Palabras sin pantallas para los más pequeños

En los últimos años, pediatras, especialistas en atención temprana y otros expertos han advertido sobre los graves perjuicios que el uso excesivo de pantallas puede causar en el desarrollo del habla durante la primera infancia. Ya en 2018, el New York Post publicó un reportaje sobre bebés cuya primera palabra fue “Alexa”, el asistente virtual de Amazon. Para 2023, el periódico español ABC titulaba: “La nueva epidemia: menores de tres años con retrasos en el lenguaje por criarse con pantallas”.

Hace 13 Hs

Por Diana Eguía Armenteros
Para LA GACETA - ÁVILA (ESPAÑA)

A lo largo del siglo XX, la neurolingüística demostró que el cerebro humano está diseñado para desarrollar el lenguaje en los primeros años de vida, siempre y cuando reciba estímulo verbal. Hoy en día, comprendemos mejor que dicho estímulo debe ser genuinamente humano. Es vital hablarles directamente a los más pequeños. En 2022, la revista Nature Human Behaviour publicó un estudio que reveló que, en todas las sociedades, los adultos modifican su forma de hablar cuando se dirigen a los bebés. Ese tono peculiar que adoptamos al hablarles es necesario y universal. Los infantes están preparados para participar en protoconversaciones con sus cuidadores desde los primeros meses de vida; cualquiera que haya jugado al “cucú-tras” puede confirmarlo. Estas interacciones no pueden ser delegadas en máquinas.

A la luz de esta información, aquí van algunas sugerencias para aprovechar el tiempo libre con los más pequeños.

Léale a su peque

Aunque todos los niños eventualmente aprenden a comunicarse verbalmente, aquellos que crecen en un entorno donde se les lee en voz alta tienden a desarrollar mayor capacidad cognitiva, un vocabulario más amplio, educación estética y una mayor habilidad expresiva. También se fortalece el vínculo emocional con el adulto que comparte historias y adquieren una mejor comprensión de las emociones. No olvidemos que la literatura siempre ha explorado las emociones humanas desde que las musas cantaron la cólera de Aquiles en La Ilíada de Homero. Un estudio de 2019, realizado en la Universidad de Ohio, demostró que los niños de cinco años a quienes se les había leído en su primera infancia sumaban a su caudal lingüístico hasta 290.000 palabras más que aquellos que no disfrutaron de esta práctica. Sobre qué leerles, es útil incluir canciones, adivinanzas, trabalenguas y cuentos populares. La experta en animación a la lectura Carolina Paz Barreira sugiere empezar con libros de animales, poemas y canciones. A partir de los dos años, quedan prendados con narraciones más complejas, como adivinanzas o cuentos populares, sin olvidar nunca la música y las rimas, que deberían acompañarnos siempre.

Que se ensucie las manos

Según el ilustrador español Enrique Flores, las letras son dibujos, por lo que animar a los niños a garabatear en cualquier superficie favorece el futuro aprendizaje de la lectoescritura. Podemos aprovechar la época estival para improvisar trazos en la arena de playas y ríos; pintar con tizas el suelo de calles y plazas a la sombra; dibujar con el dedo sobre superficies de agua u otras preparadas por nosotros, como cubetas de arroz o legumbres. También son recomendables otras actividades manuales que ayudan a desarrollar el sistema psicomotor; tales como puzles, colaborar de forma segura y vigilada en la preparación de platos sencillos, manipular imanes, insertar cuentas en cordones, recoger y seleccionar conchas u otros elementos naturales… A la hora de manipular objetos, una actividad ineludible es la introducción de libros pensados para bebés. Por suerte, contamos con una gran variedad de ellos. Libros impermeables para jugar en el baño o en la piscina; libros de cartón, como los de la colección “De la cuna a la luna”; quiet books de todas las temáticas posibles; libros indestructibles, que pueden llevarse a la boca, etc.

¿Qué mejor manera de disfrutar del verano que sumergirse en el maravilloso mundo infantil sin pantallas? Aproveche el momento.

© LA GACETA

Diana Eguía Armenteros - Licenciada en Filología Hispánica, profesora de la Universidad Católica de Ávila y doctoranda de la Universidad de Pennsylvania.

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