CHICAGO, Estados Unidos.- La irrupción de la candidatura de Kamala Harris, tras la retirada de Joe Biden a la carrera por la presidencia de Estados Unidos, ha logrado atraer a antiguos rivales políticos. Son varios los republicanos que han saltado el cerco desde “Viejo Partido”, por su oposición al “culto a la personalidad” alrededor de Donald Trump. Algunos de ellos estuvieron en la Convención Demócrata para hacer público su apoyo a Harris.
Stephanie Grisham, ex secretaria de prensa de la Casa Blanca con Trump; Ana Navarro, analista republicana; y John Giles, alcalde de Mesa, Arizona), hablaron en la segunda noche de la Convención. Y eentre ayer y hoy se esperaban las palabras de Adam Kinzinger, ex representante por Illinois; Geoff Duncan, ex vicegobernador de Georgia; y Olivia Troye, ex oficial de seguridad nacional de la Casa Blanca cuando Trump era presidente.
Giles confesó, durante su discurso: “Me siento un poco fuera de lugar esta noche, pero me siento más a gusto aquí que en el Partido Republicano de hoy”.
Grisham, quien además de secretaria de prensa de Trump, fue jefa de gabinete de la ex primera dama Melania Trump, habló brevemente contó la historia de su propia evolución de “verdadera creyente” a principal crítica del ex presidente. Es alguien que conoció íntimamente a la familia Trump. “Pasé Navidades y fiestas de Fin de Año en Mar-A-Lago (la residencia de Trump en Florida)”, contó.
En su discurso, Grisham reveló que, a puerta cerrada, Trump se burlaba de sus seguidores llamándolos “habitantes del sótano” y dijo que una vez, en una visita al hospital, le molestó que las cámaras estuvieran enfocadas en los pacientes de la unidad de cuidados intensivos en lugar de en él. “No tiene empatía, ni moral ni fidelidad a la verdad”, dijo. “Solía decirme: ‘No importa lo que digas, Stephanie. Si se lo dice suficientes veces, la gente te va a creer’”.
La ex funcionaria contó que, el 6 de enero de 2021, cuando una turba violenta de seguidores de Trump asaltó el Capitolio, le preguntó a la entonces primera dama “si al menos podía tuitear que, aunque la protesta pacífica es el derecho de todo estadounidense, no hay lugar para el caos y la violencia. Respondió con una palabra: ‘No”. Ese día fue la primera funcionaria de alto nivel en renunciar.
“No podía seguir siendo parte de la demencia -sentenció-. Amo más a mi país que a mi partido”.