En unos días, Eugenia Moyano pasará de los 40°C tucumanos a -20 °C en la Antártida Argentina. Habrá jornadas, en pleno invierno, en las que tendrá que soportar hasta -40 °C y vientos que soplan y aúllan tan fuerte que los han bautizado como “Los 60 bramadores”. Deberá acostumbrarse a convivir con desconocidos, a la soledad, al encierro, a las jornadas con muy poco sol y a otras con demasiadas horas de luz.
Eugenia, que es bióloga egresada de la UNT y gestora ambiental, ha sido elegida como una de las investigadoras para hacer la campaña larga en la Base Doctor Alejandro Carlini, la más “científica” de las 13 bases argentinas en la Antártida. Tendrá que pasar 14 meses haciendo ciencia en el fin del mundo.
Su estadía podría llegar a durar unos 30 o 60 días más. La frase ya la escuchó varias veces: “a la Antártida uno sabe cuándo llega, pero no cuándo se va”. Igualmente, la “Mocha” -como le dicen sus amigos- está más que entusiasmada. Asegura que este desafío será un antes y un después para su vida. Sabe que extrañará muchas cosas, mucha gente querida. Y sobre todo su otra gran pasión: el cosplay, una actividad en la que Eugenia se destaca desde 2018. Su especialidad es la confección de trajes de personajes de videojuegos. Ha sido campeona tucumana y ha ganado competencias nacionales e internaciones. En su última presentación, en México, obtuvo el primer premio, lo que le valió un viaje a Londres y a Escocia.
Moyano, que tiene 39 años, siempre amó los disfraces. Cuando se termina su horario de trabajo, pasa horas fabricando trajes y armaduras e investigando sobre personajes de ficción. Puede convertirse en guerrera o dragona. El primer personaje que encarnó fue la Chica Halcón de La liga de la justicia. Pudo diseñar con precisión las alas, gracias a sus conocimientos como bióloga. Desde entonces, no paró nunca de crear e imaginarse trajes nuevos. Porque el cosplay es más que disfrazarse: es una expresión artística, asegura.
- Contanos un poco sobre vos y de qué se trata el viaje que vas a hacer...
- Soy bióloga y en los últimos años he estado trabajando con agua, con contaminación, con cuestiones de gestión ambiental en una entidad provincial tucumana. Pero cuando surgió la posibilidad de viajar a la Antártida tomé el retiro voluntario que salió a nivel provincial para poder aprovechar esta oportunidad. Todos los años, el Instituto Antártico forma parte del Programa Nacional Antártico, a través del cual se hace toda una tarea científica en las distintas bases antárticas. Los programas son muy variados: hay tomas de muestras, análisis, trabajos con mamíferos marinos, con aves, con algas, también cuestiones oceanográficas, atmosféricas, mucho trabajo informático de información de satélites, de ozono. Algunos de estos programas se realizan solamente en verano, que duran aproximadamente tres meses. Y después viene lo que sería la campaña larga, que es la campaña de invierno, que es la que yo voy a hacer. Mi trabajo es técnico-científico, y yo lo voy a hacer, en conjunto con otro compañero. Consisten en la toma de datos y de información, de colecta de información de muchos de esos proyectos que se hacen a través del Instituto Antártico durante las épocas invernales.
- ¿Cómo surgió la idea de ir a la Antártida?
- Hace ya por lo menos dos o tres años yo venía siguiendo el Programa Nacional Antártico, para ver si surgía algo. Y ahí me entero de que todos los años se hace una convocatoria para investigadores. Me presenté, pero la verdad había pensado que, como soy de Tucumán, iba a ser complicado quedar. Mandé currículum y fui atravesando las múltiples etapas hasta este momento.
- ¿Cómo es el sitio donde vas a estar? ¿Qué es lo que te contaron sobre habitar en el lugar más remoto del mundo?
- Voy a estar en una de las bases científicas de Argentina, que es la base Carlini, donde se realizan gran parte de los proyectos y es donde los biólogos invernan. Es decir, hacen la campaña larga de invierno. Es una base compuesta por distintos, por un cuerpo de militares, que es el Comando Conjunto Antártico, formado por las distintas fuerzas del ejército, navales y aéreas, y el personal civil, que en este caso son los investigadores, los biólogos y los informáticos, que son los que se van a encargar de las telecomunicaciones, de los problemas electrónicos. La base está compuesta por distintos edificios, hay usinas, hay una casa laboratorio, hay una casa de informática, hay como un sector común, un gimnasio. Están todos los edificios cercanos, pero no hay nada más además de eso.
- ¿Tenés que tener algún tipo de preparación especial para ir?
- Sí, hay muchas pruebas psicológicas. La primera pasamos a través del Instituto Antártico. Son muchas entrevistas donde nos hacen distintos test de personalidad, todo porque hay que pensar que ellos tienen que armar un grupo de trabajo que pueda ser compatible. Es muy importante, siempre nos han recalcado que la psicología antártica es muy particular por el tipo de situación. Está la cuestión del aislamiento; analizan que eso no te afecte demasiado. Una de las cosas que pareció súper importante, es que cuando estábamos en las etapas de entrevista, me preguntaron qué recursos internos, personales o de entretenimiento tengo para cuando estoy encerrada o sola, y qué haces en tu tiempo libre. Es importante que cuando uno va a Antártida lleve cosas personales para hacer. Sí hay un límite que tiene que ver con la cuestión logística, obviamente, no podés llevar muchas cosas. Estoy justamente en esta etapa en la cual tenés que preparar absolutamente todo lo que vos vas a necesitar por 14 o 16 meses. Tenés que pensar en absolutamente todo lo que vas a usar en ese tiempo. Respecto a la comida y a las cosas de la base, eso lo maneja el cuerpo militar. Ellos tienen los horarios de comida. Las áreas comunes se que nos turnamos para limpiar entre todos, tanto los civiles como los militares. Quiero aclarar que la Argentina hace presencia en todas las bases a través del cuerpo militar, pero la función, o sea, el objetivo principal de la presencia antártica argentina es científica.
