

“Antes de entrar, hay que pedirle permiso a La Nina y a los duendes”.
Al pie de los cerros de Tafí Viejo hay senderos que llevan a visitar a su guardiana. Se recorren en medio de una frondosa vegetación, mientras se escucha el sonido del cauce del río y se observan especies de flora y fauna autóctonas de la provincia.
Tras una hora de caminata desde la Hostería Atahualpa Yupanqui, o poco más de 20 minutos desde el balneario La Toma, el imponente rostro de Nina Velárdez se aprecia tallado en piedra sobre un barranco de cuatro metros de altura.
Este rincón natural es sagrado para los taficeños, quienes buscan en él la calma y espiritualidad que transmitió su protectora en vida. Para los turistas, en tanto, es una oportunidad de adentrarse en las yungas tucumanas y descubrir la historia de uno de los personajes más emblemáticos de la región.
La guardiana
Petrona Lucinda “Nina” Velárdez nació el 13 de julio de 1922, según se cree, en Yerba Buena. Lo que sí se sabe con exactitud es que, a los cuatro años, se mudó con su abuelo Toribio al lugar conocido como “el puesto de los Velárdez” (a cuatro kilómetros, en subida, de La Toma), donde habitó por más de 80 años.
“Su casita quedaba en medio del cerro y allí se quiso quedar”, comenta Silvia Aguilar, guía turística del municipio taficeño, que realiza recorridos por los cerros de La Nina.
“Era una mujer solitaria, que solo bajaba a la ciudad una vez al mes en busca de mercadería o insumos, pero todo el mundo la conocía por la forma tan amable y cálida con la que recibía a los visitantes del cerro”, cuenta.

Aguilar comenta que La Nina compartía mate cocido con tortillas con quienes se acercaban a su hogar. También les convidaba leche tibia de sus vacas o mates que saborizaba con las hierbas que ella misma cultivaba.
“Siempre contaba la historia de sus plantas, y hasta su casa llegaba mucha gente a buscarla para hacerle consultas sobre hierbas o propiedades curativas. La Nina siempre compartía lo que sabía”, destaca Aguilar sobre la mujer que solo sabía escribir su nombre, pero que se mantenía informada a través de una radio que llenaba de música y noticias sus días.
Camino de duendes
Por los senderos hay mariposas de alas coloridas y brillantes. No es extraño cruzarse con corzuelas, ni tampoco detenerse un segundo para deleitarse con los sabores de los nísperos, guayabas y chiltos que se mecen en los árboles.
Entre todas esas frutas y colores vivió La Nina, quien, además, reveló a muchas personas que en sus cerros no estaba tan sola como todos pensaban.

“Ella tenía una gran cantidad de ganado, y muchos le preguntaban cómo lograba saber dónde estaba cada uno de sus animales al caer la noche. A todos les contestaba que los duendes la ayudaban”, recuerda Aguilar, que la conoció casi dos décadas atrás. Por eso, la mujer siempre decía: “Yo nunca estoy sola; estoy acompañada de mis animales y de los duendes, que son mi familia”.
La Nina murió el 28 de septiembre de 2013 y, nueve años después, en el día en el que la guardiana hubiese cumplido 100 años, el artista Atilio Roberto inmortalizó la bondad de su rostro en una obra de cuatro metros de hormigón, para que cuide del sitio que ella consideraba sagrado.
“La misma naturaleza participa de la obra, porque el cabello de Nina son helechos de vegetación, y la pieza fue realizada con materiales extraídos del río y del cerro”, había expresado el artista al momento de inaugurar su creación.
La estructura se encuentra a metros de un río escondido, de aguas cristalinas y frescas, que llegan desde la vertiente de la montaña. Todos los caminos para llegar a La Nina o recorrer la naturaleza de los cerros están bien delimitados, por lo que el recorrido puede hacerse solo o acompañado por un guía como Aguilar.

“Hoy la gente se acerca a pedirle cosas o a agradecerle, porque se dice que es mejor primero agradecer y luego pedir”, afirma Aguilar, quien detalla que los pedidos a La Nina no son materiales, sino relacionados con la salud, la templanza y la espiritualidad.
La única solicitud que hacen los taficeños a quienes quieran visitar el lugar es que lo respeten y lo cuiden. “Para nosotros, tiene un valor único. Es sagrado. Por eso, se les ruega no ensuciarlo ni con basura ni con ruidos molestos”, cierra Aguilar.
El regreso es tan simple como la ida. La dificultad de este sendero es baja, por lo que es apto para personas de todas las edades y lo convierte, sin dudas, en una joya que vale la pena apreciar, como la vida de La Nina o su canción, compuesta por Osvaldo “Chichi” Costello:
“En La Toma se te queda la villa en el horizonte.
Nina Velárdez, tu corazón es el monte”.
Peligro de usurpación: ocupación en la yunga de Tafí Viejo
En enero, la Municipalidad de Tafí Viejo detuvo un nuevo avance en la usurpación en las tierras de “Nina” Velardez. Allí detuvieron y secuestraron una máquina que estaba abriendo camino en un lugar que está protegido por ley. En 1948, el entonces presidente Juan Domingo Perón expropió 18.000 hectáreas para donarlas a la UNT. Esas tierras servirían para crear la Ciudad Universitaria. Sin embargo, la casa de Terán desafectó unas 16 hectáreas, que son las que generan este litigio. El detalle clave es que no fue devuelta a sus dueños originarios (los sucesores de “Nina”) y tampoco se asentó en el Registro Inmobiliario. Legalmente, esas tierras son de su propiedad.