Arqueros, la raza de hombres solitarios que defienden una fortaleza

Jugar en este puesto siempre fue una experiencia difícil. “Dibu” Martínez le puso magia y hoy los chicos quieren imitarlo

Arqueros, la raza de hombres solitarios que defienden una fortaleza

20 de marzo de 2016. El arquero de Juventus, Gianluigi Buffon, había sido vencido por el delantero de Torino, Andrea Belotti, mediante un penal. Se establecía así el récord italiano de imbatibilidad de 974 minutos sin recibir un gol. Y entonces sucedió: “Gigi” decidió confesarle públicamente su amor al arco, en una poética carta abierta.

“Tenía 12 años cuando te di la espalda. Renegué de mi pasado para asegurar tu futuro. Fue una elección del corazón. Una elección del instinto. Justo el día en que dejé de mirarte de frente, sin embargo, empecé a amarte. A protegerte. A ser tu primera y última línea de defensa. Me prometí que haría todo lo posible para no abandonar tu resguardo. O para hacerlo lo menos posible. Pero cada ocasión fue dolorosa, tener que darme vuelta para entender que te había desilusionado. Una vez. Y otra. Siempre hemos sido opuestos y complementarios, como la Luna y el Sol. Obligados a vivir uno al lado del otro, pero sin tocarnos. Compañeros de vida a quienes se niega el contacto. Hace más de 25 años juré mis votos: juré protegerte y guardarte. Convertirme en un escudo contra tus enemigos. Siempre he pensado en tu bien, anteponiéndolo al mío. Y cada vez que me di la vuelta para mirarte intenté sostener tu expresión decepcionada con la frente en alto, pero sin perder nunca el sentimiento de culpabilidad. Tenía 12 años cuando le di la espalda a la puerta. Y seguiré haciéndolo. Mientras las piernas, la cabeza y el corazón resistan”.

Consideraciones generales

Por muchos años (muchísimos), el puesto de arquero fue el gran olvidado del fútbol. El menospreciado.

Parece una broma que esto se diga, dado que hoy en la Argentina hay miles de chicos que quisieran emular las atajadas de uno de los ídolos que dejó Qatar 2022, Emiliano “Dibu” Martínez. El marplatense, a pura personalidad, técnica y sentido táctico, reinventó la posición y la puso patas arriba con sus artimañas, al punto que hasta la propia FIFA tuvo que cambiar por él reglas en una jugada clave: los penales.

La “durabilidad” del puesto produce un fenómeno: por abrumadora mayoría, clubes y selecciones nacionales siempre tuvieron al arquero entre sus jugadores de hoja perenne. Lo especial de la función hasta lo pone a contramano del nombre original en inglés del fútbol, esto es “pie-pelota”. Hasta la necesidad de desarrollar una mentalidad y unas condiciones físicas singulares lo hace diferente al resto de sus compañeros.

Se dice que nada hay peor para un arquero que la duda. Que ellos necesitan aplomo, no convulsiones. Sucede que muchas veces el destino del equipo recae sobre sus hombros deteniendo los goles rivales. Por contrapartida, es poco probable que sea quien anote los tantos para que su equipo gane.

El arquero es un futbolista en tensión constante.

Se dice que no se gana el puesto corriendo ni haciendo gala de sus pulmones, sino con reflejos, colocación, concentración y seguridad en sí mismo.

En esta anomalía de puesto hay más cosas que lo diferencian de los de campo. Por ejemplo, se viste diferente, usa guantes y está bajo reglas particulares.

Palabras de grandes

Ubaldo Matildo Fillol, tal vez el mejor arquero argentino del Siglo XX, tuvo una especial definición sobre el puesto que le permitió obtener numerosos títulos, incluyendo el Mundial de 1978. “Es como la vida: injusto y lleno de adversidad. Por eso es el más importante dentro de un equipo de fútbol. Uno tiene que estar preparado, pero a veces ni eso alcanza para aprender todo”.

Hugo Orlando Gatti, la contrafigura de Fillol y con quien protagonizó un “clásico” en los años 70 y 80, fue irónico sobre su función en un equipo: “en el puesto de los bobos, yo soy el más vivo”.

