
Un duro golpe para Donald Trump, en su vuelta a la Casa Blanca, es su popularidad que marca la más baja a la de cualquier otro presidente. El mandatario afronta su segundo mandato con una imagen pública debilitada y un fuerte rechazo a su manejo económico, incluso entre los independientes.
El presidente republicano mantiene un nivel de aprobación del 45%. Así lo revelaron datos de la consultora Gallup. Se trata del segundo registro más bajo para un mandatario en este punto del mandato desde la Segunda Guerra Mundial. La excepción es el propio Trump, quien en su primer paso por el poder (2017-2021) arrancó con apenas un 41%.
Desde 1952 hasta 2020, la aprobación media de los presidentes durante su primer trimestre de gestión fue del 60%. John F. Kennedy y Dwight Eisenhower encabezan la lista con un 74% y 71%, respectivamente. Por su parte, líderes como Carter, Obama y Reagan oscilaron entre el 60% y el 69%, mientras que Bush padre, Bush hijo, Biden y Clinton se movieron entre el 55% y el 58%.
Las reacciones negativas
Trump es el único mandatario en la historia moderna del país que cuyos niveles de aprobación al arrancar el mandato se presentan como inferiores al 50%, en una señal clara de la polarización que genera su figura.
Esa división se refleja también en los datos por afinidad política: el 90% de los republicanos aprueba su gestión, mientras que entre los demócratas ese porcentaje cae al 4%. Entre los independientes, el 37% aprueba su desempeño actual, nueve puntos menos que en el momento de su investidura.
La encuesta de Gallup fue realizada en un contexto de alta tensión económica. El 2 de abril, Trump anunció la imposición de aranceles generalizados a nivel global, lo que desató una reacción negativa en los mercados financieros.
La Bolsa, el dólar y los bonos del Tesoro registraron caídas pronunciadas. Aunque días más tarde el presidente flexibilizó algunas condiciones y suspendió temporalmente ciertas tarifas, la volatilidad no desapareció. Algunos analistas advirtieron que los efectos de esta política podrían derivar en una recesión. Destacaron como señales de alerta el desplome de la confianza del consumidor, el repunte de las expectativas de inflación y un ritmo de crecimiento cada vez más débil.