La dieta que seguimos influye de manera determinante en nuestra salud, pero no solo lo que comemos y en qué cantidad, sino cuándo lo hacemos. En este sentido, es importante tener en cuenta que el reloj biológico incide en una gran cantidad de funciones del organismo y determina los momentos más favorables para desayunar o cenar.
Como explica una nota del sitio CuidatePlus, un nuevo estudio indica cómo influyen las horas de la cena y el desayuno en la salud cardiovascular. Esto significa que las personas que cenan y desayunan temprano tienen menos posibilidades de desarrollar problemas cardiovasculares.
A qué hora desayunar o cenar, según tu reloj biológico
De acuerdo a la información de CuidatePlus, indican que realizar la primera comida después del mediodía está asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, con un aumento del 6% por hora de retraso.
Un ejemplo: una persona que come por primera vez a las 9 tiene un 6% más de probabilidades de desarrollar una enfermedad cardiometabólica -como un aumento de la presión arterial o una mayor inflamación- que otra que come a las 8.
Por otro lado, realizar la última comida después de las 21 está asociado a un aumento del 28% del riesgo de padecer enfermedades cerebrovasculares, como el ictus, en comparación con comer antes de las 20. Esta estadística es especialmente más marcada para las mujeres.
Además, esta última comida tardía puede vincularse a una hemoglobina glicosilada más alta, que constituye un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares.
¿Qué es el descanso digestivo y cuáles son sus ventajas?
Otro dato relacionado con la investigación indica que la mayor duración del ayuno nocturno, que es el tiempo transcurrido entre la última comida del día y la primera del día siguiente, también está relacionado con un menor riesgo de enfermedad cerebrovascular. Esto respalda la idea de realizar la primera y la última comida del día más temprano.
La siguiente conclusión es que comer durante la fase de descanso del cuerpo, cuando los niveles de la hormona del sueño -la melatonina- están altos, podría conducir a desarrollar intolerancia a la glucosa y a niveles más altos de azúcar en sangre.
Con estos resultados, la sugerencia es, más allá de una buena alimentación, adaptar las rutinas lo más posible a estos parámetros.