“Yakuman: hacia dónde van las aguas”, un relato de Tucumán

La realización se estrena en el Cine Gaumont el jueves y podrá verse en Cine.ar Play. Entre el peso de los vestigios del pasado y el presente, con imágenes poco conocidas de edificios como la Catedral o los Tribunales. Cámara fija.

PEDRO PONCE UDA. “Me interesó mucho más la textura de sonidos que el discurso en sí mismo”, afirma. PEDRO PONCE UDA. “Me interesó mucho más la textura de sonidos que el discurso en sí mismo”, afirma.

“Le cuento lo que los ancestros sabían contar, cuando las aguas brotaban de la tierra; era un lugar sagrado, pero unos invasores fundaron aquí una ciudad, lo que enojó a la Madre del Agua. Un día el agua ha reventado como un trueno y la ciudad quedó bajo el agua. Después, resurgió el monte”.

Así comienza “Yakuman, hacia dónde van las aguas”, un documental sobre esta provincia que se estrenará el jueves en el Cine Gaumont (Capital Federal) y desde el viernes se podrá ver gratuitamente en la plataforma de Cine.ar Play por una semana.

La película dirigida por Pedro Ponce Uda competirá en la última semana del mes en el Festival Internacional de Cine Ambiental (Finca) en la serie de documentales latinoamericanos.

El director ya realizó “La ausencia de Juana” y “Ahí vienen”, y comenta que este proyecto viene de lejos, desde antes de la pandemia; “está rodado en más de 30 locaciones, incluso algunas no ingresaron en el metraje”, le cuenta a este periodista en un bar de Barrio Sur. “Finalmente lo pensé como una fantasmagoría”, define, como descubriendo el término que podría sintetizar su propuesta.

La producción es de Alejandra Guzzo, la música original es de Lucas García Melo y Sebastián Suárez y el montaje de Juan Mascaró.

Las imágenes de San Judas Tadeo y San Simón en la Catedral se pueden ver como, tal vez, pocos han podido. El art decó del edificio de la Caja Popular de Ahorros contrasta con el art nouveau del Salón Blanco de la Casa de Gobierno.

“Yakuman: hacia dónde van las aguas”, un relato de Tucumán

- ¿De qué trata esta producción? ¿Cómo fue el proceso?

- Es el resultado de mucho tiempo de investigación e indagación sobre algo que me preocupaba mucho: cómo contar la historia de un lugar que es esta provincia, donde vivo, donde ningún relato histórico podría ser profundo por esa espacialidad y temporaridad laberíntica. Surgió de contar la historia de un lugar a partir de los vestigios del pasado, porque en Tucumán en todo hay vestigios. Un pasado que me pareció angustiante y tenebroso, marcado por la violencia. Entonces hice la adaptación de “Yukaman, el lugar de las aguas’, que según algunas teorías generó el nombre de este lugar. De una manera, era contar la provincia como un transcurso de las aguas, en lugar de tener cosas sólidas y que las imágenes vagasen como líquidos de esta historia.

- La película comienza como una sentencia mitológica o una fábula: se fueron las aguas y reapareció el monte. Y en su desarrollo se observa un gran trabajo de archivo.

- Pienso esta cuestión de la temporalidad abierta o cerrada. Aquí nunca sabés dónde comienza el campo y termina la ciudad, la tierra o el pavimento. Es difícil de contar sobre un lugar donde llueve o cae nieve negra. Así fui pensando en esto y en un espacio que constantemente se inunda, un problema que aparentemente no tiene solución. La historia misma de cómo se fundó la ciudad. Primero en Ibatín de donde se tuvo que trasladar, dicen que por la presencia del agua, de las pestes pero se traslada a un territorio con los mismos problemas. Todo el tiempo te estás acercando a un lugar, pero siempre lo terminás viendo desde diferentes puntos de vista y no encontrás un solo camino, por momentos te perdés o te aproximás más…

- Esa escena del Mercado del Norte…

- El Mercado me pareció fascinante desde una perspectiva plástica, tenía una paleta de colores extraordinaria, profundidades y objetos, motivos variopintos, un gran nivel de barroquismo. La película muestra esos vestigios: ese mercado no existe más. Tucumán es una ciudad que se come a sí misma.

Cámara fija

- Hablemos del lenguaje específicamente cinematográfico. Esa gran cámara fija…

- Sí, hay una pintura de un español en la Catedral, que parece mucho más antigua, me interesó mucho la presencia de una gran hispanidad, lo permanente de lo colonial en los espacios. La cámara fija filmada en más de 30 locaciones y muchas, como en Lules, Ibatín, ingenios, citrícolas, la Catedral, Tribunales, la Casa de Gobierno y son locaciones difíciles de controlar. La cámara fija me permitía como un recurso para dar una unidad estética a todo esto y no para que sea un pastiche; era un recurso que permitía una estabilidad compositiva, el pivoteo de un punto de vista; y además algunos travelling sobre lo que se sustenta formalmente la película.

- Y esa voz que no es en off, que se escucha lejos, y apenas se puede entender... es voz over

- Para mí era importante prescindir de la voz en off, que es esa voz de autoridad que cuente la película. No quiero ser petulante pero también fue ir contra lo hegemónico en el documental que te exige la voz en off y que sea transparente. Nosotros tenemos mucho archivo aquí; no hay una voz de un locutor o un especialista que cuenta, te ubica, y la lleva como hilo conductor. Me interesó mucho más la textura de sonidos, que el discurso en sí mismo, salvo algunos como el ex presidente Onganía (Juan Carlos) que me parecía muy fuerte.

- Sí, se produce otro registro, como en la alocución de Mauricio Macri en el Bicentenario.

- Es que me pareció casi espeluznante ese discurso. Hay un autor que señala que la historia se construye como comedia, tragedia o sátira, y esto es una sátira… Lo hegemónico en las historias y los documentales es decir que ganaron los buenos, todas las historias dicen eso o que pueden ganar. Por eso es que lo plantee como una fantasmagoría, donde el pasado está, pero no es. Lo vivimos, lo percibimos, pero no está. Todo esto nos atraviesa, la dictadura, la colonia, el operativo independencia. Los conquistadores, la iglesia, los militares, el poder.

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