Juicio contra José Alperovich: "Nunca más contarán con la impunidad de nuestro silencio"

Por Adriana Guerrero - Comité de Latinoamérica y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem).

ARCHIVO ARCHIVO FOTO DE TOMÁS CUESTA / ESPECIAL PARA LA GACETA
18 Junio 2024

Rompamos el silencio fue la consigna que las mujeres y las feministas levantábamos en los años 90. Sabíamos que era imprescindible poner en palabras y las palabras en la escena pública para comenzar a revertir lo que durante siglos rigió nuestras vidas: el silencio que nos condenaba a tapar los moretones con maquillaje, a llorar a escondidas, a tratar de esconder nuestros cuerpos, que nos hicieron creer, eran los responsables de provocar los abusos que sufríamos. “…La vergüenza que estas situaciones traumáticas me hacían sentir me condenaban a un silencio pactado conmigo misma. Mi monstruo ni siquiera tenía que hacerse cargo que me oprimía…”, escribe ella en la carta en la que denuncia a su abusador.  “ …Una de las dificultades con que topa el reclamo de justicia para estos crímenes es la resistencia de muchas de las personas víctimas de estos vejámenes para hacerlos públicos, resistencia que no es en absoluto irracional dado que la víctima de esos delitos sigue siendo objeto de sospechas de ser responsable de ellos”, escribe Marta Vasallo en la introducción de la investigación “Grietas en el silencio”, que Cladem realizó para aportar argumentos jurídicos feministas que hagan posible el juzgamiento y la condena de delitos sexuales como crímenes autónomos  y de lesa humanidad en el contexto de la última dictadura cívico militar, en el convencimiento de que la condena a esos delitos abriría la posibilidad de proyectarse sobre la sociedad actual rompiendo con la impunidad que existe sobre estos.

Escribe Alejandra Paolini en el libro citado  “… Una intervención de una perspectiva de género nos habilita a pensar que históricamente el requisito de la instancia privada para los delitos de violencia sexual puede ser interpretado como una cláusula de control normativa que más que una protección, actuó como valla de contención para evitar que el hecho trascienda el círculo familiar…”

Que ella haya logrado vencer el miedo y romper el silencio fue posible por una construcción colectiva que lleva décadas, como lo fue el que hayan sido otras las caras y las voces que llevaban su palabra y su exigencia de justicia, que era el de todas, de las miles de mujeres de las  casi cuatro décadas  de encuentros nacionales de mujeres, de los diez años de Ni una menos, de las históricas feministas que nos precedieron y  de las jóvenes que sostienen la lucha.

Este juicio es histórico. Más allá del fallo, aquí hay una novedad: nunca más, no importa cuán poderosos sean o se sientan, contarán con la impunidad de nuestro silencio, dejó de ser una consigna y se convirtió en una realidad en esta provincia.

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