Amadeo Carrizo, otro grande del arco del Siglo XX, primero jugó como delantero, pero terminó brillando en el arco. “Me hice arquero de chiquito. Mi papá me tiraba con la pelota de cuero. Y yo volaba. Mi viejo se entusiasmó y yo también noté que tenía una reacción rápida para el remate. Pero aunque me iba dando cuenta de que estaba para ese puesto, me gustaba más jugar adelante. Porque el que se divierte juega adelante. El arquero está ahí como un tonto esperando que no le hagan un gol. Y cuando le hacen el gol ya lo están corrigiendo. Qué hizo, por qué salió tarde, por qué salió mal…”.

Datos con historia

El fútbol moderno se inventó en Inglaterra en el siglo XIX, pero los juegos de pelota, que podrían ser sus ancestros, son mucho más antiguos y existieron en casi todas las culturas incluyendo la americana, la asiática y la africana.

1848 parece ser el año del nacimiento oficial del fútbol. Pero para que tenga reglas hubo que esperar hasta 1863, cuando en Londres un grupo de 11 escuelas y clubes de Londres adoptaron un reglamento en común.

Se dice que la figura del arquero surgió por primera vez en 1871, ya que en el origen del fútbol nadie tuvo la idea de que un jugador pudiera evitar los goles del rival con las manos. Hasta entonces, el “arco” eran dos postes, al principio sin travesaño y luego con una cuerda tensada que los unía, invento del escocés John MacGregor, que lo propuso en 1848.

En 1875 llegó el turno de darle forma definitiva a los arcos: 7,32 metros de largo y un travesaño que los atravesara a los 2,44 metros de altura. En 1898 se le sumó una bolsa de recolección de pelotas, el antepasado de la red, la que fue ideada por un ingeniero de Liverpool llamado John Brodie.

Hasta 1912 los arqueros podían tomar la pelota en cualquier lugar del campo.

Con los años vinieron reglas específicas para los arqueros. En 1983 llegó una sobre cuánto tiempo podía tener el balón y cuántos pasos dar con él en su poder; en 1992 se les prohibió tomar con las manos los pases con el pie de los compañeros; en 1997, en situación de penal, debía permanecer en su línea de meta, colocado entre los postes, mirando de frente al lanzador, hasta que se haya lanzado la pelota; en 2023 llegó una regla “anti ‘Dibu’ Martínez: el guardameta no debe comportarse de manera que distraiga al lanzador del penal de manera antirreglamentaria.

El uso de los guantes

Este es todo un tema, porque los primeros arqueros que empezaron a usarlos lo hicieron por el frío y no por cuestiones deportivas. Antes de esto, es de imaginarse cómo quedaban las manos por tratar de detener remates con balones de cuero cocidos a mano (es decir, con gruesas costuras a la vista).

En los años 20 y 30 los usó Ricardo Zamora, guardameta de Barcelona y Real Madrid. En los 40 el italiano Valerio Bacigalupo los usaba todo el año, pero eran modelos comunes de calle. En 1952, la Liga de Escocia promovió el uso de guantes debido a las bajas temperaturas, y el primer partido en el que los arqueros los vistieron fue en Airdrie vs. Celtic.

En Suecia 1958, el soviético Lev Yashin hizo populares a los guantes, convirtiéndose en el primero en usarlo en una Copa del Mundo. Hacia 1966 su uso ya era masivo. Y en años recientes se convirtieron en un producto imprescindible en el millonario negocio del fútbol.

Primero de madera

No hay arquero sin arco. Y hasta los años 70 eran de madera. Desde entonces este material fue paulatinamente reemplazado, primero por acero y después por aluminio. Es hoy cuando todavía un tiro va a parar a los caños, sean los verticales o el horizontal, y el público y los relatores exclaman ¡pegó en el palo!

Hasta 1961 los palos tenían forma cuadrada. El diseño redondeado se implementó a partir de la final de la Champions League, después de una circunstancia poco común. Aquella vez se midieron Benfica y Barcelona; ganaron los portugueses 3-2, luego de que los españoles mandaran seis remates a los palos. De haber sido cilíndricos, en al menos dos otro hubiese sido el cantar. De hecho, el club catalán ensayó una protesta y la Uefa le hizo lugar, cambiando así la historia.

