Cuando se habla de tumores de la cabeza y el cuello, se incluyen todos aquellos que se desarrollan en la cavidad oral, la faringe o la laringe, o sea, todo lo que se conoce como vía aérea digestiva superior, y también la fosa nasal y las glándulas salivales. Se incluye también a los de tiroides, pero no a los tumores cerebrales.
Este tipo de cáncer es fácil de detectar, pero poco se habla de él y, a raíz de eso, pese a que son altamente prevenibles y tratables, la mayoría de los pacientes llega a la consulta en estadios avanzados, cuando el pronóstico es menos favorable.
De acuerdo a la Sociedad Estadounidense de Cáncer, cada año se diagnostican en el mundo cerca de 560.000 nuevos casos, cifra que toma todos los tumores que se manifiestan en la boca, laringe o faringe. En Argentina, la incidencia se clasifica como media-alta y se estima que más de mil personas mueren anualmente por esta causa, lo que equivale a un promedio de casi tres casos por día.
Cáncer de garganta: ¿a qué hay que prestar atención para la detección temprana?
Primero, a los factores de riesgo. Entre los principales factores que favorecen el desarrollo de algún tumor de cabeza y cuello se encuentran: ser o haber sido fumador, ingerir alcohol en forma sistemática y excesiva y la combinación de ambas conductas.
También están la exposición prolongada y sin protección al sol, la infección por el virus del papiloma humano (VPH), una higiene bucal deficiente, dieta y nutrición deficientes, y un sistema inmunológico debilitado. A su vez, existen algunos factores “no modificables” como ser varón -la prevalencia es mayor en el sexo masculino- y ser mayor de 45 años.
¿Cuándo encender las alarmas cuando se trata del Cáncer de Cuello y Cabeza?
Los signos que requieren atención médica incluyen la aparición de un bulto en el cuello, manchas blancas, rojas o marrones en la boca o garganta, úlceras o llagas persistentes en la boca o garganta, cambios o ronquera en la voz, demora en la cicatrización tras una extracción dental o hemorragias inexplicables, endurecimiento o hinchazón sin dolor, dificultad para masticar o tragar y dolor en la lengua o mandíbula que se irradia al oído, así como dolor o zumbido en los oídos o problemas auditivos.
Respecto al tratamiento, dependerá del momento del diagnóstico: cuanto más temprano, mejor será el pronóstico y mayores las chances de curación. Las principales opciones son la cirugía y la radioterapia. En algunos casos, sumando alguna medicación a la radioterapia para que el tumor sea más sensible a los rayos.
Para los cuadros más avanzados, que afortunadamente son una porción relativamente pequeña respecto del total, contamos con opciones sistémicas como la quimioterapia, las terapias dirigidas y la inmunoterapia.