La misa de hoy: creo que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo

Presbítero Marcelo Barrionuevo.

26 Mayo 2024

Hoy la liturgia nos propone el misterio central de nuestra fe: la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias, misterio inefable de la vida íntima de Dios.

Poco a poco, con una pedagogía divina, Dios fue manifestando su realidad íntima, nos ha ido revelando cómo es Él, en Sí, independiente de todo lo creado. En el Antiguo Testamento da a conocer sobre todo la Unidad de su ser; que a diferencia del mundo es increado; que no está limitado a un espacio (es inmenso), ni al tiempo (es eterno). Su poder no tiene límites (es omnipotente).

También se revela como el pastor que busca a su rebaño; a la vez que se va manifestando la paternidad de Dios Padre, la Encarnación de Dios Hijo y la acción del Espíritu Santo, que vivifica todo. Pero es Cristo quien nos revela la intimidad del misterio trinitario, la llamada a participar en él, y la perfectísima Unidad de vida entre las divinas Personas (Juan 16, 12-15).

El misterio de la Santísima Trinidad es el punto de partida de toda la verdad revelada y la fuente de donde procede la vida sobrenatural y a donde nos encaminamos: somos hijos del Padre, hermanos y coherederos del Hijo, santificados continuamente por el Espíritu Santo para asemejarnos cada vez más a Cristo. Esto nos hace templos vivos de la Santísima Trinidad.

Los Padres de la Iglesia utilizaban la imagen de las dos manos para hablar de la creación: Dios Padre utilizó las manos del Hijo y del Espíritu para dar forma a la creación. Como un alfarero o un escultor las utilizan, dejando sus huellas y reflejos en todo lo creado.

Por eso la contemplación a la que nos invita el Misterio de la Trinidad no es una mera elucubración conceptual, sino que mira a lo creado pleno de belleza, creación hermosa y buena de Dios, buscando captar esa presencia de Dios Trinidad en cuanto nos rodea. En la hermosura de la naturaleza. En la belleza de las creaciones humanas. En cuanto de bueno, verdadero y justo hay, se puede captar para la mirada de fe y de amor, la presencia de Dios.

Reverencia y Humildad de reconocer la inmensa distancia con Él, que Él mismo acorta con la encarnación del Hijo, realizada por Amor a la humanidad, es otra de las claves de ese Misterio de la Trinidad.

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