En 12 meses, “Rashomon” cumplirá 75 años de su estreno. El filme proyectó tanto la presencia internacional de su director, Akira Kurosawa, como de su protagonista, Toshiro Mifune, y abrió el mercado occidental para el cine japonés en particular y el asiático en general, en momentos en que el mundo todavía estaba reestructurándose luego de la Segunda Guerra Mundial.
La realización trabaja en su relato con los diferentes puntos de vista sobre un hecho de sangre ambientado a fines del siglo X: el asesinato de un samurái en un bosque es explicado según varias personas, desde la propia víctima (a través de un psíquico sintoísta) hasta un leñador. Los aspectos coincidentes y en los que difieren van construyendo la verdad de lo ocurrido desde la subjetividad de cada uno y, asimismo, dejan en descubierto las mentiras e intereses ocultos de los personajes, en un elenco completado por Machiko Ky, Masayuki Mori y Takashi Shimura.
El guión fue escrito por el propio Kurosawa junto a Shinobu Hashimoto, a partir de un cuento de Ryünosuke Akutagawa. Como muchas otras producciones niponas, gira alrededor de la pérdida de esperanza en los hombres y la destrucción de todo futuro, con elementos de fundamentación religiosa. La producción ganó el León de Oro en el Festival Internacional de Venecia y el Oscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera.
La película fue elegida para cerrar el Ciclo de Cine del Mundo, orientado a la realización japonesa, que se desarrolla desde el dpomingo en la Sala Hynes O’Connor del Ente Cultural (San Martín 251). La proyección será a las 19, con entrada libre y gratuita y presentación a cargo de Fabián Soberón, con el auspicio del Centro Cultural de la Embajada de Japón en la Argentina.
Otras propuestas
Por aparte, habrá dos propuestas más de cine con entrada libre. En el Bar João (General Paz 516), a las 21 Martín Falci presentará la película francesa “Reino animal”, dirigida por Thomas Cailley. Una serie de mutaciones ha transformado a los humanos en animales. Las autoridades obligan a los afectados a abandonar a sus familias e ingresar en clínicas, pero François y su hijo harán cualquier cosa por salvar a su esposa y madre, adelanta la sinopsis.
Además, el cineclub La Linterna Mágica abre una “sucursal” cinéfila en Yerba Buena: también a las 21 y en La Taberna de Saturno (Pringles y Chacho Peñaloza), presentará “Sacrificio”, de Andrei Tarkovski.
› PUNTO DE VISTA
El cine japonés de los años 50
Fabián Soberón
Docente, escritor, cineasta
“No se puede lograr la importación exitosa de una cultura a través de un método directo”, dice el antropólogo Michitaro Tada en el libro “Karada, el cuerpo en la cultura japonesa” (Editorial Adriana Hidalgo, 2010). Tada sugiere, a su modo, que la incorporación de gestos, modos y bienes culturales de Occidente fue un trabajo lento, indirecto, que llevó mucho tiempo y que tuvo efectos inesperados.
Desde el período Meiji Japón había entrado en un proceso de apertura a Occidente, pero lo que ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial fue un proceso más impactante y pregnante. Al perder la contienda (para los japoneses, es “la” Guerra) Japón quedó bajo la égida de Estados Unidos. El modo de vida norteamericano se convirtió en el modo de vida del ganador. Además, una parte de la población japonesa vio en el conflicto bélico la caída del modelo político tradicional. Como la literatura y la música, el cine fue parte de este lento proceso.
Se podría decir que los directores que elegí para el ciclo muestran, a su modo, los efectos del proceso de occidentalización. Yasujiro Ozu está en un extremo, es el menos occidental de los tres. Akira Kurosawa está en el otro extremo: es el director que más ha incorporado las marcas de la cultura europea en su cine. Kenji Mizoguchi está en el medio. Ninguna de las películas trata sobre el proceso de occidentalización. Sin embargo, en las tres podemos ver huellas de los cambios en el Japón de mediados del siglo XX:
- “Cuentos de la luna pálida” tiene elementos de las historias tradicionales y fantásticas del Japón medieval, pero narra en su tono un proceso de cambio en las costumbres de los personajes. Se podría decir que funciona como una metáfora de lo que está sucediendo a fines de los 40.
- “Historias de Tokio” está filmada según el método Ozu, con la cámara a un metro del piso. El punto de vista óptico implica un cambio ontológico y estético. Toda la puesta en escena se modifica. Consigue un clasicismo extraño: en la superficie lo que sucede es contenido y depurado; en el relato las generaciones se enfrentan, los ancianos se quedan en el Japón tradicional y los jóvenes tienen que ver cómo hacen para acomodarse a los viejos requerimientos de la tradición. La tensión crece.
- En “Rashomon”, Kurosawa adopta, de alguna forma, el modelo modernista heredado de William Faulkner y Virginia Woolf. Narra la historia desde múltiples puntos de vista y los personajes viven su tragedia con el pathos de los personajes de William Shakespeare. Por eso Steven Spielberg lo llamó el Shakespeare de Japón.
En este ciclo de cine japonés percibimos tres modos estéticos producidos en la mitad del siglo XX. Se trata de tres autores que muestran la transición entre la tradición y la modernidad.