Violencia infantil, problema cotidiano que persiste en silencio

Violencia infantil, problema cotidiano que persiste en silencio

A diario vemos actos de violencia hacia los niños. En la calle, es bastante común encontrar a una madre o un padre gritando a su hijo o incluso pegándole, sin que nadie diga nada o se inmute ante estos actos. La violencia hacia los niños parece ser un problema estructural que atraviesa a la sociedad en su totalidad. Los últimos casos que se han hecho públicos en la Argentina, reflejan una realidad que se repite a diario en múltiples hogares y que ha sido naturalizada por generaciones. Esta situación la podemos ver en casos extremos de abuso y homicidio como lo que sucedió con Benjamín en marzo de este año. Hoy, finalizando agosto, estamos hablando de la desaparición de Luján.

La Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes realizada por Unicef Argentina revela que el 59% de los niños entre 1 y 14 años experimentó prácticas violentas de crianza, y un 42% sufrió castigo físico. Estos datos muestran que, a pesar del consenso generalizado sobre lo inaceptable del castigo físico, las prácticas violentas siguen siendo comunes en muchas familias. El maltrato, ya sea físico o psicológico, tiene consecuencias profundas y duraderas en el desarrollo de los niños.

En Tucumán, los casos de Benjamín Amaya, Rocío, Abigail y Benjamín (por nombrar algunos) revelan la crudeza de la violencia que puede llegar a afectar a los niños. Benjamín Amaya, de cuatro años, fue hallado sin vida colgando de un puente después de haber desaparecido mientras jugaba. El acusado fue absuelto por la Justicia, dejando el caso en la impunidad. Rocío, de la misma edad, fue asesinada a golpes por su “madrina” y su pareja, quienes luego desmembraron y quemaron su cuerpo. Ambos fueron condenados, pero el crimen deja una marca imborrable. Abigail, de nueve años, fue víctima de abuso sexual y asesinato, y el principal sospechoso fue linchado por los vecinos, impidiendo así la posibilidad de una investigación judicial completa. Benjamín, de tres años, fue asesinado por su propio padre, quien ocultó su cuerpo durante un año antes de confesar el crimen.

Estos casos reflejan la violencia extrema, pero no deben hacernos perder de vista la violencia cotidiana que sufren los niños en sus hogares, muchas veces en silencio. Según datos de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el tercer trimestre de 2022, tres de cada diez personas afectadas por situaciones de violencia doméstica fueron niños. En el 80% de los casos, los agresores son los propios progenitores.

En medio de esta problemática, las formas tradicionales de crianza han sido cuestionadas, especialmente en su relación con la perpetuación de patrones de maltrato y autoritarismo. En este contexto, el paradigma de la crianza respetuosa emerge como una alternativa que no solo busca el bienestar emocional de los niños, sino también la erradicación de la violencia en todas sus formas.

La crianza respetuosa, también conocida como crianza positiva, se centra en el respeto mutuo, la empatía y la firmeza sin recurrir al castigo ni al miedo. “Lo digo yo y punto” era una frase común en generaciones pasadas, reflejando un estilo de crianza que, si bien no necesariamente malintencionado, podía abrir la puerta a dinámicas de poder y control que vulneraban el derecho de los niños a ser escuchados y respetados.

Este nuevo paradigma no se trata de una indulgencia permisiva, sino de una disciplina positiva que establece límites claros y coherentes, pero desde un lugar de amor y respeto. El desafío más grande para los padres hoy es deshacerse de ese “viejo chip” de autoritarismo y adaptarse a un estilo de crianza que, aunque demandante, promueve un desarrollo más sano y una relación más fuerte con sus hijos.

La violencia contra los niños no es un problema que pueda resolverse solo con leyes o campañas de concientización. Requiere un cambio profundo en las prácticas de crianza y en la forma en que se concibe el rol de los adultos en la vida de los niños. La estrategia Inspire de la Organización Mundial de la Salud propone un conjunto de acciones basadas en evidencia para prevenir y reducir la violencia contra los niños. Estas incluyen el apoyo a padres y cuidadores, la implementación y vigilancia del cumplimiento de leyes, y el fortalecimiento de los servicios de atención a las víctimas.

Formas

En el ámbito doméstico, la violencia puede adoptar muchas formas, desde el maltrato físico hasta la violencia psicológica y emocional. Unicef advierte que la violencia contra los niños y adolescentes está subrreportada y a menudo es invisibilizada. La encuesta de la organización revela que el 40% de los adolescentes consultados experimentaron su primer hecho violento entre los 6 y 13 años. Además, el 77% de las víctimas de violencia sexual asistidas por el programa “Las víctimas contra las violencias” del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación eran niñas, y más de la mitad de los agresores eran familiares.

Los casos de violencia infantil que han conmocionado a la sociedad argentina son solo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo y generalizado. Desnaturalizar la violencia en la crianza es un desafío. No es suficiente con identificar y sancionar los casos extremos de violencia; es necesario transformar las prácticas cotidianas que perpetúan el maltrato. Esto incluye no solo la violencia física, sino también la violencia psicológica y emocional, que puede ser igualmente dañina.

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