Vacaciones en Colalao del Valle: vinos que maridan con la luna calchaquí

En el corazón del Valle, una mujer lidera un proyecto vitivinícola que combina tradición y respeto por el entorno, donde la producción es marcada por las fases de la Luna.

PARA TOMAR. El vino de bodega Luna de Cuarzo y sus viñedos. la gaceta / fotos de belen castellanos / Bodega Luna de Cuarzo PARA TOMAR. El vino de bodega Luna de Cuarzo y sus viñedos. la gaceta / fotos de belen castellanos / Bodega Luna de Cuarzo

“Declárase al vino argentino como bebida nacional”, escribe el texto de la Ley 26.870 sancionada el 3 de julio de, apenas, 12 años atrás. Esta normativa sólo regula una bebida que es premiada mundialmente hace tiempo. Tan solo el año pasado Argentina cosechó cuatro trofeos y siete medallas de oro en el certamen Internacional Wine Challenge 2024 (IWC), la competencia más rigurosa, imparcial e influyente del mundo. Silvia Gramajo, no integra esos certámenes pero puede dar fe de la calidad de los vinos del país, sobre todo de los que conoce muy bien: los vinos de altura.

En 2024, este país fue el décimo exportador a nivel mundial. “En Argentina se encuentran los viñedos más altos del mundo”, comenta la sommelier mientras invita a recorrer su finca. Una periodista que dejó el ajetreo de la ciudad para abrazar la calma y la conexión con la naturaleza, se ha convertido en una referente de la producción vitivinícola sostenible y en armonía con el entorno.

Silvia es la dueña de una de las varias bodegas que hay en el Valle Calchaquí a casi 2.000 metros sobre el nivel del mar. Es cierto, “en el país se dan cosechas de uvas con temperaturas y suelos naturalmente aptos en zonas muy altas, sin nieve que las estropee”, comenta la especialista.

PARA TOMAR. El vino de la bodega Luna de Cuarzo y sus viñedos. PARA TOMAR. El vino de la bodega Luna de Cuarzo y sus viñedos.

Bodega boutique

Enclavado en el corazón de Colalao del Valle, en el kilómetro 4.305 de la famosa ruta 40, está Luna de Cuarzo, una pequeña plantación de dos hectáreas que recibe visitas de turistas todo el año, en el paraje de Finca de la Silvia.

El nombre de la bodega refleja el respeto de Gramajo y su familia por los ciclos de la naturaleza. “La Luna y el cuarzo son esenciales para nuestro proceso”, explica. El cuarzo, presente en el suelo del valle, no solo aporta una mineralidad única a las uvas, sino que también se cree que canaliza energías positivas para el cultivo. Por otro lado, la luna llena guía cada cosecha, siguiendo principios de la agricultura biodinámica que respetan los ritmos naturales de la vida de las plantas.

Fue de casualidad que la familia se dedicó a la vitivinicultura. “Vinimos en 2007 a Colalao y un amigo nos dijo que debíamos cultivar uvas. Pensé que se refería a las uvas de mesa para venderlas al costado de la ruta”, recuerda la mujer entre risas. Finalmente se animaron, asesorados por un experto emprendieron la sugerencia que les hizo su amigo. “Al cabo de cuatro años, tuvimos nuestra primera cosecha. En 2014 logramos el primer vino”, recuerda.

“Queríamos que nuestro vino fuera una expresión del entorno y un homenaje a las fuerzas de la naturaleza, como la Pachamama, que lo hacen posible”, agrega Silvia, quien encontró en el valle la inspiración para descubrir su pasión por el vino y su compromiso con la sustentabilidad.

13 lunas y el cuarzo

La producción se basa en prácticas biodinámicas, un método que respeta la tierra y fomenta la biodiversidad. “Las plantas aromáticas que crecen naturalmente en el viñedo, interactúan con las uvas a través del viento, el burrito para el mate o la rúcula silvestre, se adhieren a la pruina de la fruta”, explica Silvia e invita a oler las plantas. La pruina es una composición de microcristales que protegen a la uva.

Además, cada etapa, desde la siembra hasta la cosecha, está sincronizada con las fases de la luna. “Usamos el calendario de 13 lunas”, adelanta Silvia mientras rodea el viñedo.

BARRILES. Para esta bodega son muy importantes las fases lunares BARRILES. Para esta bodega son muy importantes las fases lunares

Es que los mayas, sabios pobladores de América, diseñaron una tabla compuesta por 13 meses consecutivos de 28 días, distinto al calendario gregoriano que usamos por consenso. Con ese método, describen el tiempo que tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol, también las 13 órbitas de la Luna alrededor de la Tierra. Es un calendario lunar-solar, que mide la órbita de la Tierra alrededor del sol mediante la órbita de la Luna. 28 por 13 son 364 días y el día restante, llamado “día fuera del tiempo”, simboliza la sintonía con un nuevo ciclo. “Ese día es un día de introspección y meditación”, cuenta la mujer.

