

Los templos son espacios sagrados en los que la devoción se plasma en símbolos, rituales y memorias compartidas. No importa la creencia o tradición, cada templo es un punto de encuentro donde se funden la fe y la identidad. En Rosario, la casa natal de Lionel Messi se transformó en un santuario para los fanáticos del fútbol, un lugar de peregrinación en el que la admiración por el mejor jugador del mundo trasciende fronteras y épocas.
La reprogramación del partido entre Rosario Central y Atlético Tucumán se debió a un factor tan implacable como el mismísimo sol: las altas temperaturas. Con el calor marcando el ritmo de la jornada, los vecinos salen de sus hogares únicamente para abastecerse de lo indispensable para el almuerzo. Entre ellos se encuentra Julio Albornoz, un hombre de casi 70 años que recorre el barrio con una botella retornable en la mano y un porte sencillo, pero lleno de historias. Conoce cada rincón de la zona sur, especialmente el emblemático número Lavalleja 448, la antigua casa donde creció Messi y que hoy se erige como un monumento a su leyenda.

“Primero yo te pregunto a vos: ¿Qué sentiste al venir?”, comentó Albornoz al referirse al lugar, que para él es mucho más que una vivienda. La magia del sitio reside en la fuerza de las historias y el cariño de los vecinos, quienes, a lo largo de los años, transformaron la casa de Messi en un símbolo de identidad. Así como el astro convirtió su fútbol en un arte capaz de emocionar a millones, el barrio lo elevó a la categoría de ídolo.
En la entrada del barrio, un mural capta la esencia del niño que, con una pelota “albiceleste”, soñaba sin límites y que, sin saberlo, estaba destinado a dejar una huella imborrable en la historia del fútbol. A pocos metros, un quiosco exhibe un cartel que anuncia “Hoy – Pan, leche, facturas”, recordándonos la cotidianidad del lugar. Sin embargo, lo que verdaderamente atrae la mirada es otro mural: el de Messi besando la Copa del Mundo, ese trofeo que durante años pareció inalcanzable y que finalmente conquistó en Qatar 2022, transformando a un pequeño soñador en leyenda.

“Cuando ganó el Mundial, el barrio se volvió una locura. Gente de todos lados vino a dejar mensajes, cintas y cartas. Hay franceses, italianos, chinos, hasta yankees que se detienen por acá”, relató Albornoz mientras señala el portón de la casa del “10”, pintada de negro y adornada con cintas celestes y blancas, que sirven como silencioso homenaje y agradecimiento.
"Una vez, fue a saludar a una de sus abuelas que tenía una panadería en la esquina. Luego, saludó a otro muchacho y en cuestión de segundos todos se enteraron. La cuadra terminó repleta de gente", recordó Albornoz, con una sonrisa. "Siempre se mostró espontáneo. Imagínate que él iba a los cumpleaños de mi hijo", añadió.

Desde muy pequeño, en este rincón de Rosario, Messi era conocido por apodos cariñosos como “tierno” que hacían alusión a su diminuta estatura y a la inocencia que lo caracterizaba. Se le recordaba con afecto, sobre todo por aquella imagen entrañable de un chiquitito que jugaba a la pelota en la vereda, improvisando partidos en un espacio reducido.
“Recuerdo a Messi corriendo por la vereda, con su pelota. No importaba lo pequeño del espacio; él se inventaba partidos. En cada jugada, ya se notaba su magia”, expresó Claudia Ramírez, una vecina que mantiene latente su cariño por el capitán de la Selección. "A pesar de la fortuna que tiene, a la humildad no la perdió", agregó.

Un pedido recurrente a Lionel Messi
Mientras, un recuerdo particularmente entrañable para Albornoz ocurrió cuando, movido por la curiosidad y la cercanía de siempre, se atrevió a preguntarle algo que rondaba en el ambiente del barrio. “Che, 'Leo', ¿volvés a Newell’s?”, le dijo en tono espontáneo. La respuesta no fue elaborada ni polémica: Messi se limitó a reír, dejando entrever una timidez genuina que contrastaba con la magnitud de su figura, sin adentrarse en el tema.
Cada vez que el “10” sale a la calle, saluda a los vecinos por su nombre, recordándole a todos la conexión inquebrantable con sus raíces. En esa atmósfera de pasión y nostalgia, la casa de Lavalleja 448 sigue siendo un sitio lleno de historia. Aunque hoy en día solo habita en ella el hermano de Messi, un hombre discreto y casi esquivo que raramente se deja ver por los vecinos, su presencia contribuye a mantener viva la leyenda y el misterio que envuelven a este emblemático lugar.

El recorrido continúa con una serie de murales
Uno de ellos lo muestra abrazando a sus compañeros de la Selección, mientras que otra obra, parte de la iniciativa “Revolución Fútbol”, destaca la diversidad cultural y la pasión que se respira en cada esquina. Sin embargo, el mural que más impresiona se encuentra en la esquina de Primero de Mayo: allí, se observa a Lionel besando una Copa del Mundo infinita, acompañado del mensaje: “Tuya y nuestra”.
En este rincón de Rosario, donde el pasado y el presente se entrelazan, la casa natal de Messi se alza como un templo de recuerdos y emociones, un lugar en el que cada calle y cada mural cuentan la historia de un niño que, jugando en la vereda, soñaba con conquistar el mundo.
