“El cine es algo que tiene que transportar, y eso qué tanto podés hacer en una pantalla de celular, donde todo se reduce al solo hecho de mirar. El cine no es una historia; a veces sí, pero contiene un espacio en el que el cerebro puede habitar”, sostiene Carlos Rossini. “El cine es un medio de encuentro y no es lo mismo ser cineasta que hacer una película”, añade.
Las reflexiones del cineasta tucumano intervienen en diferentes debates que existen a nivel internacional en los tiempos de streaming y de las nuevas tecnologías. Y asegura que el cine está en mejores condiciones para hablar de la realidad que el periodismo. El director ha trabajado en películas como “La camarista”, “El Alcalde”, “El viaje de la Nonna” (foto superior), “El Gran Fellove”, “Vivos”, “Bosque de niebla” y “Palabras mágicas”, entre otras realizaciones.
Partió a México hace casi 25 años y estuvo hace unos meses rodando una nueva película en Uruguay. Un tema obligado se agrega en la entrevista y confirma que en México hay un instituto estatal que subsidia y ayuda a las producciones de ese país.
- Como cuando hablamos la última vez hace alrededor de cuatro años, veo que lo tuyo sigue siendo el documental.
- Principalmente trabajo lo documental, le tengo mucho amor, hacer una película con piezas que andan en la realidad, salvajes, eso de reconstruir piezas que andan por ahí. Que están en la realidad, y poder articularlas, como una experiencia que comiencen en una vivencia para el espectador. Me interesa reconstruir esas nuevas piezas porque el cine es espacio y tiempo. Eso sí, más que decir, “ah, voy a recrear un mundo y lo voy a controlar con esto que tiene el cine”, que es una tendencia tradicional. Amo el desafío de creer que puedo armar este rompecabezas, porque el objetivo es espacio y tiempo que la mente pueda vivirlo. Y te digo que es más la no ficción que el documental. El material documental me fascina.
- Trabajaste con el artista chino Ai Weiewei, ¿qué pasó con ese filme que se estrenó en Sundance?
- Fue en “Vivos” que dirigió Ai Weiewei y se estrenó en enero de 2020 en el Festival Sundance. Fui director de fotografía y director de una unidad, pero además, responsable del equipo que trabajó en la película en México. Por estos días estamos platicando con Weiwei para un reestreno ya que se cumple una década del caso Ayotzinapa, de esa atrocidad (N de la R: en septiembre de 2014, 43 estudiantes de profesorado de la Escuela Normal Rural de esa localidad desaparecieron en manos del Ejército y sólo se recuperaron los restos de tres de ellos). Pero además hice un pedacito en México de su nueva película, que habla de la relación de los humanos con otras especies.
- ¿Cuál es tu trabajo hoy?
- He producido y fotografiado y ahora estoy escribiendo un par de ficciones, pero también documentales para el futuro. Me estoy yendo por un lado más lúdico, con materia prima que no es ficción. Hay una necesidad, insisto, porque el periodismo está haciendo aguas por todos lados desde hace décadas. La idea de que el cine tiene un espacio para hablar de la realidad es más fuerte cada día. Serguei Loznitsa reconstruyó el funeral de Stalin como una crónica. Se llamó “Funeral de Estado”, el director toma el archivo y lo organiza. En un concierto, Radiohead reconstruye otro con los videos que les envía su público, ellos no pusieron cámaras, ni editaron. Pero soy director, director de fotografía, productor y me encargo de la posproducción, Me aburre mucho hacer una sola cosa, hago talleres en instituciones educativas y universidades, pero también en espacios no convencionales de enseñanza, hago capacitaciones. Tengo una casa productora desde hace 20 años, pero esa pierde dinero, y arrendamos los equipos para algunas producciones.
- Has dicho que querías jugar.
- El cine documental está demasiado asociado a lo urgente, lo inmediato, a lo político, es el ejercicio del Gobierno, de lo social. Vivo en un país complejo. En general a la gente le cuesta mucho enfrentarse al cine desde lo lúdico cuando se hablan de temas fuertes, se utiliza el humor, la ironía y el sarcasmo y piensa en lo político, me dedico a temas así. En “El Alcalde”, puse 70 minutos la cámara para que hable lo que es aquí un intendente. “Ciudad” (de 2020) es un homenaje a películas como sinfonía de ciudad, con la observación de gestos.
- ¿Qué te gusta ver hoy?
- Disfruté mucho una película sobre Davie Bowie mientras me enojaba con algunas decisiones creativas del director, pero admiré otras. Cuando le preguntan a (Werner) Herzog dice que ve una película al año, yo veo mucho y he revisitado otros filmes como “El fuego interior” que se trata de un par de vulcanólogos que se filmaban entre sí, y es un homenaje a una pareja de enamorados.
- Hablabas del cine con nuevas tecnologías.
- El cine retrocedió mucho, hay una tendencia a la gloria pero la verdad, me llevo el gesto a otro lado. El cine es una cosa que te tiene que transportar y en estos aparatos del teléfono hay un problema físico real, qué tanto de tu visión ves en una pantalla. En el celular estas mirando una historia, y para eso prefiero que un amigo me cuente esa historia, que lo hará mejor. Cuando estás en una sala, el cerebro tiene que creer que eso es verosímil, cuando la pantalla te invada, porque ahí se juntan cosas que no son tuyas con otras que sí y lo vas a habitar.
- Cuando enseñas, ¿qué transmites?
- Siempre discutimos eso, y lo primero que digo es que no se trata de reproducir lo que manda la industria, el capital y que no es lo mismo ser cineasta que hacer una película.
- ¿Cómo ves la movida en defensa del Incaa?
- No le creo a la militancia por WhatsApp, son sólo expresiones, otra cosa es la lucha, el tema se ha visto en México y en otros países. Que lo desarmen al Incaa es una superestupidez.