al instalarse en París no se resignó jamás a la pérdida de sus privilegios de aristócrata. Años más tarde Irène escribiría una novela maravillosa, Jezabel, en la que detrás de un personaje de ficción, delineado con más dolor que resentimiento, aparece el retrato de esa madre que la condenó a la tristeza y eventualmente a una elección equivalente al suicidio.

Pero antes de esa etapa de madurez profesional que le permitió asomarse a su propia historia y escribir desde la carne viva, la solitaria adolescente rusa que hablaba siete idiomas atravesó la necesaria etapa de una formación literaria en la Sorbonne. Allí se graduó con honores en la carrera de Letras y encaró apasionadamente la actividad de narradora. Dos años más tarde su primera novela, David Golder, la convertiría en la escritora mimada de la intelligentsia parisina. Le siguieron numerosas novelas –casi 20- que confirmaron su notable talento para construir personajes de conmovedora humanidad. Tanto David Golder como El baile fueron llevadas al cine.

Rechazo al éxodo

Mientras, en 1939, al estallar la Segunda Guerra Mundial y avanzar los nazis sobre países de Europa, la ilusión de una paz duradera se agotaba de golpe tras poco más de 20 años. Para 1942 la toma de París era una perspectiva inminente y con ella los febriles preparativos de la gente para abandonar la ciudad y salvar por lo menos la vida; un éxodo de hormigas, las pertenencias a cuestas mientras fuera posible. A pesar de saber que su decisión la condenaba a la muerte, la escritora declinó la posibilidad de sumarse al éxodo. Poco después la ocupación nazi consideró que eran una familia de judíos apátridas y prohibió la publicación de los escritos de Irène, le negó la posibilidad de trabajar a Michel Epstein, su marido, y hubieron de prenderse la estrella amarilla en el pecho.

Valija con manuscritos

Suite francesa, la novela que Irène escribió con letra diminuta en el papel que podía conseguir, consta de dos partes: el relato de ese éxodo en el que ella eligió no participar y el regreso de la gente a la ciudad tras la firma del vergonzoso Armisticio del mariscal Petain, la convivencia de los franceses con el enemigo, las delaciones de los colaboracionistas, la heroica Resistance. La novela quedó inconclusa y sin embargo se la considera su obra maestra. Fue publicada recién en 2004, una aparición muy tardía que hicieron posible sus dos hijas pequeñas, Denise y Elisabeth, protegidas por amigos personales de sus padres cuando, al ser hecha prisionera Irène, la abuela rehusó abrirles la puerta de su casa. Las niñas cambiaron numerosas veces de refugio pero a todos lados se trasladaron con una pesada valija con los manuscritos inéditos de su madre.

Irène Némirovski, esa mujer que había contribuido con su genio y su pasión al enriquecimiento de la literatura del país donde creció y desarrolló su arte, fue deportada por la gendarmería francesa y murió en Auschwitz a los pocos días. Tres meses más tarde su marido moría asimismo en las cámaras de gas.

(c) LA GACETA

Alicia Plante - Escritora y periodista. Autora de La trilogía del agua.

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