“En España echan polvo de cuarzo a las raíces de las vides para protegerlas de los hongos y favorecer el crecimiento de las plantas. En Colalao, y todo el valle, el cuarzo es natural, está diseminado. Le otorga sanidad a la viña”, remarca. La arena, el viento y la poca lluvia son ideales para la viña.

La vendimia

La cosecha de los varietales se realiza durante la Luna llena. “Alrededor de las 5 de la mañana se inicia el ritual en el que participan los visitantes. “El primer paso es pedirle permiso a la Pachamama para sacar los frutos que nos ofrece. Luego de eso, vamos hilera por hilera cosechando en canastos”, relata la productora.

“Hacemos competencias para ver quién llena más rápido una canasta y, después, pisamos la uva, antes de enviarla a los contenedores para su fermentación”, describe.

Los antepasados indígenas del valle, también creían que el satélite natural de nuestro planeta tenía un impacto directo en las cosechas. Con el tiempo, se comprobó científicamente que por la noche, la piel de la uva es menos sensible y reduce el descontrol fermentativo. Se rehidrata y la temperatura de la uva es mucho menor al llegar a bodega, por lo que no es necesario refrigerar tanto.

En la finca de Silvia refrigerar no es una opción porque la bodega está bajo la tierra. No es común que la fermentación sea subterránea. “Fue un desafío hacerlo pero decidimos que la misma tierra nos brinde la temperatura y condiciones para almacenar el vino sin usar acondicionadores de aire, como es común en la industria”, remarca la sommelier y se puede comprobar lo que dice. Al entrar a la bodega, el clima es fresco y agradable.

“La próxima cosecha será en marzo, será un momento de conexión con el entorno y gratitud hacia la Pachamama”, adelanta la productora de aproximadamente 200 mililitros anuales.

Los varietales

El recorrido por los sabores, aromas y variedades de vinos es un proceso de varios pasos para conocer de cerca el proceso y descubrir los secretos detrás de cada etiqueta. Silvia arranca un racimo de uvas de su espaldar y da una copa de vino para cada botella distinta que invita.

Lo primero que se debe hacer en cada caso, es observar el color. Luego, indica a los degustantes que muevan la copa para liberar los aromas y mete, literalmente, la nariz dentro de ella para que la imiten y huelan. Lo que sigue es hacer un buche con la bebida para impregnar la boca del sabor antes de tragar.

La cata se inicia con un vino Torrontés, una variedad de uva blanca que predomina en Argentina. Es seco y vigoroso, con sabores de frutas cítricas y tropicales. “El torrontés huele a azahares o a durazno, es dulce y es ideal para comer con quesos”, indica la experta.

El que sigue es el Malbec. La uva es sabrosa y menos dulce que la anterior. La bebida, en cambio, es de color violeta o un rojo violáceo profundo. “Este vino se parece a una ciruela, mora o frambuesa por su color y el olor nos recuerda al chocolate”, explica la sommelier. Oler es importante. “El olfato se desarrolla los primeros años de vida, luego solo podemos comparar aromas con otros que ya conocemos”, dice

La tercera variedad es Cabernet Sauvignon, con la que se elabora otro vino tinto del mismo nombre y de color rojo carmín. Es relativamente nueva, producto de un cruce entre la cabernet franc y la sauvignon blanc durante el siglo XVII en el suroeste de Francia. “Cuando lo probamos, sabe a pimiento y pica un poco en la boca, debido a las pirazinas. Queda muy bien con un chocolate”, recomienda Silvia. La cantidad de ese componente depende de las prácticas vitivinícolas, el clima y la variedad de uva. El vino huele a frambuesa y un poco a pimienta.

La joya de la casa quedó para el final. La botella fresca y el líquido transparente indican que contienen un vino dulce, blanco y de cosecha tardía. Huele a ananá y flores. El fresco vino tucumano fue premiado por certámenes con jurados rigurosos. “Es una ensalada de frutas y miel. Para beber con amigas una tarde de verano. Creo que es ideal acompañarlo con queso azul”, aconseja su creadora.

Las experiencias enoturísticas del viñedo incluyen estadía en un domo de adobe que, originalmente fue creado para uso personal, se adaptó para visitas. También, la dueña de casa, ofrece un momento de relajación para abrir los sentidos a las degustaciones. “El relax, se hace con cuencos que emiten vibraciones, prepara al cuerpo para la cata. Se lo recomiendo, especialmente a los turistas que vienen con el ritmo acelerado de la ciudad”, detalla la bodeguera.

Liderazgo en industria

Gramajo no solo es la mente y el corazón detrás de Luna de Cuarzo, sino también una figura destacada en la vitivinicultura tucumana. Fue la primera bodeguera inscripta en Tucumán y ahora ocupa la presidencia de la Cámara de Bodegas y Viñedos del Tucumán, un sector que siempre fue considerado exclusivo de los hombres. “Actualmente somos más las mujeres productoras de vinos”, finaliza.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios