En medio de sus rutinas, las personas suelen encontrarse frente a un enigma que les resulta conocido: el olvido de nombres. Esa sensación de tener la información en la punta de la lengua, pero que se desvanece misteriosamente, ha llevado a más de uno a cuestionarse sobre la salud de su memoria y a buscar respuestas entre especialistas.
Aarón Fernández del Olmo, doctor en Psicología y miembro de la Sección de Estudio de Neuropsicología de la Sociedad Española de Neurología (SEN), lo describe como “dificultad para recuperar las palabras” que no responde a un olvido, sino a “un problema para poder acceder a esos nombres, que se recuperan cuando recibimos alguna clave, como, por ejemplo, la primera sílaba de la palabra objetivo”.
Cuándo debe preocuparnos el olvido de las palabras
En principio, que esto suceda no es motivo de preocupación. Es más habitual que empiece a notarse a partir de los 40 años y que forme parte “del propio proceso de envejecimiento en un grado leve que, aunque molesto, no resulta problemático para el día el día”, afirma el psicólogo. Sin embargo, hay situaciones en las que la anomia sí puede dar la voz de alarma de un problema mayor.
En concreto, el especialista se refiere a cuando “el problema se manifiesta de forma aguda y rápida o comienza a ser un problema que interfiere de manera notable en la comunicación”. En estos casos, y dependiendo de cómo surja, la anomia se puede relacionar con la aparición de una enfermedad degenerativa (alzhéimer o demencia) o incluso un evento agudo como un ictus o como manifestación de un tumor.
Tipos de anomias que general los olvidos de palabras
“Hay descritos tres tipos en los que el problema para denominar objetos se produce existiendo tres causas bien diferenciadas”, afirma Fernández del Olmo. El tipo de anomia de acceso o pura es esa en la que no se logra acceder a las palabras de forma espontánea, pero sí a través de claves o pistas. “Se considera que afecta a las palabras que se usan con menos frecuencia”, dice el experto, y es la relacionada con la edad.
El segundo tipo es una anomia de tipo fonológico. “Las palabras no son recuperadas, porque no logran construirse de manera correcta, generando intentos sucesivos de construirla sin llegar a ella. Por ejemplo, si se quiere decir la palabra termómetro, la persona comenzaría a hacer aproximaciones como termi, termomi, termimome, termomimetro…”, detalla el miembro de la SEN. La pista de que puede ser señal de que algo no va bien es que no entra tanto en el perfil esperable por la edad.
Por último, existe un tipo de anomia llamado semántico. Las palabras van “desapareciendo” de nuestro léxico y por tanto no pueden ser recuperadas. "Este perfil puede ser más grave e indicativo de un proceso degenerativo que limite la comprensión y la expresión ya que se va perdiendo vocabulario de forma gradual, generalmente afectando más a las palabras que requieren más abstracción”, concluye Fernández del Olmo.