El miedo no conoce oportunidades

El debate sobre la reforma electoral ha sido planteado. Hay proyectos en marcha. No se sabe si hay interés de profundizarlo de toda la dirigencia. La incapacidad para debatir frena la transformación.

El miedo no conoce oportunidades

Una frase del escritor francés Víctor Hugo viene bien en estos tiempos tucumanos. El autor de Los Miserables dejó escrito alguna vez el siguiente pensamiento: “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento”.

Desde hace décadas en esta provincia se viene madurando el pensamiento de que la forma en que se elige a los representantes no es la mejor. ¿Qué implicaría ser consecuente con ese superlativo? O en todo caso, cuando se entra ese terreno de las comparaciones, ¿mejor a qué?

Hay un convencimiento generalizado en la sociedad tucumana de que los comicios deben ser transparentes y accesibles para todos los ciudadanos y que las autoridades deberían prevenir cualquier cosa que suponga una trampa o un fraude electoral, o cualquier cuestión que afecte la representatividad justa del elector. Paradójicamente, se reconoce tácitamente que el proceso de elección es un negocio en el que aquel que pone más plata tiene más posibilidades de llevarse un premio mayor. No son muchas las ideas que se ponen en juego sino las imágenes y eslóganes por lo general vacíos de contenido y de compromisos.

Tal vez por todo esto, y porque cada cuatro años, además de elegir se pone en práctica el mecanismo de desconfianza, es que el gobernador de la Provincia ha planteado la necesidad de revisar el sistema electoral de los tucumanos.

Con esta iniciativa puesta en letras de molde el 1 de marzo, Osvaldo Jaldo no se ha convertido en un imaginativo, inspirado e inédito estadista. Cuando el bussismo era una amenaza política para las fuerzas tradicionales de la política se avanzó en la reforma electoral y se fue en busca de la Ley de Lemas. En el momento en que José Alperovich vio que tenía la posibilidad de perpetuarse en el poder no sólo reformó la Constitución sino también puso en vigencia el sistema de acoples. Cuando Juan Manzur vio que llegó al poder tambaleando porque los artilugios y picardías eran sinónimo de fraude “amenazó” con cambiar el sistema para llevar tranquilidad. Finalmente, cuando él se convenció de que nada pasaba en la cima del poder, no hizo nada. Ni siquiera cumplió con la promesa de enviar una ley de acceso a la información pública.

Este último martes, la legisladora Carolina Vargas Aignasse, en nombre del oficialismo, y el legislador Manuel Courel, encarnando a la oposición, coincidieron en la necesidad de revisar algunas cuestiones. Plantearon que era importante aceptar el convite que había lanzado el gobernador. Ante las cámaras de LG PLAY, el canal televisivo de LA GACETA, reconocieron que la gente exigía esta transformación. ¿Por qué Jaldo habrá puesto en movimiento este debate? En principio, no le hace falta. Cuando el mandatario provincial sorprende con sus intervenciones suele repetir que lo hace “por Tucumán”. Con esa explicación trata de esquivar ese “inconsciente colectivo” de que el político hace las cosas pensando en su grupo -los partidos no existen- o para sus propios bolsillos.

Ejes opositores

En la Legislatura de Tucumán el bloque radical donde se aloja Courel ya ha presentado una serie de proyectos con el objetivo de empezar a debatir algunas transformaciones. Los ejes de esos impulsos son la modernización y la ampliación del debate electoral convirtiéndolo en obligatorio; la regulación del acople electoral; un régimen de sanciones contra el acarreo y contra el clientelismo; la regulación de la publicidad oficial; la modernización de la Junta Electoral y el financiamiento de las campañas electorales.

Debate: El proyecto prevé obligar a un debate a los postulantes a gobernador y sanciones para aquellos que no asistan. Plantea también la participación ciudadana en la selección de temas que se pondrán en discusión.

Acople: El proyecto es modificar la ley electoral autorizando a que compitan en los comicios la fórmula oficial del Ejecutivo y sólo dos acoples más como máximo.

Acarreo: Se promueve la prohibición del acarreo y de la distribución de bienes por votos. Para ello se proponen sanciones para los infractores que incluyen multas y exoneraciones. También piden la implementación de restricciones a cambios de personal en tiempos comiciales.

Publicidad oficial: Los proyectos proponen regular su implementación, prohibirla durante los procesos electorales e impedir utilizar nombres propios e identificaciones personales así como limitar el gasto.

Junta Electoral: Se defiende la ampliación de las atribuciones de la Junta Electoral y la incorporación de tecnología para el cumplimiento de sus tareas.

Financiamiento de campaña: Se propone que el financiamiento sea auditado por la Junta Electoral, que no haya financiamiento público y que los aportes sean sólo de entidades identificables. También se analiza que los fondos sean de cuentas bancarias y que haya informes públicos previos y finales.

