Alice Munro y su universo de terror

“En 1976, fui a visitar a mi madre, Alice Munro, durante el verano a su casa en Clinton, Ontario. Una noche, mientras ella estaba fuera, su marido, mi padrastro, Gerald Fremlin, se subió a la cama donde yo dormía y me agredió sexualmente. Tenía nueve años”. Este es un pasaje de la nota publicada en el diario Toronto Star por Andrea Robin Skinner, hija de la premio Nobel de Literatura fallecida en mayo pasado. ¿Cómo podemos leer a Munro después de esa revelación?

Alice Munro y su universo de terror
21 Julio 2024

Por Mónica Cazón

Para LA GACETA - TUCUMÁN

La escritora Alice Ann Laidlaw, conocida como Alice Munro (Wingham, 10 de julio de 1931-Port Hope, 13 de mayo de 2024) ganadora del Nobel de Literatura en 2013, es una de las escritoras contemporáneas más destacadas de la lengua inglesa.

Hace dos semanas se hizo pública la estremecedora denuncia de su hija menor, Andrea Robin Skinner, en un diario canadiense. Reveló que su padrastro habría abusado sexualmente de ella cuando era niña y que su madre decidió quedarse con él aún después de saberlo. De hecho, se mantuvo al lado de su esposo hasta su muerte en 2013, el mismo año que ella obtuvo el Nobel. Fue acusado y se declaró culpable. Para ese entonces él ya tenía 80 años, por lo que le dieron prisión en suspenso y libertad condicional durante dos años.

Ante este sacudón, viene a mi memoria el caso de la periodista y escritora V. Springora que, con el permiso de su madre, desde los trece años, vivió con un famoso escritor de 50 años, G. Matzneff. Y como si eso fuese poco, con la anuencia de la élite literaria francesa a favor de la despenalización de las relaciones sexuales entre menores y adultos, que firmaron intelectuales como Barthes, Deleuze, Simone de Beauvoir, Sartre.

Consecuencias

No dejan de inquietarme las preguntas que se suscitaron tras los hechos. ¿Qué ocurre cuando una madre oculta y protege al abusador de su propia hija? Primero, es monstruoso y, segundo, es delito, al menos para la justicia argentina.

Robert Thacker, autor de una de las biografías de la escritora, Alice Munro: Writing Her Lives, reconoció que, en 2005, Skinner le relató los abusos sexuales y el silencio de su madre, pero decidió no incluirlo en su libro. Incluso Deborah Dundas, (periodista del Toronto Star, diario en el que finalmente se hicieron públicos los hechos) cuenta que se resistió a publicar la historia por temor a las repercusiones.

Ahora bien, ¿cómo afectan las revelaciones de Andrea a la lectura de su obra? Considero que la obra sí se verá afectada, al menos en lo que se refiere a los lectores. A propósito, Joyce Carol Oates señala: “Munro parece haber sido una persona de su tiempo y lugar del tipo dramatizado en sus cuentos: vidas provincianas y de pueblos pequeños donde estar casado, tener un marido, por despreciable que sea, es de alguna manera un valor tan alto que una madre traicionaría a su propia hija”. Fuerte conclusión de alguien que era devota de Munro. Opinión que estigmatiza, discrimina y descalifica; pero que no se aleja de la verdad. De hecho, a partir de la noticia el prestigio de A.M. decayó notablemente. Lectores afirmaron que no podrían volver a leer sus libros.

Sin embargo, sostengo que la obra no debería ser cancelada. La valoración de los textos de Munro está realizada por críticos expertos, instituciones, investigadores; la censura no debe aplicarse de ninguna manera. ¿Significa esto que debe separarse completamente obra y vida del autor? ¿Cómo se aparta la obra de la vida, cuando la macabra realidad es el abuso sexual de una niña que es tu hija, en manos del padrastro? La respuesta podría charlarse desde todas las disciplinas que entiendan sobre el tema. Dijo Lorrie Moore sobre el arte de A.M. “No juzga abiertamente, especialmente la crueldad humana, pero permite que los encuentros humanos hablen por sí mismos”. Mientras Margaret Atwood (amiga íntima), afirma: “Todavía estoy tratando de entenderlo… Algo que me llamó la atención es que Alice era de un pequeño pueblo del sudoeste de Ontario en una época en la que este tipo de cosas se barrían bajo la alfombra como algo normal. Ahora que conocemos este horrible episodio, vemos pistas en su obra: en los cuentos ‘La paz de Utrecht’ y ‘Material’, y en la novela La vida de las mujeres”. Cabe agregar que el abuso sexual en la infancia y en la adolescencia genera un desmantelamiento y una detonación psíquica, es una catástrofe en la vida de la víctima que la padece, y es una de las violaciones a los derechos humanos más graves e invisibilizadas. Dijo la víctima: “Pensé que podría morir. Estaba sola. Pertenezco a una comunidad para quienes decir la verdad es una medicina para acabar con la vergüenza”.

© LA GACETA

Mónica Cazón – Escritora

Perfil

Alice Munro creció en Wingham (Ontario) en el seno de una familia de granjeros y estudió en la Universidad de Western Ontario. Es autora de 14 volúmenes de relatos, varias antologías y una novela. Recibió, entre otros galardones, el National Book Critics Award, el Booker y el Nobel, en 2013, por «su maestría en el arte del relato». En su obra se destacan títulos como La vida de las mujeres (1971); Demasiada felicidad (2009); y la selección de sus mejores relatos, que ella misma compiló bajo el título Todo queda en casa (2014). En un artículo publicado en el diario Toronto Star, su hija Andrea Robin Skinner reveló que, siendo niña, había sido abusada por su padrastro, con el conocimiento de un padre que decidió no actuar y muchos años después, ya siendo adulta, con el de su madre, que decidió seguir al lado de su marido abusador.

Censura, cancelación y derecho al error*

Por Gisele Sapiro

¿Se puede separar la obra del autor? Sí y no. Sí porque, como se ha visto, la identificación de la obra con el autor jamás es completa, y porque a este la obra siempre acaba “escapándosele”. Se le escapa, primero, en el proceso mismo de producción: de entrada, porque cualquier proyecto creador está formado por el espacio de posibles y de lo pensable y, después, porque la producción de sentido de una obra es el resultado de un trabajo colectivo que implica a una serie de intermediarios…

Propondré una posición intermedia que, sin negar las relaciones entre la moral del autor y la moral de la obra, sugiere que las obras sean juzgadas de manera relativamente autónoma de acuerdo con los criterios específicos de cada campo de producción cultural, siempre y cuando no comporten ni una incitación al odio contra ciertas personas o grupos a causa de sus orígenes, su género o sus preferencias sexuales, ni una incitación a la violencia física o simbólica. Ello no debe impedir el debate público sobre las condiciones de producción de las obras y sobre los autores, debate que algunos gustan de asimilar a la censura incluso cuando su existencia resulta vital en la tarea de concientización sobre las repercusiones sociales de la creación…

*Fragmento de ¿Se puede separar la obra del autor? (Capital Intelectual).

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