- ¿Qué fue lo importante de esas pruebas psicológicas que te hicieron?
- He pasado muchas evaluaciones psicológicas, porque las cuestiones de la invernada, tantos meses, no es un tema menor. Estamos en confinamiento, no hacinados. Es decir, no nos podemos ir de la base, estamos en aislamiento porque no volvemos al continente, y además en la temperatura extrema. Tenemos en invierno -40 °C , en verano podemos tener -20 °C. Los vientos son muy fuertes; puede haber semanas en las que no podamos trabajar, entonces nos quedamos adentro encerrado un grupo reducido de persona. Durante el verano hay muchos investigadores en las bases trabajando; puede haber 120 personas. El tema es que durante el invierno quedamos 28 más o menos. Habrá un médico, un cocinero, un jefe de base, los especialistas en informática y electrónica, y nosotros dos los biólogos. Entonces, tenemos que convivir, y lo que eso conlleva en el contexto es realmente súper interesante. Según lo que estuve viendo, en el invierno habrá tres militares mujeres y yo seré la única civil mujer.
- ¿Cómo te manejarás con las cosas que necesitarás allá? ¿tenés un límite de cosas para llevar?
- Las cosas que llevo se dividen en dos partes: una parte que yo tengo que preparar en tres tachos, son como esos de 200 litros azules. Esos se cargan en el barco días antes de que yo parta. Y después está lo que yo llevo conmigo, que son dos bolsos, uno en mano donde va la ropa antártica que me dieron ellos, y que es la que usamos para trabajar en un contexto de frío extremo. Y luego una mochila mía con algo de ropa que debo usar el primer mes hasta que llegue el barco con mis cosas. Particularmente en los tachos he puesto cosas para hacer manualidades, que es lo que me gusta a mí, el cosplay, coser: llevo mi máquina de coser, telas, para pintar y juegos, para estar entretenida.
- ¿Tenés una idea de cómo serán tus días allá?
- En invierno tendremos pocas horas de luz y en verano pocas horas de oscuridad. Estando allá, la prioridad siempre es el trabajo. Hay una cuestión climática que te limita, entonces por ahí, si yo tengo que hacer algún trabajo con algas y necesito hacerlo durante las horas con sol o las horas del día, eso va a ser prioridad. No es que existe un domingo o un sábado. La logística del armado del trabajo va de la mano del clima, así sean muchas horas de trabajo, porque luego puede haber semanas de tormenta con fuerte viento y no se puede hacer nada. El trabajo de investigación que se hace allá es sobre algas, biologia reproductiva de especies varias (pingüinos, petrel gigante), expansión de vegetación, biología de predadores tope, penetración de luz y variables oceanográficas, calentamiento global, entre otras.
- ¿Tenés algún temor? ¿Cuál es tu mayor expectativa?
- Para mí esto es un desafío personal muy fuerte; es como ponerte a prueba. Es muy loco saber que es una posibilidad que la gente que estudia mi profesión y otras puede ir a la Antártida y hacer su aporte a la ciencia patria. Mi mayor expectativa es vivir una de esas situaciones que te cambian la vida, que te pueden abrir puertas. Particularmente estoy muy emocionada con esto, siento que se viene una aventura increíble. Pienso que las personas que se presentan a una invernada tienen espíritus particulares, además de curiosos y amantes de la naturaleza, porque realmente no es algo fácil estar 14 meses alejado de tus afectos, alejado de tu perro, de las actividades sociales que te llenan. Gracias a la tecnología podremos seguir con las comunicaciones, pero será duro. Yo particularmente no tengo miedo, pero sí estoy preparada y se que en invierno las papas pueden quemar, emocionalmente hablando. Son meses muy complejos, esto está estudiado, en los que uno tiene que estar muy fortalecido y tener muy claro los objetivos de por qué está ahí.
- Ser cosplayer y bióloga, ¿como es vivir con dos pasiones tan distintas?
- Cuando comencé con el cosplay era algo muy tranqui. Pero después se volviendo muy importante en mi vida. Y es algo que demanda mucha creatividad, mucho de arte e imaginación y de juego. Eso lo tuve que combinar con mi otra pasión, la biología, que es la carrera que siempre he soñado. Al principio es como que trataba de tener los dos mundos bien separados. Sin embargo, se me hizo imposible porque empecé a ganar concursos, a viajar por el mundo, y ya no podía ocultarlo. Aunque no es algo vergonzoso, sí es distinto y la gente tiene prejuicios porque no ven el cosplay como un arte. Generalmente se piensa que los anime son cosas para chicos, para inmaduros, para los que no estudian o son vagos, que pierden tiempo. En mi caso ya lo superé y ahora convivo perfectamente con mis dos mundos.