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MEMORIAS
NO ENTENDER
BEATRIZ SARLO
(Siglo XXI – Buenos Aires)
En este libro, desde el comienzo, la protagonista se define de modo contundente como una intelectual. La fotografía de una joven sentada en una silla leyendo nos la muestra como modelo de una campaña de lectura. La figura de esa joven formal contrasta con el título “No entender”. Una frase que se complemente con el epígrafe de Julio Torres: “Hemos perdido el placer privado de no entender”. El “no entender” se transforma en pasaje trabajoso para el placer de entender. “No entender fue mi experiencia primera y definitiva. Comencé no entendiendo y, casi enseguida, acepté que ese era el punto de pasaje a todo lo que valía la pena. Convencida de que entender era un trabajo, me acostumbré a que ese trabajo fuera un placer. Ni el camino del arte ni el del pensamiento son una línea recta”.
No entender es y no un libro de recuerdos, se mueve entre la afirmación y la negación en la posibilidad de conocimiento del arte y el pensamiento. Una de las certezas de la autora es haber cumplido el destino de “intelectual” que le predijo la familia. Una intelectual crítica, en el sentido de Said, que se dedicó a leer la realidad desde una mirada autónoma cuya vida transcurre entre la política y la literatura. Reclama para sí “la intemperie de la independencia”. Las dictaduras argentinas la marcaron y la arrojaron fuera de las instituciones dándole tiempo para encerrarse en la lectura, la enseñanza y la edición. Su recorrido por la escena política comenzó con el peronismo y el marxismo acabó en una posición socialdemócrata casi solitaria.
Se advierte el pudor de la autora al usar la primera persona en esta “memoria” que empieza en su primera infancia. Nos asomamos muy poco a la intimidad y los sentimientos. Sarlo apela al distanciamiento y subordina su construcción al mundo exterior. Afirma no ser feminista y haber experimentado desde un principio la igualdad con los hombres -“Ser mujer no me colocaba en desequilibrio frente a los hombres”-. A pesar de su autosuficiencia no deja de sufrir intentos de abuso que zanja con dureza. Es tajante cuando sostiene su rechazo al matrimonio y a la maternidad que no le retacearían la autonomía. A pesar de ello se casó una vez y construyó con Rafael Filipelli una pareja duradera. En todo momento postula que sólo podemos acceder a vistas del pasado, recoger escenas marcadas por objetos y personas.
La ficción autobiográfica consta de 5 capítulos. Los iniciales están dedicados a la infancia. En la novela familiar su padre, Raúl Sarlo Sabajanes y su tío, Fernando del Río, son las figuras que contribuyen a diseñar su posterior relación con la política. Allí también se describe la tensión con los mandatos que provienen de su madre y le imponen un desempeño “femenino” a la altura de la época. La madre, Beatriz del Río provenía de una familia de inmigrantes y se enfrenta continuamente a la hija hasta que esta decide independizarse.
Rebeldías
El tío Fernando la lleva a una manifestación y la inicia en el peronismo. Ella se enamoró de Evita, a pesar de las prohibiciones paternas y participó de un concurso sobre Eva y recibió su premio en el Teatro Cervantes. La figura más desarrollada es el padre, que se había criado como administrador de campos ajenos y despreciaba a los inmigrantes, furiosamente antiperonista. Le enseñó a “Mirar para arriba y para adelante”. “Un erotismo de los defectos me unía a ese alcohólico entregado al fracaso que murió tempranamente”. Un duro retrato que no está exento de admiración hacia el hombre que le escribía innumerables cartas, dejándola una herencia cultural al mismo tiempo que la nube negra del alcoholismo.
La voluntad de imponerse la lleva a rebelarse ante cualquier orden, excepto el educativo. Rechaza los lugares comunes de la educación femenina. Intelectual, moderna, opositora, todas estas palabras ya marcaron sus primeros pasos. “Pero yo quería hacerme”, ser diferente. Descubre que sólo lo conseguirá a través del trabajo. Su carácter indócil se transforma en docilidad frente a los mandatos de estudios. “Mi cultura se formó regida por esta ley de los azares, los desencuentros y las casualidades”. Su paso por un colegio privado, el Belgrano Girls School -solventado con gran esfuerzo-, le otorgaron una formación adecuada y en literatura inglesa. Una maestra privada complementará su bagaje con el francés. Las tías, maestras, las maestras escolares y la madre maestra constituyen el circulo marcado por el gesto pedagógico -que tan bien analiza en La máquina cultural-.
Aprender
El tercer capítulo titulado “No entender” es un ensayo sobre el aprendizaje. “No entender nos coloca frente a lo desconocido ofreciendo la oportunidad de ampliar lo que vivimos y pensamos. Es una de las características de la modernidad que es un pasaje del no entender al entender”. “Todo mi movimiento intelectual o mental, o como quieras llamarlo, partió de la idea de no entender. A veces logré entender y otras veces no, quizá logré entender muy pocas veces”. En el capítulo 4 recorre su formación como intelectual, su encuentro con la ciudad letrada porteña y su fascinación con muchas figuras. Una novela de aprendizaje marcada por la UBA y los grupos independientes. Aparecen Tulio Halperin Donghi, Jaime Rest, Borges, Héctor Raurich, Hugo Cowes, etc. En los dos últimos capítulos relata su formación como intelectual, los inicios de su trabajo en el periodismo y su acercamiento a la cultura. “Traté de conservar la ligereza y la distancia -dice la autora en la introducción- como si otra persona hubiera padecido o imaginado la situación, alguien que a veces era yo y que, sin conseguirlo, intentaba recordarse como si fuera otra.
Punto de no retorno
Eudeba y el Centro Editor de América Latina la enriquecieron, así como la cercanía con Boris Spivacow, Susana Zanetti, Carlos Altamirano y Juana Bignozzi, entre otros. La dictadura la encontró enseñando de modo clandestino y la llevó a crear Punto de Vista, una revista medular para la modernización de la cultura argentina. Sostiene con energía su pertenencia: “nunca me sentí una internacional” apuntando a la idea de “intelectual de cabotaje”. Viaja mucho pero siempre vuelve a Buenos Aires. Su amor por la literatura se desplaza a la política y al periodismo. La pintura, la música y la arquitectura le llegaron a través de sus relaciones en especial con Alberto Sato y Rafael Filipelli.
El libro termina casi abruptamente con un epílogo: “No hay tiempo para que el pasado ensucie o enturbie el presente. El pasado como mancha: alejarse de él, llegar al punto de no retorno: la muerte. Pero antes hay un deseo que es imposible no cumplir. Entonces, sigo escribiendo”.
© LA GACETA
CARMEN PERELLI
PERFIL
Beatriz Sarlo (Buenos Aires, 1942-2024) fue profesora de Literatura argentina en la UBA y dictó cursos en las universidades de Berkeley, Columbia, Cambridge y Chicago, entre otras. Dirigió la revista Punto de vista entre 1978 7 2008. Su obra, traducida a varios idiomas, abordó las letras argentinas, la política, las vanguardias, la cultura urbana y popular. Meses antes de No entender, y poco antes de morir, publicó Las dos torres. ¿Puede la cultura contemporánea pensar algo nuevo? (Siglo XXI, 2024)