Este año los cuadros de enfermedades respiratorias parecen estar tardando más en desaparecer. Los consultorios médicos han visto un incremento significativo en las consultas relacionadas con este tipo de afecciones desde mayo de este año, y el fenómeno no se limita a una región en particular, sino que se ha observado en diversas provincias del país. Desde mayo, se han registrado numerosos picos de infecciones respiratorias, especialmente de influenza A, virus sincicial respiratorio y otros virus respiratorios, y se ve un aumento notable de pacientes con síntomas prolongados, como tos y mucosidad persistente, que pueden extenderse hasta por un mes o más. Así lo informó en un comunicado de prensa la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR)
¿Por qué la tos dura tanto? La tos persistente después de una infección viral es común y puede deberse a la irritación de las vías respiratorias o a la inflamación de los bronquios. En la mayoría de los casos, desaparece por sí sola con el tiempo, pero sí persiste o se acompaña de otros síntomas como fiebre, dificultad para respirar o pérdida de peso, es importante consultar al médico, explicó la doctora Laura Pulido, de la AAMR.
“La tos y la mucosidad prolongadas no suelen ser indicativas de una patología grave; sí es importante consultar a un médico para recibir tratamiento que pueda aliviar estos síntomas. La medicación adecuada puede ayudar a reducir la inflamación de las vías respiratorias y acelerar el proceso de recuperación, evitando un malestar prolongado que puede afectar la calidad de vida de los pacientes”, añadió.
Uno de los factores que contribuyen a este fenómeno es la baja tasa de vacunación. Muchas personas no se han vacunado, lo que facilita una mayor circulación de los virus. Esta situación se agrava en los espacios cerrados, como las salas de espera de los centros médicos, donde pacientes con diferentes niveles de inmunidad se exponen mutuamente sin las debidas medidas de protección, como el uso de barbijos.
Además de la vacunación, la prevención sigue siendo crucial. El uso de barbijo en pacientes con síntomas respiratorios es una medida sencilla pero eficaz para evitar la propagación de enfermedades. La pandemia nos enseñó la importancia de estas prácticas, pero parece que algunos de nosotros hemos olvidado rápidamente estas lecciones. Es recomendable volver a implementar estas precauciones para controlar la situación.
¿Por qué duran más?
• Porque hay nuevas variantes: la evolución de los virus respiratorios puede generar cepas más agresivas o que provoquen síntomas más prolongados.
• Baja inmunidad: la disminución en las tasas de vacunación y la exposición reducida a virus durante la pandemia podrían haber debilitado nuestro sistema inmunológico.
• Coinfecciones: es posible que muchas personas estén contrayendo varios virus al mismo tiempo, lo que complica la recuperación y prolonga los síntomas.
• Inflamación crónica: algunas infecciones virales pueden desencadenar procesos inflamatorios que persisten incluso después de que el virus haya desaparecido.
¿El frío enferma?
Aunque el frío no es el culpable directo de los resfriados y la gripe, sí juega un papel importante. Cuando hace frío, tendemos a permanecer en espacios cerrados, lo que facilita la transmisión de virus. Además, el aire frío y seco puede irritar las vías respiratorias, haciéndolas más vulnerables a las infecciones. Por otra parte, hay virus que son más estacionales que otros, como el de la influenza, que provoca la gripe. Si bien esto se modificó un poco después de la pandemia, tradicionalmente la temporada alta de influenza se da entre mayo y agosto.
Recuperación
El tiempo para recuperarse de una infección respiratoria varía. Los resfríos y la gripe suelen mejorar en aproximadamente una semana. La neumonía puede tardar entre una semana y 10 días. Los mayores o personas otras enfermedades pueden tardar más. La tos después de una infección puede durar hasta ocho semanas. Es importante prestar atención a estos signos que podrían indicar que se necesita ver a un médico: tos que dura más de ocho semanas, sibilancia, ronquidos fuertes, dificultad para respirar, fiebre, pérdida de peso, sudoración nocturna.