Rescate urgente de la prosa de prensa del siglo XX*

Hace 19 Hs

Por Julián Gorodischer

Temprano periodismo de experimentación: ¿qué significa el juego con la forma en medios masivos? Básicamente, tres procedimientos que anticiparon y resignificaron “a la porteña” el Nuevo Periodismo Norteamericano: el impresionismo de artículos, el tono ramplón (del cual Martín Caparrós y María Moreno son herederos), la redacción como portal a un mundo mítico.

Pervertir lo homogéneo: apuntes para una historia de la literatura de redacciones. Leo del prólogo de Preciosas Mayúsculas, la antología que compilé tras una profunda revisión de los principales medios del siglo pasado: “Se da una migración de mentes brillantes a las secciones blandas”. Por eso, los 30 y los 40 están hechos de miradas al óleo; los tiempos del aguafuertismo, cada cual a su modo, han comenzado: inteligente, Alberto Gerchunoff; romántico, Juan José de Soiza Reilly; bajofondista, González Tuñón. A veces digo que me habría gustado vivir en los gloriosos tiempos del diario El Mundo, eje de la discusión pública y la cohesión identitaria porteña, del cual el volumen Preciosas Mayúsculas da testimonio con una de estas perlas secretas que me costó tanto trabajo encontrar y resucitar: “La visita del médico”, firmada por Chamico, nada menos que el escritor y serialista gráfico Conrado Nalé Roxlo.

Esa mitológica vida bohemia de los primerizos experimentadores de la prosa periodística es lo primero que me atrajo a indagar en sus magistrales vericuetos formales, pura experimentación, como la mencionada pieza de Chamico donde se anticipa la popular hoy Autoficción, con visos de humor absurdo sin dejar de estar inscripta como No ficción, y por eso se ganó su lugar en las páginas del diario del siglo del papel.

Amo el periodismo del siglo XX porque en él es posible leer una identidad colectiva de la masa letrada, que llevaría a una de las mujeres de este libro, Sara Gallardo, a la tapa de Confirmado, por sus columnas predictoras del Life Style, en la célebre “La donna é mobile”, que conformaban por primera vez audiencia: las donnas, cual germen de revista femenina literaria al estilo Marie Claire o Vanity Fair.

No está Tomás Eloy Martínez, de Primera Plana, pero en su defecto está uno de los descubrimientos que hace este libro, que también fue un trabajo de investigación con archivos: la célebre Primera Dama –en 1966- narraba cómo vivía el antaño trabajador profesional independiente, esos veranos en casaquintas “cerca de la ciudad” y ella –anonimizada- era nada menos que Felisa Pinto, única autora con dos crónicas en la antología.

Con el genial editor bahiense Diego Rosake (Hemisferio Derecho), que le dio una oportunidad a este libro, decidimos que este conjunto no fuera un canon. No queríamos decir “las mejores”, ni “las más exitosas”, ni “las más leídas de su tiempo”; sólo secretas, porque eso nos motivó a una labor vivida como servicio: el de darles nueva vida y soñar con que sus medios originales las republiquen potenciando a nobles líneas que estaban en tumbas señalizadas con un código de catálogo.

Disfruté mucho del proceso que me llevó a este libro terminado; y la intensidad repicó en los 80 y 90, cuando me sumergí en medios que habían formado a mis editores de Página, en Humor, El Periodista, El Porteño, y ya estaba suelto en el arte de que me importara menos llegar a ser justo o representativo, y un poco más seguir el criterio de mi gusto personal en el marco de una selección de autor: por eso está tan presente la crónica urbana, el derrotero de una mirada en tránsito; primero porque es a lo que me dedico desde La ruta del beso (Norma) y La ciudad y el deseo (RHM) hasta mis excursiones metropolitanas actuales para La Nación, pero también porque ahí entiendo que está la marca de la identidad de ese escritor de redacciones, en aguas abiertas por Gerchunoff, González Tuñón y Enrique Mouliá hasta llegar a Jorge Di Paola, Horacio Verbitsky y Enrique Symns.

De “la gente del otro lado de la estrella” de Tuñón a los relacionamientos con las fuentes de Symns o Viviana Gorbato hay un reportero médium despersonalizado, ávido de ser completado por la historia ajena. Escucha interesada, favoritismos, piedad, empatía: ahí es donde nace una historia movida por el ímpetu, por el sesgo, por el cariño; ¿y hoy dónde quedó esa magia?

Acá también está Osvaldo Soriano haciendo virtuosismo escénico en 1ra persona siendo invitado a La noticia rebelde, aquel programa que era como un medio gráfico satírico en la pantalla pública, como un primo hermano de Satiricón o Humor. Por primera vez en la historia póstuma de la obra de Soriano, la agencia internacional Guillermo Schavelzon y la familia del escritor –su viuda y su hijo- cedieron en forma totalmente desinteresada y sin cobrar el arancel a la reproducción de este artículo, y eso es por el respeto que le tuvieron a la labor de Diego Rosake como editor y a mi trabajo previo como compilador. Y eso es porque primero, antes de Preciosas… estuvo la antología Los atrevidos. Crónicas íntimas de la Argentina (Marea), a favor de una No ficción desligada de convencionalismos, voluptuosa y densa (como recomendaban los manuales de periodismo) y a la vez untuosa y vaporosa prosa de prensa.

En un mundo de idolatría del click y la duración de un minuto de storie y dos minutos de reel, todo lo que queda, al margen de que sacia por momentos el ansia narrativa, no conduce más que a la añoranza del medio de papel, a la idea de “pieza”, de “pieza secreta”, hoy revivida pieza que pedía un rescate urgente.

*Anticipo de “Preciosas Mayúsculas: piezas secretas del periodismo del siglo XX”.

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