
Desde 2020, millones de personas cambiaron la silla de oficina por una del comedor, el café con colegas por un mate frente al monitor y los trayectos diarios por reuniones vía Zoom. A más de cuatro años del inicio de la pandemia, el teletrabajo dejó de ser una excepción para convertirse en una norma —al menos parcial— en muchas empresas y sectores. Pero hay algo que se volvió evidente con el paso del tiempo: el cuerpo no siempre se adaptó tan fácilmente como la tecnología.
Las nuevas dolencias del trabajo remoto
"Empezaron a aparecer síntomas que antes veíamos solo en personas con oficios muy específicos", señala la fisioterapeuta Laura Mansilla, que atiende en un consultorio del microcentro porteño. “Ahora tengo oficinistas con dolores lumbares crónicos, inflamaciones en muñecas o contracturas que no aflojan ni con masajes”.
La mayoría trabaja en sus casas sin mobiliario ergonómico, en sillas rígidas, con pantallas mal ubicadas o durante más horas de las que trabajaban presencialmente. “El teletrabajo no trajo más libertad de movimiento, sino lo contrario: inmovilidad prolongada”, dice Mansilla.
¿Una vida sin pausas?
Según un relevamiento del Observatorio de Tendencias Laborales de la UBA, un 62% de los encuestados que trabajan de manera remota afirma moverse menos que antes y un 71% dice pasar más de ocho horas frente a una pantalla sin pausas significativas.
El cuerpo, en muchos casos, dejó de ser parte de la jornada laboral: se eliminó el paseo a la parada del colectivo, el momento de caminar a la fotocopiadora o incluso el traslado a buscar el almuerzo. Lo que parecía una ventaja —quedarse en casa— se transformó, para muchos, en una trampa inmóvil.
Pantallas, sueño y ansiedad
El cuerpo no sufre solo contracturas. También hay consecuencias menos visibles. El aumento del insomnio, la ansiedad y los problemas de visión están entre las principales consultas post-pandemia, especialmente entre jóvenes trabajadores.
La psicóloga laboral Silvina Aranda señala: “La exposición prolongada a pantallas genera fatiga visual, pero también una sobreexposición emocional: uno está todo el tiempo disponible, sin límites claros, y eso afecta tanto la mente como el cuerpo”.
En sus consultas, aumentaron los casos de ataques de pánico, crisis de encierro y dificultades para desconectarse del trabajo, incluso durante el tiempo libre.
¿Cómo reaprender a habitar el cuerpo?
Algunas empresas comenzaron a ofrecer pausas activas, clases virtuales de yoga o asesoramiento ergonómico. Pero en la mayoría de los casos, las soluciones dependen del trabajador: hay quienes recurren a caminatas breves entre reuniones, ejercicios de estiramiento frente a la compu o incluso sillas gamer como salvavidas lumbar.
“En el fondo, estamos aprendiendo de nuevo a usar el cuerpo en este nuevo entorno”, dice Aranda. “Porque el hogar no fue diseñado para producir, sino para descansar. Y esa tensión sigue sin resolverse”.
Claves para cuidar el cuerpo en casa:
Postura: mantener la espalda recta, apoyar bien los pies y elevar la pantalla a la altura de los ojos.
Movimiento: al menos una pausa cada 45 minutos.
Mirada: aplicar la regla 20-20-20 (cada 20 minutos, mirar algo a 20 pies de distancia por 20 segundos).
Desconexión: definir horarios de cierre, incluso en contextos flexibles.