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En el mundo del fútbol, un deporte que muchas veces es reflejo y motor de las dinámicas sociales, la creación de departamentos de género en los clubes es una necesidad impostergable. Esta afirmación no es retórica ni responde a un momento coyuntural, sino a la evidencia de los desafíos estructurales que enfrentan las instituciones deportivas frente a problemas como la violencia de género, el machismo y la exclusión. Los antecedentes en clubes como Atlético Tucumán y Vélez Sarsfield evidencian tanto los avances como las asignaturas pendientes en esta materia.
El caso reciente de la contratación de Miguel Brizuela por parte de Atlético Tucumán pone de manifiesto estas carencias. Aunque las denuncias en contra del jugador fueron desestimadas y archivadas, su llegada generó un fuerte rechazo entre hinchas y sectores vinculados a la lucha contra la violencia de género. Este episodio no sólo revela la tensión entre los intereses deportivos y los valores institucionales, sino también la falta de mecanismos efectivos para gestionar estas controversias desde una perspectiva de género.
Un Departamento de Género no es una estructura simbólica, sino una herramienta fundamental para prevenir, educar y actuar en casos de violencia y discriminación. En el caso de Vélez Sarsfield, su área de género se consolidó como uno de los primeros y mejores ejemplos de cómo estas iniciativas pueden funcionar eficazmente. Con la implementación de capacitaciones obligatorias y protocolos claros, Vélez logró abordar situaciones conflictivas de manera profesional, como lo demuestra la denuncia realizada por una tucumana por violación contra cuatro de los jugadores del plantel profesional. El club decidió apartar del equipo a los involucrados hasta que se resuelva el conflicto.
Atlético Tucumán anunció en su momento la creación de un Departamento de Equidad y Género, pero las expectativas iniciales se diluyeron rápidamente. La falta de apoyo institucional y la indiferencia generalizada provocaron que el proyecto quedara en la nada. En la reciente modificación de su estatuto, el club incluyó el compromiso formal de establecer este espacio, lo que representa una nueva oportunidad para transformar la cultura organizacional.
La importancia de un Departamento de Género radica también en su capacidad para anticiparse a las crisis. La gestión de casos complejos, como el de Brizuela, requiere protocolos claros, personal capacitado y decisiones alineadas con los valores que el club pretende promover. En ausencia de estos recursos, las decisiones terminan generando divisiones internas y dañando la imagen institucional.
Además, el impacto de estas áreas trasciende las paredes del club. Los departamentos de género son catalizadores de cambio social, al promover valores de inclusión y respeto que impactan en las tribunas, en las comunidades de hinchas y en las nuevas generaciones. Un club que apuesta por la equidad no sólo fortalece su relación con los socios, sino que también se posiciona como un referente en la lucha por una sociedad más justa.
Por último, es fundamental destacar que estos espacios no deben ser percibidos como una amenaza, sino como una oportunidad. Incorporar la perspectiva de género no implica sacrificar logros deportivos ni dividir a la comunidad, sino construir una institución más sólida, cohesionada y respetuosa. Para ello, se requiere voluntad política, recursos y, sobre todo, un compromiso real por parte de quienes lideran los clubes.
El fútbol es mucho más que un deporte; es una plataforma que refleja y moldea la sociedad. Los clubes tienen la responsabilidad y la oportunidad de liderar este cambio. Crear y fortalecer departamentos de género no es una opción: es un imperativo moral y estratégico.