

Una profunda nostalgia por el paraíso perdido sacude a la Universidad Nacional de Tucumán cuando aparece el tema de la Ciudad Universitaria. Y los tucumanos. ¿Alguien puede explicar esa utopía de haber tenido un centro universitario de referencia en Latinoamérica, y haberlo perdido? La arquitecta Olga Paterlini dijo a LA GACETA que ese gran sueño nos muestra lo que pudo ser la UNT, “desde la idea, desde las obras que se hicieron es conocida en el mundo. Todo visitante quiere conocer la Ciudad Universitaria”. Y añadió que el inglés Reiner Banham dijo, en referencia a ese Bloque 1 que se encuentra arriba de la montaña, que “esta es la primera megaestructura del mundo”. Pero -advirtió- ya en los años 60 la Universidad había dejado de lado la idea de la Ciudad Universitaria en San Javier.
De eso se trataron los tres informes que se dieron a conocer el martes en el Consejo Superior. El principal es la interesantísima historia de la odisea universitaria por sus locaciones, a lo largo de los rectorados -fundamentalmente- de Juan B. Terán, Horacio Descole y Eugenio Virla, siempre oscilando entre la casa de estudios centralizada o descentralizada, y ubicada o en el ejido urbano o en la naturaleza.
Ese informe va dando cuenta del vaivén entre la adquisición de propiedades y del alquiler de viviendas y de la decisión, en los años 40 con el rectorado de Descole, de generar la Ciudad Universitaria en el cerro.
Faro regional
Según Paterlini, las grandes figuras que le insuflaron el sueño de esa universidad a Descole, Jorge Vivanco, Horacio Caminos y Eduardo Sacriste, estaban en una época de grandes utopías y pensaron a la UNT como un faro regional y latinoamericano. “Para mí, el cerro queda en medio de la región. Nuestra intención, entonces, era estar en el medio del medio”, dijo Vivanco, según cita Silvia Alvite en “La Ciudad Universitaria de Tucumán (1947-1952)”. Era una ciudad fantástica: “la ciudad universitaria de San Javier no será un mausoleo ni un museo de cultura sino un lugar de trabajo…”, dijeron en el informe los arquitectos Hilario Zalba, Sacriste y Caminos, y el geógrafo Guillermo Röhmeder. Contemplaron geografía, forestación, agua, catastro parcelario, comparación de terrenos, estudio de teleférico, estudio de las instalaciones de entonces de la UNT y relevamientos planimétricos parciales. Iba a tener hasta lago y estadio de fútbol; un camino por la zona norte y una población de 30.000 estudiantes. Ahí fue -en 1948- que se expropiaron las 18.000 hectáreas en el cerro para la CU, un área que hoy, con 14.000 ha, abarca el parque Sierra de San Javier.
Décadas de frustración
El trabajo presentado el martes, realizado por Daniela Moreno, Olga Paterlini y Walter Soria, desmitifica la idea de que se desistió de la utopía en los últimos tiempos, sino que se arrastra prácticamente desde que se alteró el financiamiento del gobierno peronista hacia 1951. Estaban el Bloque 1 (sólo la tercera parte), 33 viviendas, el acueducto de Anfama y la base del funicular. Ya en época de Virla, un informe de Construcciones Universitarias, a cargo de Evaristo Padilla, aconseja en 1961 descartar la planificación original por ser imposible de realizar, porque “la situación del país y los próximos 20 años no permite asegurar la disponibilidad de fondos suficientes para mantener la planificación original”. Decía que no había forma de sostener caminos e infraestructura pensados para 30.000 estudiantes cuando la UNT en ese momento tenía 11.000. Incluso decía que el acueducto de Anfama iba a producir una cantidad excesiva de agua.
El informe cita resoluciones del Consejo Superior que definen que la universidad no debe estar centralizada y que los organismos universitarios deben estar localizados en grupos afines. Lo definió a partir de informes de importantes figuras técnicas de los años 60. Paterlini observa que ya los tiempos habían cambiado.
De hecho, Virla empujó para definir cómo organizar y superar la crisis edilicia de las localizaciones universitarias y en su tiempo se llevó a cabo la Quinta Agronómica. El informe cuenta muy bien cómo llevó a cabo su tarea con créditos, en tiempos en que no llovían cantidades inconmensurables de plata, como fueron esos dos o tres primeros años de Descole. Si Virla hubiese tenido a enormidad de plata de la minería que le llegó a comienzos de este siglo al ex rector Juan Alberto Cerisola, ¿habría construido la CU de San Javier?
Aparte, en el informe se da cuenta de los 2.800 planos, láminas y croquis encontrados arrumbados en cajas de aire acondicionado. Se dice que son elementos fragmentarios y que queda claro que sólo hay desarrollo y certidumbre de lo efectivamente construido, mientras que del proyecto general sólo existen parcialidades.
Queda claro también que en el momento en que se generó esta utopía los tucumanos acababan de descubrir la belleza de San Javier -la ruta se había inaugurado cinco años antes, en 1943- y el cerro venía a ser la “tercera dimensión” de la ciudad, como lo pensaba Vivanco, quien en su propuesta señala la “feliz circunstancia de la creación de una villa veraniega por parte del gobierno de la provincia”.
El escándalo Cerisola-YMAD
A partir de acá hay un aparte. Todo el arrastre crítico de las obras en la Ciudad Universitaria explotó cuando se descubrió que, al llegar enormes cantidades de dinero de utilidades mineras en el rectorado de Cerisola -acaso mucha más plata que en el tiempo de Descole- se hicieron obras por fuera de la ley 14.771 de creación de YMAD, que establecía que esas utilidades debían destinarse a terminar la ciudad universit
ria. Y, taxativamente, dice “conforme a los planos aprobados”. Desde el escándalo Cerisola -que está sometido a juicio oral, acusado por presuntas irregularidades con ese dinero y por haber cambiado con un acta del 2 de enero de 2008 la distribución de utilidades establecida por la ley- la UNT no puede resolver qué hacer con el destino del dinero que llega de YMAD, que se interpreta que debe usarse en el cerro según la norma.
Un delegado de la UNT en YMAD, José Roberto Toledo, dijo que se podría cambiar “por decreto delegado, que está dentro de la ley Bases, sin necesidad de ir al Congreso”. Pero aunque de palabra la UNT, Catamarca e YMAD están de parabienes, no logran resolver el intríngulis, que incluye una querella contra YMAD por el 40% de utilidades. Porque no se resuelve lo de los “planos aprobados”.
De hecho, el 25 de febrero el presidente de YMAD, Juan Pablo Limodio, le aseguró a la UNT que en YMAD “no se han encontrado documentos y/o planos vinculados a la referencia normativa del art. 18 de la Ley 14.771”. ¿Cómo se puede decidir que está concluida la Ciudad Universitaria sin haber visto los planos aprobados? Cambiar ese punto de la ley sería el último clavo para decretar el final de la Ciudad Universitaria en el cerro. Este informe del martes ha sido el penúltimo.
El cariño a la “tercera dimensión”
Obviamente, desechar lo que está en San Javier, que posiciona como faro a la UNT en el mundo, al decir de Reiner Banham, significaría no sólo un cambio en el mito de esa “tercera dimensión” en el cerro, sino que acaso tenga otros efectos en los conflictos de la UNT sobre el tema. Por lo pronto, el secretario de Planeamiento, Sergio Mohammed, dijo que el edificio del Bloque 1 es funcional y está siendo remozado. No se sabe en qué se va a usar. Olga Paterlini propone mantener el cariño que se tiene por la CU, y asegura que debe transformarse en otro centro universitario.