Sinónimos y una palabra extraña

Adentrarse en la definición de arquero/ra y en sus sinónimos es encontrar palabras de lo más variadas y hasta simpáticas. Se le dice portero, guardameta, cancerbero, meta, guardavalla, cuidapalos, guardapalos, golero. Lo de cancerbero es interesante: el origen de esta palabra se encuentra en la mitología griega, específicamente en la historia del perro guardián llamado Cerbero. Esta era una fiera monstruosa de tres cabezas y una cola de serpiente, que vivía en las puertas del inframundo griego llamado Hades. Debía proteger las puertas del Hades y evitar que los vivos entren al reino de los muertos. En el fútbol, el término cancerbero se utiliza para referirse a quien protege el arco, al igual que Cerbero protegía las puertas del Hades.

El presidente arquero

Javier Milei, admirador del estilo de Fillol, con pasado en el fútbol como arquero de inferiores en Chacarita y en un equipo promocional de San Lorenzo, destacó hace pocas semanas las dificultades inherentes al rol de arquero y cómo se valió de ello para enfrentar las circunstancias que lo llevaron a la primera magistratura nacional: “cuando el arquero se equivoca es gol en contra. Los delanteros valen mucho más, el de arquero es un puesto que es duro de llevar. De todos modos, esa fuerza que tenía como arquero fue lo que me permitió mantenerme en pie ante la violencia verbal y los ataques contra mi persona durante la campaña electoral que me llevaron al límite”.

Nombres y más nombres

Mucho antes que “Dibu” Martínez hiciera del puesto de arquero uno popular, Argentina ya se podía jactar de ser cuna de grandes arqueros.

En este aspecto, es la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol la que visibiliza los méritos de cada puesto, encargándose de elegir a los mejores de manera periódica, mediante un sistema de votación.

Con respecto a los guardavallas, los mejores del siglo XX en la lista de la Fihef son Carrizo, Fillol, Gatti, Antonio Roma y Américo Tesorieri.

Haciendo un paneo, según pasan los años, también hay que destacar a otros porteros, como Nery Pumpido, Sergio Goicochea, Roberto Abbondanzieri, Julio Elías Musimessi, Carlos Barisio, Miguel Ángel Santoro, Rogelio Domínguez, Néstor Errea, Roberto Bonano, Carlos Fernando Navarro Montoya (aunque nacido en Colombia), Ángel Comizzo, Sergio Romero, Luis Islas, Edgardo Andrada, Germán Burgos, Carlos Buticce, Agustín Mario Cejas y Miguel Marín.

Y de los extranjeros que jugaron en el país, sin dudas el mejor fue José Luis Chilavert, elegido tres veces el mejor del mundo. El paraguayo fue, hasta 2004, el guardavalla más goleador de la historia (un atributo particular para el puesto, muy vigente en el presente). Pero en 2011 lo superó el brasileño Rogério Ceni, que con la camiseta de San Pablo superó los 100 tantos.

Y sí, hay Día del Arquero

La mención al Día del Arquero se usa muy frecuentemente en Argentina para hablar de un hecho o situación imposible, porque supuestamente ese día no existe. Pero sí figura a nivel nacional e internacional.

En nuestro país se celebra el 12 de junio, en honor al natalicio de Amadeo Carrizo, por iniciativa del Senado de la Nación. El oriundo de Rubino (Santa Fe), fallecido el 20 de marzo de 2020, tuvo una carrera memorable en River (546 partidos, en 24 años). Fue el primero en: usar guantes en Argentina (empezó a hacerlo en 1952); hacer  trabajos de modelaje y publicidad; en atajar con los pies y jugar afuera del área chica y en jugar durante cuatro décadas: de los 40 a los 70.  

El Día del Arquero internacional se celebra el 14 de abril, en honor al nacimiento de Miguel Ángel Calero Rodríguez, un exarquero colombiano que tuvo un triste final a los 41 años. Jugó 945 partidos oficiales y disputó seis ediciones de la Copa América.

El guardavalla de la tragedia

Moacyr Barbosa Nascimento estaba un día en un supermercado. De pronto, una mujer lo señaló y le dijo al joven que la acompañaba: “miralo hijo, es el hombre que hizo llorar a todo Brasil”.

La historia remite a la final del Mundial de 1950 entre Brasil y Uruguay disputada en el Maracaná. Esa en la que Barbosa vivió su día más triste, que le marcó el resto de su vida, cargando una cruz que no era únicamente suya. Todo porque no pudo detener un gol (los uruguayos terminaron ganando 2-1).

