El método científico para nunca más olvidarse de los nombres

Un estudio mostró que comunicar la palabra que se acaba de conocer ayuda a que, en el futuro, sea más fácil para recordarla

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Hace 3 Hs

Puede sonar a una verdad de Perogrullo, pero la mejor forma de recordar las cosas es haciendo el esfuerzo por recordarlas. El tema es cuando ni así alcanza. Pero ahí entra a cumplir un rol importante el resultado de un estudio científico cuyo método permite mantener ágil y viva la memoria para nunca más olvidarse de los nombres.

Según este trabajo de investigación realizado por la Universidad de Montreal, Canadá, repetir los nombres es el mejor modo de mantenerlos activos en nuestro cerebro y que fluyan en el momento en que se los necesita. Para que aquello de “lo tengo en la punta de la lengua” deje ser una amarga opción.

Porque está claro que a nadie le gusta quedar mal con su interlocutor por no recordar su nombre, que no es lo mismo que desconocerlo. Y mucho más molesta puede tornarse la situación si la otra persona sí recuerda el nombre del olvidadizo.

De acuerdo a este estudio, la clave para que el recuerdo llegue en el momento preciso está en repetir ese nombre en el momento en que se lo conoce. Pero no repetirlo sin parar mirando a la nada, sino diciéndoselo a otra persona, a un tercero.

“Sabíamos que repetir algo en voz alta era bueno para la memoria, pero éste es el primer estudio que demuestra que, si se hace en un contexto comunicativo, el efecto es mejor para recordar información”, explicó el profesor Víctor Boucher, del Departamento de Lingüística y Traducción de la Universidad de Montreal, quien fue uno de los científicos a cargo de la investigación.

Adiós a “lo tengo en la punta de la lengua”: trabajar la memoria en un contexto de comunicación

En el efecto de comunicar, en decirle a un tercero el nombre de la persona que se acaba de conocer, es una forma de repetir esa palabra clave para que después no se haga difícil tenerla a mano. Y claramente no es lo mismo que hacerlo mirando a un espejo o una pared: comunicárselo a otro compromete al cerebro a recordar.

Esta investigación canadiense tuvo como protagonistas a 44 estudiantes universitarios a quienes se les mostró en una pantalla varias palabras que debían repetir. Pero no de cualquier modo y en cualquier circunstancia, sino con unos auriculares puestos que emitían “ruido blanco”, con el objeto de que no escuchasen su voz ni tampoco sonido exterior, y siguiente determinadas reglas.

Mientras las leían, debían respetar las instrucciones que pasaban por repetir esas palabras para sí mismos, mover los labios mientras las repetirlas en voz baja, decirlas en voz alta al mismo tiempo que observaban la pantalla y, finalmente, repetirlas en voz alta para que las oiga otra persona.

El paso siguiente de la ejercitación fue leer un listado de palabras que iban apareciendo nuevamente en la pantalla, identificando cuáles recordaban haber leído antes. La trampita, claro, estaba en que algunas palabras que aparecían en esta segunda ocasión no habían estado en la primera.

Loa conclusión fue que los participantes del estudio tenían más precisiones para recordar las palabras que habían leído y comunicado un rato antes, que las que les aparecían por primera vez. Por lo que la comunicación, el repetir una palabra y decírsela a otra persona, resultaba clave para memorizarla mejor.

“El hecho de articular sin emitir ningún sonido crea un vínculo sensoriomotor (un mensaje emitido por uno de los cinco sentidos y procesado por nuestro cerebro) que aumenta nuestra capacidad para recordar, pero, si está relacionado con la funcionalidad del habla, recordamos aún más”, fue la explicación científica que dio el profesor Víctor Boucher.

Otras activaciones cerebrales que ayudan a la memoria

Olvidar hechos o palabras del pasado es algo que viene de la mano con el paso de los años y la cantidad de vivencias que tuvo el cerebro a lo largo del tiempo. Aun así, hay sencillos ejercicios para mantener activa la memoria y que el desgaste sea menor:

Evitar que el cerebro se acostumbre a estímulos aburridos y limitados.

Estimularlo con nuevas ideas o proyectos para que siga aprendiendo y generando conexión.

Proponerse desafíos mentales para que la complejidad del ejercicio presente novedades atractivas.

Resolver juegos que activen cognitivamente al cerebro, como los crucigramas, la sopa de letras, sudoku, rompecabezas, laberintos, ajedrez, dados, cartas, bingo y juegos de lógica.



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