Difícil será olvidar el muy lluvioso, caótico y, en definitiva, espectacular Gran Premio de Brasil. Porque aquello positivo que se pensó que podía pasar sucedió. Porque aquello malo que siempre está latente cuando se corre en condiciones difíciles se dio. Esto, incluyendo a lo sucedido con Franco Colapinto, que protagonizó dos golpes, uno leve cuando participaba de la clasificación y uno fuerte mientras se disputaba la final, destrozando su Williams.
Para el bonaerense, la previa había tenido de todo: una tremenda expectativa por correr en Brasil, con la previsible presencia multitudinaria de fanáticos argentinos; la profunda tristeza que lo embargó el viernes por el fallecimiento de su abuelo; los intensos rumores en el medio de todo esto debido al interés de Red Bull por sumarse a sus filas en 2025; un Sprint correcto el sábado, a buen ritmo; una clasificación de locos de primera hora del domingo bajo la lluvia, con el golpe contra la contención; la incertidumbre por saber si el equipo podría arreglar el coche para que largue la final; el alivio por saber que sí lo haría… Una carrera que estaba desarrollando dentro de los parámetros normales y, finalmente todo terminó, con un impacto tremendo bajo la lluvia que lo dejó afuera en la vuelta 32.
Las cosas resultaron complicadas en Brasil en buena parte de la carrera, fundamentalmente al comienzo. Como si fuera un guión de cine catástrofe. Referencias al respecto sobran: una pista muy húmeda e indescifrable para determinar qué neumático ponerle a los coches; los procedimientos infringidos una y otra vez y que pusieron a varios protagonistas bajo investigación (y algunos recibiendo sanciones); una largada que se demoró porque Lance Stroll se pegó con su Aston Martin ya en la vuelta previa. Y la lluvia amenazante en todo momento.
La carrera de Franco, en resumen, fue así: partió 16°, ganó puestos y llegó a estar 12°. Se midió a fondo con Lewis Hamilton, también con Carlos Sainz. Aguantó incluso un toque de Oliver Bearman desde atrás (el británico fue penalizado por ello con 10 segundos). Luego se fue un poco afuera en una maniobra y cedió dos posiciones. Allá por la vuelta 28, la lluvia ya era intensa. Y por lógica todo podía pasar.
Hubo pilotos que a esa altura y por radio, pedían que se sacara bandera roja porque era imposible acelerar por el agua que caía y que se acumulada en el asfalto. Se decidió entonces que salga el auto de seguridad. Todo indicada que lo que vendría a su salida sería trepidante. Pero no lo fue para Colapinto. A muy poco de haber ingresado a los pits a cambiar neumáticos por segunda vez (vale decirlo, había pedido a su ingeniero que le colocaran los de compuesto para lluvia extrema, pero le pusieron otras vez los intermedios) , ingresando a la recta principal, perdió el control de su Williams, que fue a dar contra el muro de contención. Corría la vuelta 32. Él se bajó sin problemas físicos, pero su coche quedó destrozado. La decepción de los miles de fanáticos argentinos en las tribunas y detrás de la pantalla de televisión fue total. El hecho terminó por darle un mazazo al equipo Williams, que ya había perdido el auto de Alexander Albon, que lo destrozó en la clasificación y no pudo largar la final.
“Fue un golpe muy fuerte, el auto se desplazó, nada pude hacer. Quedé muy triste, más por el equipo que había hecho un gran esfuerzo por recuperar el auto. Fue un día malo”, dijo Franco.
Lo sucedido con el bonaerense generó que se saque bandera roja y los protagonistas pudieron así ingresar a los pits para recuperar energías, mientras sus equipos volvían a poner a punto las máquinas.
Todo se reanudó bajo condiciones de pista extrema. Y comenzó entonces el gran show del neerlandés Max Verstappen, que rompió récord tras récord con su Red Bull y terminó por ganar manejando al estilo del recordado Ayrton Senna, omnipresente siempre que se corre en Interlagos. Atrás, los Alpine de Esteban Ocon y Pierre Gasly, cerrando una actuación histórica para Alpine.
Lo dicho: difícil será olvidar el muy lluvioso, caótico y, en definitiva, espectacular Gran Premio de Brasil. Las emociones seguirán en tres semanas, en el circuito estadounidense de Las Vegas. Para ese entonces, las heridas al espíritu sufridas por Colapinto y el equipo Williams ya deberían cicatrizar.