“Según la ley brasileña, la pena máxima es de 30 años. Pero mi encarcelamiento ha sido de 50”, comentó Barbosa apenas dos semanas antes de fallecer en 2000 (tenía 79 años).

Eduardo Galeano inmortalizó la desdicha de Barbosa en su libro “A fútbol a sol y a sombra”. “Pasaron los años y Barbosa nunca fue perdonado. En 1993, durante las eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos quiso dar aliento a los jugadores de la selección brasileña. Fue a visitarlos a la concentración, pero las autoridades le prohibieron la entrada”, escribió el uruguayo.

Tres curiosidades británicas

Históricamente en los picados que se arman en los barrios, aquellos de contextura física grande o con evidentes kilos de más son los “condenados” a defender el arco. Pero no se puede subestimar ninguna de estas condiciones. En ese caso, hay que ver lo vivido por William Foulke, una leyenda del fútbol inglés de la era victoriana. Dueño de un mal carácter, intimidaba con sus casi dos metros de altura y sus más de 150 kilos. Hay relatos que cuentan que “Fatty” llegó a romper un arco al colgarse del larguero en un partido de 1897.

Otro caso fue el de Sam Bartram, un inglés que quedó en la historia por una situación increíble. En la Navidad de 1937, el partido Chelsea vs. Charlton se suspendió por una intensa niebla pero el guardameta visitante no se enteró. Es así que siguió en el campo por 15 minutos hasta que lo echó un guardia.

Y está lo sucedido con Leigh Richmond Roose, que medía 1,86 metro y pesaba 90 kilos. Era ágil, atlético y audaz. Sus fundamentos como arquero eran buenos: dominio del área, buen timing para ir a buscar la pelota en los centros, potencia física y fuerza de piernas. Llegó la Primera Guerra Mundial y él se alistó para pelear por su país, Inglaterra. Y he ahí que su habilidad y fortaleza de brazos lo convirtieron en un eficaz lanzador de granadas, por lo que obtuvo ascensos. Pero a 30 días del final de la contienda fue alcanzado por una bomba enemiga.

Final con “sabor” criollo

Hay un hecho histórico en el fútbol argentino y que remite al primer guardavalla en marcar un gol en el profesionalismo.

Nos situamos en el 9 de agosto de 1931. Eduardo “Pipone” Alterio (tío del actor Héctor Alterio), arquero de Chacarita, convirtió un penal ante Tigre en el encuentro que finalizó 3 a 3. Lo llamativo es que su “colega”, Lorenzo Savarro, no opuso resistencia al remate por considerar que no había sido falta.

Y para cerrar esta historia de arqueros nos vamos a principios del siglo pasado y a una historia que reúne lo insólito, lo entrañable y una enseñanza, la de no entregarse ni aun cuando las circunstancias son muy adversas.

Winston Coe fue un futbolista irlandés que nació en 1879. Su infancia estuvo marcada por desafíos que podrían haber quebrantado a cualquiera: nació sin el brazo izquierdo. Eso no lo amilanó e hizo de esta singularidad su mayor fortaleza. A principios del siglo XX migró a la Argentina. Se dedicó al comercio y se aficionó al fútbol. Y lo empezó a jugar como defensor lateral derecho en Barracas Athletic, siendo además uno de los socios fundadores del club.

En 1906, su equipo sufrió la baja de su arquero titular, José Buruca Laforia. Varios jugadores fueron probados en el puesto, pero ninguno convenció. Fue entonces cuando Winston Coe se ofreció voluntariamente para ocupar el arco, aunque era evidente su desventaja física.

-“Si quieren les doy una mano, dos ya saben que no puedo”, se cuenta que dijo Coe con humor.

Anduvo bien en las prácticas y debutó el 29 de abril, contra Estudiantes de Buenos Aires. Al verlo salir al campo, el público no podía creer lo que estaba viendo. Y esto les generó un estado de simpatía y admiración.

Su equipo perdió por 2-1 y Coe fue la figura. Atajó numerosos disparos con su único brazo, y también con su cuerpo. Los diarios de la época lo elogiaron, los jugadores de equipos rivales también.

Coe no duró mucho como arquero, pero ya había quedado en la historia por su arrojo. Atajando con un solo brazo terminó por darle sentido al puesto y al fútbol. 

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