Las manos de Perón y un policial muy argentino

Intrigas, secuestros, servicios secretos y desapariciones.

GONZALO FASSÓN. Trabaja con cruces entre realidad y ficción. GONZALO FASSÓN. Trabaja con cruces entre realidad y ficción.
08 Septiembre 2024

POLICIAL

LAS MANOS DEL GENERAL

GONZALO FASSÓN

(La pollera ediciones - Chile)

Habría que emprender un estudio muy exhaustivo para dar con cuestiones que el policial negro argentino no haya tocado. Algo así dice José Pablo Feinmann en “Estado policial y novela negra argentina”: “¿Qué ocurre con la narrativa policial cuando no solo está en las calles, sino que está ahí, en las calles, porque el Estado es responsable de la existencia del crimen?”.

Podríamos pensar en Ni el tiro del final del propio Feinmann, o en las colecciones La muerte y la brújula y Negro absoluto, o en las novelas de Juan Carlos Martelli, Martín Malharro y Juan Sasturain. Ejemplos huelgan. Porque el policial negro está ahí, desde hace un siglo, sea en los Estados Unidos de origen o en nuestra versión autóctona, y continúa como representación de los tiempos.

Las manos del general, de Gonzalo Fassón, va en ese camino. Finalista del premio Clarín de novela 2020, recientemente publicada por La Pollera como ganadora de la “Convocatoria Mamotretos” de dicha editorial, los tonos, tiempos y climas del género –argentos por antonomasia– la rigen.

En julio de 2000, un hombre aparece muerto en una calle de Avellaneda; quien lo encuentra es el Sargento Pedro Villagrán, de la Comisaria Segunda; alguien le dice que las manos de ese NN no son las suyas, sino las del General Perón. Entonces entra en escena Ricardo Moreno, un obstinado periodista del diario Crónica, “un tipo al que le gustaba meterse en el barro” y que en ese momento sigue la pista de la desaparición de un pibe de la villa.

A partir de allí, el caso toma tintes oscuros, todo se sucede con vértigo: el asesinato de un comisario, vehículos con hombres de negro y armas largas, llamados telefónicos cruzados, intrigas, secuestros, servicios secretos, el incendio de una casa, la desaparición de una médica. “Conocía muy bien la podredumbre que existía dentro de la policía”, dice el protagonista, hasta dar, en una colonia neuropsiquiátrica cercana a Luján, con un tal Fabián García Lemos. El final, como en todo policial negro que se precie de tal, tiene el amargo sabor de la derrota.

Fuerte anclaje histórico

Las manos del general es una novela con un fuerte anclaje histórico, que parte de aquella tumba profanada en 1987 y lo que ello arrastró consigo. Confiesa el autor en el epílogo que la historia le fue revelada por Martha Ferro en 2009, en un homenaje a Jorge Julio López en Adepa; que fue allí donde se enteró de la historia del Topo Moreno, periodista desaparecido en democracia; que ello se convirtió en una obsesión, al punto de emprender una investigación; los cruces entre realidad y ficción, entre novela y testimonio, harían el resto.

Cuenta Fassón, también, que debe gran parte de esta obra a Samanta Schweblin, lectora de uno de sus primeros borradores (gracias al taller inmersivo llevado a cabo en Lago Pueblo, que este año se repetirá), y al tucumano Máximo Cheín, de cuyo taller literario participa.

En fin: que, desde aquella primigenia mutilación en El matadero de Esteban Echeverría, como bien dicta la sentencia, en nuestro país toda literatura, aún y sobre todo policial, es política.

© LA GACETA

HERNÁN CARBONEL

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