María Eugenia “Genié” Valentié solía decir que la carrera de Filosofía era tan amplia y significativa que podría considerarse no sólo como un trayecto de formación para estudiantes de grado, sino también como una opción ideal para quienes ya habían cursado otras carreras. La Filosofía era en su concepción, una carrera perfecta para licenciados, profesores, ingenieros y demás profesionales. No como un posgrado sino una oportunidad para reflexionar profundamente sobre su campo a aquellos que ya contaban con un título previo. Hay muchos casos que ilustran este planteo de imbricación de ciencia y filosofía, desde Mario Bunge, pasando por Wittgenstein, Adam Smith e incluso el propio Platón, que dicen que en la entrada de su Academia, advertía que nadie debía ingresar si no conocía geometría.
Fue en este contexto que conocí a Aurora “Tatá” Pissarelo. Ella era Ingeniera Química consagrada, pero la descubrí como estudiante de Filosofía. Porque no era una profesional explorando una disciplina para potenciar lo suyo: era una alumna en el sentido más pleno. Más alumna incluso que aquellos de nosotros que no habíamos sido previamente estudiantes universitarios. No tenía la postura de una especialista investigando en su campo, sino la más inocente y alegre manera de ser parte de una clase. Era una compañera con una apertura única. Con el tiempo, fuimos descubriendo la profundidad que se escondía detrás de esa aparente inocencia, detrás de cada una de sus preguntas y comentarios (del tipo “¡este Hume es un loco terrible!”). Cuando se recibió, quería seguir hablando, escuchando y discutiendo con gente. Como que cada vez que algo la alegraba o asombraba necesitaba salir corriendo a mostrarles a los demás el caracol que encontró detrás de la lantana, como el esclavo liberado de la Caverna de Platón que asume el riesgo de compartir la verdad porque ni la verdad ni la filosofía admiten el “mía nomás”. Siguió dedicada a la enseñanza y el aprendizaje, más allá de las academias y de las reglas institucionales de las cuales no huía; es que ya las había dominado. Su idea del conocimiento estaba relacionada con la comprensión que sólo se logra en comunidad. Caso atípico y admirable de esa gente buena que siempre quiso ser mejor. Para volver corriendo a mejorarnos, a ayudar y debatir con los demás sus ideas y experiencias.