Burradas de la gente

El burro filósofo

La famosa paradoja del asno de Buridán es una alegoría que data del siglo XIV y que apunta contra los fanáticos que sostienen que “todo lo hacemos por cálculo de lo que nos conviene”. Jean Buridan era un firme defensor de nuestra capacidad de razonar y elegir mediante el cálculo lógico. Para argumentar en su contra, los detractores -picarísimos- invocaban la situación de un asno que, incapaz de decidirse ante dos zanahorias idénticas (o heno, o agua, en diferentes versiones) que están a la misma distancia. En ese escenario si el burrito es un acólito de la decisión racional, se  acaba muriendo de hambre porque no encuentra una razón a favor de una o de otra de las opciones. El “¡Ma, sí, le meto por aquí” no es racional.

Claro que se puede extrapolar a otros territorios, en el fondo es un caso extremo de “quedarse sin el pan y sin la torta”. La filosofía lo ha planteado en las cuestiones del corazón: amar a dos personas a la vez (“y no estar loco” como dice la canción) puede tener como consecuencia el quedarse perfectamente solo. La película -basada en la obra de teatro de Patrick Marber y a su vez en la ópera Cosí fan tutti de Mozart y Daponte- Closer muestra que el personaje que encarna Jude Law es el asno de Buridan entre Julia Roberts y Natalie Portman, terribles zanahorias para optar por una sola de ellas. Así de “closer” pasa a “loser”.

Quien quizás haya descubierto una solución es el personaje de Florentino Ariza, un burro adorable construido por Garcia Márquez en “El amor en los tiempos del Cólera”:

Con ella aprendió Florentino Ariza lo que ya había padecido muchas veces sin saberlo: que se puede estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna. Solitario entre la muchedumbre del muelle, se había dicho con un golpe de rabia: “El corazón tiene más cuartos que un hotel de putas”. Estaba bañado en lágrimas por el dolor de los adioses .

Lo cierto es que tardamos muchas veces en elegir tanto que perdemos todas las opciones. Esta es una muestra de que la filosofía también hizo trabajar mucho a los  burros. La historia de la humanidad y de la civilización no se puede comprender sin este animal. El gran filósofo Cicerón, un siglo antes de Cristo señaló que sería hasta tedioso nombrar todas las formas en las que Roma necesita de los burros. A lomo de burro llega Jesús a Jerusalén, según La Biblia; aparece también repetidamente en los mitos griegos y en los jeroglíficos de Egipto. No hemos sido justos con este noble equino que fue también, dicho sea de paso, imprescindible para el patriótico cruce de los Andes. ¿El color del caballo blanco de San Martín? Era un burro, burro.

“Hablando de Roma, el burro se asoma” muestra la conexión mágica entre nombrar a alguien y que éste aparezca. Es una interpretación cordobesa de un dicho teológico de no invocar jamás al diablo. Preferible es el sentido del burrito cordobés.

El burro cervecero

Una muestra particular de nuestra ingratitud y capacidad de crueldad con los burros es Manuelín, un asno que hizo furor  en Acapulco de los sesenta hasta los 90. Manuelín tenía el trabajo ingrato de transportar combustible para prender el faro durante la noche y así iluminar la playa. La cosa es que cuando volvía de su travesía con hambre y sed, había agarrado la maña de beber las cervezas que dejaban tiradas los turistas. Las mañanas se le hacían cada vez más complicadas y le tiraba cada vez más el porrón. Lo dispensaron del trabajo del faro pero no lo dejarían descansar: se reconvirtió  en “el burro cervecero” una de las atracciones más convocantes de uno de los lugares más conocidos del turismo -Acapulco, sinónimo todavía para muchos de paraíso.  Más de 30 años fue el furor del simpático bebedor. Cuando se observó que era un caso de horrible maltrato y se quiso rehabilitar a Manuelín se supo que ya había muerto hace años. Él y otros nueve. Podemos pensar que no sólo fue la cerveza lo que los enfermó sino la tristeza de sufrir tanta ingratitud por parte de esa manga de animales en modo turista.

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