Voto electrónico: el proyecto que ya está en al Cámara prevé que se garanticen la forma de auditar, la privacidad para que se asegure el carácter secreto del sufragio, la accesibilidad de manera que cualquier ciudadano pueda cumplir con su deber cívico y la confiabilidad del sistema aplicado.

La preocupación sobre estos temas tiene fecha de vencimiento. Apenas pasan los comicios la ciudadanía se olvida de los malos tragos, de los enojos y hasta de las ventajas -¿por qué no?- que significan las campañas y los días de votación. Cuando se vuelven a acordar ya es tarde, porque está todo definido. Por eso, si no hay un interés real y acciones para poner en marcha el proceso de transformación, no pasará nada. Tampoco le sorprenderá a nadie, ya que así ha venido sucediendo.

Tal cual lo definieron Ricardo Ferraro, de la UBA, y Luis Rappoport, también de la UBA, en su libro “Presidencialismo absoluto y otras verdades incómodas”, el personalismo es un problema a la hora de debatir estas cuestiones. “A menudo los interlocutores no son partes de una deliberación, no discuten ideas. Usan las ideas para buscar un posicionamiento con relación al poder. La deliberación democrática supone cierto desprendimiento, requiere hablar de las cosas, aportar un pensamiento y ser permeable al pensamiento ajeno”, sostienen en la página 126 de ese trabajo. Las dificultades que tienen los principales actores de la vida para expresar ideas y para aceptar al otro hacen que se presagie un fracaso respecto del convite que lanzó Jaldo el 1 de marzo.

Como si estuvieran en este Tucumán modelo 2024, Ferraro y Rappoport advierten que “probablemente sea difícil alcanzar ese desprendimiento si prima el personalismo y si los escasos debates giran alrededor de ideas preconcebidas, en lugar de girar alrededor de los diversos cursos de acción y sus eventuales consecuencias. Es decir, si en lugar de priorizar los modelos se prioriza la gestión y su crítica”.

Los discursos de la política argentina merodean por estas cuestiones. Tanto es así que es común escuchar a los ministros de Economía -incluido el actual- o a los gobernadores -incluido el actual- destacar como un logro que se hayan pagado los sueldos, que se esté al día. Debería ser una obviedad o una obligación de toda gestión no algo para resaltar como algo extraordinario que se ha conseguido. En el discurso lo disfrazan con el ropaje de “paz social”. Es decir afirman que eso es sinónimo de que no hay protestas porque se cumple con la responsabilidad de administrar bien. No se trata de una excepción sino de la normalidad.

El pensamiento de Ferraro y de Rappoport se repite en cada cuestión que se vive en la provincia -y en la Argentina-, es la base de la grieta misma. El conflicto del transporte es una muestra de eso. Han pasado años con el problema. Ninguna idea transformadora se ha instalado. Sólo dejar que las unidades se deterioren, que los subsidios aumenten y que todo sea un toma y daca (gestión y crítica, dirían los autores) sin profundizar debates ni agudizar el ingenio.

Yerba Buena es un ejemplo también de ese proceso. Sus diferentes referentes han enarbolado el valor de la calidad de vida y de la fuerza de la naturaleza. Han promovido -principalmente de palabra- las caminatas y el uso de las bicicletas. Sin embargo, el crecimiento ha sido tal que las dos principales avenidas en ningún minuto del día se encuentran liberadas de autos y de velocidades que no son las propias de lo que se promociona. Hasta las famosas bicisendas han perdido su verdadera función. Ahora se dedican para albergar caminantes que suelen no encontrar veredas para circular. Y, ahí aparece, una vez más la discusión de siempre: “no es la municipalidad sino los vecinos los que se tienen que ocupar de las veredas”. Es cierto, pero mientras discuten, los peatones y ciclistas arriesgan sus vidas y pasan los años sin soluciones. Muy parecido al debate de la reforma electoral. Argumentos sobran, pero los hechos y las transformaciones escasean.

Pareciera que este sistema electoral que delega el poder termina creando dirigentes timoratos que necesitan recuperar lo perdido durante la campaña y que eligen no arriesgar nada para no perder lo obtenido. Con miedo es muy difícil conseguir cambios profundos en una sociedad.

Esta semana que ya nunca más volverá nos enteramos de una reunión entre el Presidente de la Nación y el millonario sudafricano creador de Tesla pero lo suficientemente intrépido y ambicioso como para romper cualquier paradigma. Durante el encuentro Javier Gerardo Milei le propuso a Elon Musk que viniera a la Argentina y en la agenda le propuso un tema como “Demografía, tecnología y crecimiento tecnológico”. Mientras tanto, por estos lares cuesta ponerse de acuerdo sobre cómo poder dialogar sobre la forma de elegir, nada más ni nada menos. “Hay muchos nombres para el futuro, Inalcanzable, se llama para los débiles; Desconocido, para los temerosos. Para los valientes, es una oportunidad”, según Víctor Hugo.

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