La sustancia: “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!”

La película de Coralie Fargeat, en pleno boom mundial, evoca el poema más conocido de Rubén Darío y nos obliga a preguntarnos ciertas cosas.

La sustancia: “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!”

Chang’e, diosa de la Luna, es conocida en la mitología china como una mujer bellísima que se volvió inmortal después de beber el elixir de la vida eterna.

Este es uno de los tantos mitos y leyendas que en la historia de la humanidad manifiestan el sueño del elixir de la vida, el recurso que garantice la juventud eterna, amagando a la vejez y la muerte.

A tal punto que en nuestros días, magnates tecnológicos como Jeff Bezos y Peter Thiel invierten en desarrollos en pos de herramientas avanzadas, como la inteligencia artificial, para intentar vencer el tiempo.

Por otro lado, en 2022 desde el Instituto Babraham (Cambridge, Reino Unido) un equipo científico informó que había logrado retroceder el reloj biológico de las células de una mujer de 53 años a una edad de 23, con una técnica similar a la que se utilizó con la famosa oveja Dolly.

La literatura, el arte y el cine también reflejan la quimera de la eterna juventud, de hecho es el eje argumental de la película “La sustancia”, que ha vuelto a exhibirse en las salas tucumanas como parte de un fenómeno mundial.

Al margen del filme de terror corporal de Coralie Fargeat. LA GACETA hizo dos preguntas a expertos tucumanos:

 - ¿Por qué los seres humanos insisten en la búsqueda de la eterna juventud? - ¿Qué buscan en realidad?

Un proceso natural

“Los motivos por los que las personas sueñan con la eterna juventud son diversos. Los más importantes son quizás los que marcan la presión social y cultural: se valoran mucho la belleza y juventud y la muerte se asocia con la vejez. La buena apariencia física en muchos casos mejora la autoestima y da mayor seguridad. Muchas personas buscan mantenerse jóvenes; lo asocian con mayor energía y vitalidad. También es notoria la influencia de los medios de comunicación, que promueven la belleza y la juventud como ideales”, señala María Eugenia Neme Scheij, médica especialista en Medicina Estética.

”En estos últimos años el avance de la ciencia y la tecnología ha permitido retrasar el envejecimiento y mejorar la apariencia. Desde la medicina estética se trata de realzar la belleza y de guiar el proceso del envejecimiento sin alterar la estética y la armonía general del paciente. La medicina estética bien realizada es la que menos se percibe, siempre teniendo en cuenta que el envejecimiento es un proceso natural e importante. Y aunque busquemos mantener la juventud es saludable e imprescindible aceptar cada etapa de la vida”, sostiene la doctora.

Lo que no se ve

“En nuestra cultura la juventud se asocia con la belleza. Para prolongar ese estado se recurre a tratamientos como la cirugía estética. Con ello se trata de alcanzar lo inalcanzable, porque la imagen que la persona tiene de su propio cuerpo es distinta a la imagen del espejo. Se intenta buscar en la imagen algo que la persona no ve. Por eso pocos se contentan con una sola cirugía, y entran en un bucle sin fin de operaciones para seguir corrigiendo la imagen. En definitiva, se trata de un ‘trastorno’ de la imagen o de la mirada, para ser más precisos. Pero ¿qué esconde la belleza? Detrás de lo bello siempre hay algo oscuro o, dicho en forma más precisa, la belleza hace de pantalla a lo siniestro. En términos psicoanalíticos, existe una pareja paradojal en la sede del yo; es lo que Sigmund Freud descubrió al formular que las pulsiones del yo albergan, no sólo componentes narcisistas, sino que también en el germen del yo convive junto al narcisismo la pulsión de muerte. Con lo cual, la insistencia en la búsqueda la belleza no tiene simplemente un componente narcisístico, sólo estético, sino que en la insistencia de la belleza vemos traccionar, desde las sombras, la pulsión de muerte. Ese es el sentido que tiene la película ‘La Sustancia’, que apela al body horror, y por eso justamente conmueve tanto al espectador”, reflexiona el licenciado Gabriel Artaza, psicoanalista, escritor y cinéfilo.

Desde la metafísica

“La lucha entre la permanencia y la impermanencia ha sido siempre una preocupación entre los seres humanos porque la conciencia de muerte que nos atraviesa, y que el cuerpo revela a través de la enfermedad y del dolor, pone en juego la vulnerabilidad de la carne. Ahora bien, tal como sostiene Jacques Derrida, el discurso de la metafísica procuró ser el fármaco capaz de contrarrestar los efectos de la muerte, en tanto produjo una catedral de conceptos que ponían por encima de lo visible lo invisible; por encima de lo material, lo inmaterial; por encima del cambio, la permanencia. Con ello vendría también la jerarquización del alma por encima del cuerpo. Lo que estos conceptos metafísicos comparten es la capacidad para tramitar o responder el paso del tiempo y la corrupción”, sostiene la profesora Carolina Garolera, licenciada en Filosofía/UNT, desde la mirada de la Antropología Filosófica.

“En tiempos de imagen y consumo, la retórica del alma inmortal frente al cuerpo mortal no convence, y se vuelve un imperativo para el cuerpo cumplir las promesas de permanencia e inmortalidad. Así es como vivimos entre cuerpos exigidos y extenuados que, muchas veces, bajo el mandato de parecer saludables, ocultan lo que al mismo tiempo revelan: la dificultad de nuestras sociedades para duelar las pérdidas”, concluye.

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